Los sueños de Isol
Bienvenidos al universo de la ilustradora argentina de libros infantiles que conquistó el mundo
En el maravilloso mundo de Marisol Misenta, la música y los dibujos (el arte, en fin) tienen un objetivo central: dejar el alma al descubierto, emocionar. Y lo logra. En cada palabra, en el tono de su voz, hay una sensibilidad que atraviesa, que va y viene en busca de imágenes, que cuenta. Eso es Isol, así se define: una narradora visual que conjuga, dice, sus munditos interiores, una imaginación a flor de piel que alimenta una prolífica trayectoria como cuentista para niños, pero también como ilustradora, cantante y compositora. Que tiene en su haber numerosos e importantes premios, como el Astrid Lindgren Memorial (algo así como el Nobel de Literatura infantil), pero también frustraciones y desencantos. Porque ningún camino es lineal. Y de eso sabe mucho Isol.
La inquietud, bien entendida, es una virtud que extiende el campo de lo posible. Sobre todo si hablamos de arte. Isol siempre quiso contar las cosas desde otro ángulo: buscarle la vuelta. "Que sea especial", explica. Dar su versión de la vida, pero a través de un filtro especialísimo. ¿Cómo fue que esta chica medio punk y anarquista en su adolescencia se convirtió en una de las cuentistas para niños más importantes del mundo? ¿Por qué hace libros para niños? "Es raro –sentencia–. No es que pienso en los niños. Pienso en el niño como personaje. Tengo mucha empatía con una mirada: la del niño que todavía está fuera de la cultura. Es una mirada más pura, más descontaminada: ¿por qué esto está bien y esto otro está mal? Los adultos nos anestesiamos. Hay muchas cosas que hacemos de alienados, el sistema es así."
Infancia
Todo tiene un comienzo. Buenos Aires, barrio de Caballito. La infancia es crucial en nuestras vidas. Las huellas de esa etapa difícilmente se borren: nos acompañan, como una marca de origen. Nacida en 1972, Marisol mira a su padre entre pinturas y libros. Lo ve escuchando música en penumbra con auriculares. También ve a su madre, cantante de música barroca. Un mundo estimulante. No tenían TV, había que inventar otros pasatiempos: ser creativo.
"Era un hogar muy libre. Mi papá pintaba y se referenciaba tanto en cosas de África como del Renacimiento o de la época barroca. Eso me aportó diversas miradas del mundo, muchas maneras de mostrarlo", cuenta. Hubo un libro, Cuentos de Polidoro, que despertó en ella algo que todavía hoy la acompaña a la hora de dibujar. "En ese libro había dibujos de Hermenegildo Sábat, Ayax Barnes, Napoleón. Eran muy poco convencionales, y es una referencia de lo que se puede hacer a la hora de dibujar: una gallina puede medir dos metros, no todo tiene que ser real. Esas imágenes hicieron gran parte de lo que es mi escuela gráfica personal", dice.
Isol entendió entonces que todo es subjetivo. Y que el arte tiene que emocionar porque es "muy difícil conectar de manera profunda con una persona si no es a través de una producción artística". A la hora de crear, Isol trata de mantener –lo que ella llama– un estado de infancia a mano. Va en busca de aquellas enseñanzas y de ese recuerdo para sentirse libre, sin ataduras: "Una alegría de estar jugando, haciendo, sin estar pendiente en el para qué, si va a funcionar".
Adolescencia
Bellas Artes en la Escuela Nacional Rogelio Yrurtia, fines de la década del 80. Luego de haber atravesado la primaria sintiéndose un poco rara en relación a sus compañeras, Marisol comenzó a encontrarle la vuelta al mundo. Ya sentía un impulso creativo muy fuerte. Junto a su hermano Federico ("un prodigio de la música experimental", dice Isol) empezaron a hacer de todo. "Nos gustaba la música rara", recuerda. Tomaba clases de canto sin saber muy bien para qué y le ponía la voz a los proyectos experimentales de su hermano. En esos años de explosión interna, Isol encontró un refugio espiritual en Nick Cave, un artista australiano polifacético un tanto oscuro, que escribe, actúa y hace canciones inclasificablemente buenas.
