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A Robert Farías el chivito le recuerda a su pueblo e infancia. “Mi papá nos llevaba a comer este clásico sándwich a una confitería tradicional. Lo hago muy parecido”, asegura, orgulloso, el uruguayo. En su honor, en el pequeño almacén “Los Minuanos” en Caballito, los viernes le dedica su día especial. Desde hace más de 30 años que el chivito de la familia Farías es un secreto a voces en el barrio e incluso cosecha fanáticos en toda la ciudad.
En la esquina de Dr. Juan Felipe Aranguren y José Juan Biedma, desde hace más de medio siglo funciona una despensa y almacén. Antiguamente, los parroquianos solían ir en busca de las galletitas (que estaban exhibidas en latas y se vendían al peso), panes, fiambres y el vino en damajuana. Robert y su mujer Sandra Castro, emigraron del Uruguay a principios de la década del 80 y años más tarde se hicieron cargo del negocio. “En esa época mi marido se había quedado sin empleo y para salir adelante armamos un kiosko. Desde una pequeña ventanita, empezamos a vender golosinas, gaseosas y comidas, entre ellas, empanadas, sándwiches y tortillas. Cerca del local había dos escuelas y a los jóvenes les encantaba venir en el horario del almuerzo. Estábamos abiertos de 8 a 4 de la mañana. Todos los días del año”, rememora Sandra a LA NACIÓN, mientras elabora el relleno de sus clásicas empanadas de carne.
Poco a poco, la economía familiar comenzó a repuntar. Al tiempo, descubrieron que estaba a la venta el fondo de comercio de un clásico negocio del barrio y en 1989 se mudaron a su ubicación actual. Por supuesto, mantuvieron las tradiciones del icónico almacén, entre ellas, la atención personalizada con cada uno de los clientes, la fiambrería, vinoteca y variedad de artículos de limpieza.
Los orígenes: “Comprábamos las cosas de a dos unidades”
Los Farías nombraron a su nuevo emprendimiento “Los Minuanos” en conmemoración a la ciudad uruguaya de Minas, que los vio crecer. “Nos conocimos y enamoramos allí. Recién casados nos instalamos en Buenos Aires”, cuenta Castro. Desde entonces, los colores de su bandera (blanco y celeste) los acompañan a todos lados. Sandra, asegura que con el nuevo negocio también arrancaron de cero. “Comprábamos las cosas de a dos unidades. Robert, se iba al mayorista en colectivo con su bolsito”. Ella se especializó en la rotisería y agregó milanesas y variedad de tartas caseras. Al tiempo, arrancó la fama de sus sándwiches de milanesa (de carne o de pollo) súper completos. Siempre de gran tamaño y generoso relleno.
Con la llegada de varios supermercados a la zona, nuevamente tuvieron que reinventarse: incorporaron más opciones en el menú. Ni lerdos, ni perezosos, al matrimonio se le ocurrió la fantástica idea de empezar a ofrecer, los viernes por la noche, platos típicos uruguayos. Así apareció en la cartelera el delicioso chivito y la pamplona de pollo. Farías asegura que su sándwich tiene seguidores en toda la ciudad. “Muchos dicen que es muy rico por la calidad de la materia prima y su abundancia”.
Los viernes, a partir de las siete de la tarde hasta pasada la medianoche, elaboran su llamado “Legítimo chivito”. “Lo hacemos solo ese día y es impresionante la cantidad de gente que viene a buscarlos o lo piden a domicilio. Los habitués lo encargan desde temprano y tenemos clientes que religiosamente pasan todos los viernes del año”, dice Sandra, entre risas. Esa noche, suelen despachar más de 70 sándwiches completos. Y tienen una sola condición: no lo ofrecen al plato.
La especialidad de la casa mide unos 20 cm
“Comen dos personas bien”, anticipa Robert. La gran figazza de pan viene con churrasquito de lomo, tomate, lechuga, jamón, panceta, queso, morrón y dos huevos fritos. Para acompañar: papas fritas. En “Los Minuanos” compran los lomos especiales enteros y luego los filetean y “golpean” para que queden bien finitos. “Siempre se cocina la carne a la plancha en el momento. No tenemos nada preparado, este es uno de nuestros secretos”, expresa Sandra. Para su sorpresa, siempre se agotan. La pamplona de pollo rellena con cebolla de verdeo y panceta, también resultó un éxito.
En busca del chivito se han acercado clientes de todas partes. “Vienen de muy lejos a comerlo. Siempre recuerdo la tarde que pasó de visita un micro de una agencia de turismo a conocer nuestro almacén de barrio”, asegura Castro. Con la pandemia, incorporaron el envío a domicilio y les han hecho pedidos de varios barrios de la ciudad.
Nicolás y Yamila, los hijos del matrimonio, también colaboran en el negocio. “Desde chiquitos nos ayudaron y ahora que crecieron nos acompañan. Trabajamos armónicamente, somos muy felices haciendo esto. Es lo nuestro”, confiesa Farías. Por aquella esquina, han pasado generaciones. Hay muchos clientes fieles que solían venir en los recreos en busca de su golosina preferida y ahora traen a sus hijos.
Para Farías, los almacenes forman parte de la identidad de los barrios. Es por ello, que en todos estos años, jamás pensaron en incorporar el autoservicio. “La gente prefiere la atención personalizada. Continuarémos con esta tradición”, afirma. Por su parte, Sandra, agrega, que a los clientes les encanta acercarse al local para conversar. “Muchos nos eligen porque vienen y se sienten a gusto. Solemos charlar y ellos nos cuentan de su vida. Creo que acá también se busca el encuentro”.
En el barrio de Caballito, Robert y Sandra hicieron historia con sus “viernes de chivito” al mejor estilo uruguayo.
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