Uno de los sellos más distintivos de Charles Chaplin es su sombrero bombín. Don Diego de la Vega se transforma en el mítico personaje de El Zorro con un modelo Sevillano color negro azabache. El famoso gánster, Al Capone, no aparecía jamás en público sin su sombrero borsalino y Humphrey Bogart llevó este modelo a lo más alto en la película Casablanca. Las aventuras de Indiana Jones no serían las mismas sin la compañía de su fiel accesorio en la cabeza y el fedora que utilizó Michael Jackson en su clásico "Billie Jean" se convirtió en una marca personal del artista. Todos estos sombreros, que ganaron fama a través de la historia y la pantalla grande, tienen una particularidad: se confeccionaron artesanalmente. "Realizar un sombrero requiere de mucho oficio", admite Jorge Maidana, mientras sostiene un modelo Corazón de Potro, de su autoría. Él es un experto en el arte de hacer sombreros, tiene ochenta y tres años, más de sesenta en el rubro y está al frente de una mítica sombrerería porteña centenaria. "Este año cumplimos 108 años, este es un negocio que pasó generaciones. Con nuestros sombreros todo quedó en familia", dice orgulloso.
La tradición de los sombreros Maidana comenzó en 1910 cuando esta prenda de vestir estaba en la cresta de la ola. Por aquella época, este accesorio además de utilizarse para cubrir la cabeza del frío o del calor, era un fiel reflejo del estatus social de quien lo utilizaba. En los restaurantes había estantes especiales para apoyarlos y en el cine o el teatro, debajo de las butacas, tenían su lugar donde estacionar. Los primeros pasos de este negocio familiar los dio Luis Maidana, el abuelo de Jorge. Cuando tenía tan solo quince años, comenzó a trabajar en una sombrerería marcando tafiletes (el cuero que va dentro del sombrero). Más tarde, cuando ganó experiencia en el rubro y al ver que esta industria estaba en auge abrió su primer local en Palermo. Luego decidieron buscar una zona estratégica y se instalaron frente al senado en la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen). La última gran mudanza fue en 1968 cuando un 11 de marzo abrieron las puertas en Av. Rivadavia 1923, donde se transformaron en un clásico del barrio.
En la casa de los Maidana, siempre se sintió el olor particular del fieltro de liebre compactado, materia prima con la que se realizan sus sombreros. "Mi padre también se crió en la sombrerería y continúo con el legado de mi abuelo. Él vivió el boom de los sombreros en Argentina en la década del 30 y el 40. Cuando terminé el colegio él me sugirió que estudiara alguna carrera universitaria industrial, pero a mí realmente me tiraba el sombrero. Nunca tuve dudas de que quería continuar con esta tradición familiar. Quizás fue algo del destino, pero en un momento mi padre tenía muchos pedidos y necesitaba que alguien lo acompañara en el taller. Y decidí postularme como candidato, al principio él se negaba porque quería que buscara mi camino en otro rubro. Al final aceptó porque se dio cuenta de que, más allá del legado familiar, este era un trabajo que realmente me apasionaba", recuerda Maidana mientras le muestra a un cliente un talonario de ordenes de trabajo que guarda de recuerdo con el slogan que más identifica a la marca: "modelista creador". Esta pasión también la heredó su hija Adriana, quien desde muy pequeña acompañó a su padre en el taller y hoy en día es toda una experta en la materia. "Ni bien ingresa un cliente al local, ella ya se da cuenta al instante cuál es el modelo de sombrero indicado, las medidas de la cabeza y hasta el color que mejor le sienta", admite, el responsable de esta marca insignia.
El sombrero argentino
Lo que más distingue a sus sombreros es que toda la producción se realiza artesanalmente. El oficio requiere de paciencia y por sobre todas las cosas de gran dedicación. Es que cada pieza tiene hasta el más mínimo detalle hecho a mano. Desde que se le toman las medidas del cliente y se elige el modelo adecuado para su contextura física, hasta que el sombrero está terminado y listo para lucirse, demanda tres días de intenso trabajo. El proceso para la producción de un sombrero es el siguiente: primero se le toman las medidas al cliente con ayuda de un conformador donde se marca la dimensión de la cabeza. Luego se parte de una matriz llamada cloche (campana en francés) de fieltro compactado y con unas hormas de madera maciza (las de aquí tienen más de 150 años) se le da la forma a la copa. Este trabajo se realiza con vapor ya que permite estirar el fieltro y se lo deja reposar por 24 horas. Al día siguiente, se corta el ala del sombrero a la medida del modelo que corresponda, se le incorpora el tafilete para que se mantenga la rigidez de la copa y pasa al sector de costura. Por último, viene la etapa del modelado, donde se le da forma según el modelo requerido. Durante años, Jorge Maidana se encargó de ser el modelador y su mujer Manola, estaba a cargo de la costura.