Luego de terminar el colegio, Marisol comenzó la Licenciatura en Artes, pero rápidamente se aburrió. "Había que leer mucho de gente que habla sobre lo que hizo otra gente", dice. Entonces, llegó la disyuntiva: hacer o hablar de lo que otros hicieron. "Creo que soy mucho mejor haciendo", asegura. Isol ya trabajaba pintando muebles ("haciendo como si fueran antiguos", se ríe) y en una agencia de publicidad, en la parte creativa. Pero hubo otra actividad, paralela, que determinó su búsqueda: los fanzines. "Era plena apertura democrática, todo estaba muy vivo", cuenta. Crear un fanzine, editarlo, llevarlo adonde sea, dárselo a cualquier persona. Para Isol eso era mucho más estimulante que, por ejemplo, exponer sus cuadros en una galería.
En ese mundo nuevo, el parque Rivadavia era un epicentro. Y una puerta de entrada, especialmente para Isol, fue el artista Ral Veroni, que hacía ediciones en serigrafía y las vendía en masa. "Tenía ideas muy buenas y conceptuales sobre su obra: hacía un álbum de figuritas, por ejemplo. Le encontraba la vuelta. Él me enseñó a hacer serigrafía e hice un póster con mi primer cómic sobre Nick Cave." Momento clave, año 1992. Isol fue con su cómic serigrafiado debajo del brazo a recorrer medios gráficos para venderlo. "Sabía que era medio raro, pero funcionó." Isol tiene un recuerdo indeleble: su póster colgado en la redacción de la mítica revista Humor Registrado. "Fue hermoso", dice.
Veintes
Así define a esa etapa, como todas, crucial. Isol se abría paso entre el mundillo de los dibujantes a fuerza de cómics, con personajes que ya marcaban el pulso especial (¿o espacial?) del trazo Misenta. En un viaje a Europa, en ese tiempo muerto entre trenes y lugares, Isol se encontró con libros ilustrados para niños que la sedujeron. Se dio cuenta de que no había que ser infantil ni poco profundo para hacer ese tipo de libros.
Fue entonces cuando su admiración por los libros ilustrados (como los Cuentos de Polidoro) se cruzó con una posibilidad que abría la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica. Isol creó su primer libro, Vida de perros, en 1997. Tenía 25 años y toda la ilusión depositada en un concurso que, de ganarlo, significaría la publicación y la posibilidad de entrar a una editorial importante. "Me respondieron que mis dibujos eran medio psicóticos", comenta entre risas. "Pero decidieron publicarlo igual, con una mención honorífica", aclara. ¿Qué fue lo que atrajo a los editores mexicanos? "Creo que encontré una hendija", dice Isol. "Y también encontré gente con buena onda y predisposición para esperar a que el público entendiera el código de mis dibujos. Una vez que empezaron a vender, me llamaban para decirme: hacé más de esos dibujos psicóticos."
La puerta se abrió en grande. Un año después del primer libro editaba dos libros más (Cosas que pasan y Un regalo sorpresa). El camino ya estaba marcado, mientras se internaba en lecturas de Jean Paul Sartre y se enamoraba de las historietas del uruguayo Alberto Breccia.
Isol tampoco descuidaba su faceta musical. En 2000 se convirtió en la cantante de la banda de pop electrónico Entre Ríos, que circuló con fuerza en la escena under de Buenos Aires. Y también ponía su dulce voz en el Ensamble de Música de Cámara The Excuse, donde interpretaba canciones barrocas inglesas, alemanas e italianas del siglo XVII.
Y así llegaron los treintas
Fueron años de consolidación para Isol. Años de ganancias (muy importantes) y, también, pérdidas. En 2003 la convocaron para ilustrar El cuento de Auggie Wren, de Paul Auster. "Fue muy lindo", dice Isol. El texto no había sido escrito para ser ilustrado, sino que la idea surgió después. "Hice los dibujos y luego Auster los vio y le gustaron. Por suerte no me tocó un escritor que tuviera determinadas expectativas, porque si no me hubiese limitado muchísimo." También había empezado a colaborar con el escritor Jorge Luján ilustrando varios de sus textos, entre ellos Tic Tac, que ganó el premio Golden Apple en la Bienal de Ilustración de Bratislava 2003, Eslovaquia. "Trabajar con Luján fue una experiencia muy rica porque sus textos a veces son abstractos y eso me planteaba un desafío a la hora de dibujar", cuenta.
Isol comenzó a tener repercusión internacional. Haber colaborado con Auster y ganado un importante premio le dieron el empujón para que sus libros también se editaran en España, Francia, Estados Unidos, Suiza…, hasta en ¡Corea! Ella, de todas maneras, lo tomó con mucha tranquilidad y como una señal de que sus decisiones estaban en el sendero correcto.
