Luciana Lamothe, en permanente tensión
"No suelo imaginar cómo sería el futuro del arte. Pero sí creo que la sensibilidad es algo que va a primar". Eso decía hace dos años Luciana Lamothe, sentada entre sus obras expuestas en la galería Ruth Benzacar. Pronunciadas en tono suave, las palabras de esta artista menuda nacida en Mercedes en 1975 contrastaban con las filosas esculturas que había realizado con soldadoras y amoladoras.
Con el declarado objetivo de vencer la resistencia de materiales industriales, cortó y torció caños de andamios hasta crear estructuras que pudieran percibirse vulnerables. Nunca lo logró tanto como conPrueba de tensión, instalación que tomó por completo en 2014 la antigua sede de la galería en Florida 1000, recreada al año siguiente en el Museo Mar de Mar del Plata. Ya entonces se convertía en referente del arte como experiencia, al invitar al público a caminar sobre una plataforma flotante e inestable.
Ese delicado equilibrio también fue clave en Zona de inicio, realizada el año pasado para la semana de Art Basel Cities : Buenos Aires. "Me gusta jugar a ver hasta dónde puedo empujar los límites de un material, y con la resistencia", dijo entonces sobre la estructura circular que integró Rayuela, el circuito de intervenciones urbanas curado por Cecilia Alemani. El desafío consistía en subir una escalera para descubrir una nueva perspectiva sobre la Plaza República Oriental del Uruguay, y descender luego hacia el interior del cerco creado con caños... solo para descubrirse atrapado sin más salida que el regreso sobre los propios pasos.
Su siguiente desafío fueron tres esculturas exhibidas hasta ayer en Art Dubai, realizadas in situ durante semanas, y ya se prepara para otro rol protagónico en arteBA , en abril en la Rural. Será un nuevo reconocimiento a su talento, catorce años después de haber ganado el concurso Currículum Cero.
"Abrir por otro lado" es la voluntad de esta mujer de perfil bajo formada en la Prilidiano Pueyrredón y en las clínicas de Pablo Siquier y Ernesto Ballesteros, creadora de un andamio con puntas afiladas con las que atravesó una pared en 2011. Otro punto de inflexión en su carrera llegó tres años más tarde, con la intervención de la escalera del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Atrás habían quedado sus acciones vandálicas de la década anterior, cuando cortaba sillones en el Sheraton o encolaba sillas en un consultorio médico. "Si no hay vanguardia, hay crimen", escribió sobre la puerta de un baño, expuesta como obra en 2008. Eran otras formas, al fin, de poner los límites en tensión.
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