Entre los muchísimos beneficios de la actividad física, hoy quiero hablarte de uno en particular: la posibilidad de prevenir el cáncer. Esa enfermedad, a la que todos le tememos porque cada vez parece rodearnos más, pareciera que también puede mantenerse a raya con un poco de ejercicio. Dado que esto no es un tema menor, recurrí para abordarlo al oncólogo clínico Darío Niewiadomski con MN 110.535. Él comenzó explicándome que la obesidad, una condición que puede relacionarse de forma directa con el sedentarismo, está ligada con 13 tipos de cánceres diferentes. "Además, la evidencia indica que la actividad física puede reducir el riesgo de varios tipos tumorales por otros mecanismos, sin considerar su efecto en la obesidad".
Según explica el especialista, estudios recientes descubrieron que mantener una actividad física constante disminuye un 24% el riesgo de contraer cáncer de colon. En tanto las mujeres activas tienen un 12% menos de posibilidades de desarrollar cáncer de mama. Y si hablamos de cáncer de endometrio, el porcentaje positivo asciende a 20%. Para otros tipos también hay optimismo: "en un estudio de más de un millón de personas, la actividad física durante el tiempo libre estaba asociada a riesgos menores de adenocarcinoma de esófago, de cáncer de hígado, cáncer gástrico del cardias, cáncer de riñón, leucemia mieloide, mieloma, cánceres de cabeza y cuello, de recto y de vejiga", detalla.
¿A qué se deben todas estas cifras positivas? A determinados efectos biológicos que el ejercicio tiene en el cuerpo. Como siempre te digo, ponerse en movimiento genera más que unas lindas piernas y una cola dura… Al ejercitarse se reducen las concentraciones de hormonas como la insulina y el estrógeno, y de determinados factores de crecimiento que han sido relacionados con la formación y evolución del cáncer. También se reducen los procesos inflamatorios, se mejora la función del sistema inmunitario, se altera el metabolismo de los ácidos biliares y se reduce el tiempo que permanecen los alimentos en el sistema digestivo (lo que resulta en una menor exposición del tubo gastrointestinal a lo que se sospecha es carcinógeno).
La actividad física es buena para aquellos supervivientes de la enfermedad o que están transitando el tratamiento. "Puede tener efectos beneficiosos en la calidad de vida, incluyendo la imagen corporal y la autoestima, el bienestar emocional, la sexualidad, las perturbaciones del sueño, el funcionamiento social, la ansiedad, la fatiga y el dolor", expresa el doctor, y agrega que permitirá que el organismo tolere mejor los efectos adversos de la medicación.
No decimos que el ejercicio cure el cáncer, pero sí que puede tener una gran incidencia en prevenirlo. Y si bien hay muchas dudas al respecto, los estudios a la fecha indican que no hay nada por perder y mucho por ganar.
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