Lo que empezaba a hacer ruido en su vida era, justamente, la música. La banda Entre Ríos entraba en cortocircuito e iba camino al naufragio. Por eso, Isol tomó la decisión de cortar por lo sano y abandonó la banda. "La experiencia fue buenísima, aprendí mucho y me hizo darme cuenta de que quería seguir haciendo música. Me dio como un background en el ambiente musical y aprendí a estar en escena", dice. La relación con el resto de los integrantes no era buena y, reconoce hoy, quizá tendría que haberse ido antes. "Yo ya tenía mis libros, me iba bien y quería hacer algo que musicalmente se pareciera más a mí", agrega.
Isol volvió entonces a encarar un proyecto con su hermano Federico, cuya firma artística es Zypce. "Él es un músico buenísimo, que inventa sus propios instrumentos y es un obsesivo del sonido." La admiración es mutua. De esa conjunción nació un disco, Sima, nombre que luego le darían a su proyecto musical, que tiene vida propia.
En 2007, el American Institute of Graphic Arts (AIGA), la más importante asociación de diseño de Estados Unidos, y quizá en el mundo, seleccionó entre 920 obras su libro Tener un patito es útil, como parte del anuario AIGA 50 Books/50 Covers. Todo estaba en su perfecto lugar.
Aquí y ahora
En el cuento La bella Griselda, Isol rompió los esquemas y dibujó a una princesa embarazada que pierde la cabeza (en tono gracioso) cuando tiene a su hijo. "No lo registré, pero lo dibujé antes de quedar embarazada. Salió el tema porque quizás había algo que se estaba procesando", dice. Los últimos años de Isol fueron intensos. En pareja con el dramaturgo, director de teatro y actor Rafael Spregelburd, y con un nuevo y pequeño integrante de la familia: Antón.
En 2011 publicó el libro Nocturno. Recetario de sueños, que tiene una tinta especial que se carga con luz solar o de lamparita y brilla en la oscuridad. Fue su última publicación antes de recibir una distinción que le cambió la vida. El 26 de marzo de 2013, Isol ganó el Astrid Lindgren, el premio más importante de la literatura infantil y que es otorgado por el gobierno de Suecia. El jurado sentenció que "Isol crea libros con imágenes desde las perspectivas de los niños que vibran con energía y emociones explosivas. Con facilidad y un humor liberador evoca también las páginas negras de la existencia". Isol fue elegida entre 207 candidatos de 67 países. "Lo viví con mucha emoción, pero también con tranquilidad", asegura. "Ahora soy madre, estuve viajando mucho y me llegan más ofertas de las que puedo aceptar. Además, siempre me tomé mi tiempo para dibujar, para buscarle la vuelta. No puedo hacer más de un libro por año y soy una agradecida de que los editores me banquen."
Con semejante reconocimiento debajo del brazo, Isol podría descansar en sus laureles y repetir la fórmula. Nada de eso. Como si todavía se tratara de aquella adolescente (idealista) que recorría las redacciones distribuyendo su fanzine, Isol no se queda quieta ni un minuto. Ahora está enfocada, otra vez, en unir sus dos mundos: el dibujo y la música. El 14 de agosto presentará Novela gráfica como parte integrante del grupo SIMA. Es un ambicioso proyecto que ideó junto a su hermano Zypce y que eleva la apuesta: además de un disco, el booklet es un fuelle desplegable de 84 páginas con ilustraciones, "como si fueran videos dibujados de cada canción". Isol está muy contenta con el resultado de Novela gráfica. La estética, esta vez, no fue sólo su responsabilidad: convocó a ilustradores de distintas partes del mundo para que participaran del proyecto.
¿Qué es lo que moviliza a esta artista de tiempo completo? Una búsqueda constante, pero siempre esquivando las etiquetas. "No somos un género fácil de clasificar", dice, en plural. Influida por el espíritu espontáneo de los años 80, pero con una idea modernita del arte, Isol dice que a la hora de pensar un proyecto se imagina a gente parecida a ella: "Es difícil pensar en el otro, es medio especulador. Le pregunto a gente, hago consultas, pero lo que me guía es lo que siento. ¡No debo ser tan rara!"
- Maquillaje Agustina Caparra para Estudio Frumboli