"Todo es a mano. Para coser tenés que tener una aguja especial porque el fieltro tiene su grosor y también el cuero del tafilete es duro. Antes el cliente elegía la cinta que más le gustaba y se lo terminábamos en el momento", dice Manola a LA NACION. Desde hace una década que Daniel Gauto, gran aprendiz de Maidana, se encarga de modelar los sombreros con una pesada plancha de fundición que tiene casi tantos años como el local.
Jorge Maidana siempre fue creativo y en la década del setenta se animó a diseñar su propio modelo de sombrero. Según recuerda fue en una muestra de caballos criollos en la Sociedad Rural Argentina cuando se inspiró y surgió el Corazón de Potro. Por ese entonces, todos los sombreros tenían reminiscencias de Europa y de Estados Unidos y no había un modelo auténticamente argentino. "Quería hacer uno verdaderamente nacional y actualizar el sombrero criollo, adaptarlo a este siglo. Este modelo tiene la copa cónica y el ala varía entre los 7 y 12 centímetros. Lo pensé especialmente para la gente de campo", dice Maidana. Al poco tiempo, el sombrero fue un éxito y le dio gran prestigio y reconocimiento internacional. Como a Jorge siempre le gusta ir por más, hace diez años ideó el modelo Hornero inspirado en el ave nacional argentina. Este sombrero se caracteriza por tener una especie de "bollito" en uno de los costados simulando el conocido nido del pájaro.
De la nieve a Liza Minnelli
Actualmente realizan por día más de 50 sombreros, aunque reconocen que en la década del 70 y 80 producían el doble. Para Maidana en el último tiempo cambiaron los hábitos. "Antes la gente no salía a la calle sin un sombrero. Era como una marca personal y sinónimo de estatus social. Hoy por una cuestión de espacio el sombrero se utiliza menos", dice. En el local tienen catorce modelos, entre ellos el chambergo, bombín, australiano, carajito, pero el más solicitado es el Corazón de Potro. "Los jóvenes piden el tanguero y el carajito. Y muchos le vienen a comprar sombreros a sus abuelos para llevárselos de sorpresa. Para el Día del Padre hay muchos pedidos", admite Adriana, la hija de Jorge. El 9 de julio de 2007, el año que nevó en Buenos Aires, tuvieron ventas récord. Todos buscaron un sombrero para protegerse del frío.
Los sombreros Maidana también tienen fama internacional. Es que más allá de los habitúes porteños que visitan su clásico local, que se conserva intacto a través de los años, a diario también recibe visitas de contingentes de brasileros, uruguayos, estadounidenses y europeos que buscan un modelo de autor. Cuando el ex presidente estadounidense Bill Clinton visitó el país le obsequiaron un modelo campero y el ex mandatario Lula Da Silva también lució uno en más de una oportunidad. A la Reina Máxima también fueron a buscarle un sombrero especial. La lista de artistas continúa con Carlos Dante, Francisco Fiorentino y Enzo Valentino del ambiente del tango, Liza Minnelli, Antonio Tarragó Ross, el Chaqueño Palavecino, entre otras celebridades.
La vidriera de la sombrerería está impecable y luce todos los modelos disponibles con sus diferentes tamaños y colores. Los accesorios se entremezclan con placas de época. Una de ellas dice una ordenanza del año 1942 que "disponía que durante todos los meses de verano los animales de tiro utilizados en la vía pública debían utilizar sombreros de paja o material similar durante las horas de sol". También hay fotografías tangueras. Jorge admite que es un "fanático del tango con todas las letras". "¿Señor Maidana puedo sacarme una foto con usted?", le dice Claudio un cliente que vino del interior en busca de su modelo preferido el "Corazón de potro", con ala corta, barbijo y retranca para que no se le vuele con los fuertes vientos de la Patagonia. Él posa y sonríe como si tuviera quince años, edad en la que comenzó a modelar sus primeros sombreros.
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