El 19 de noviembre es el día más importante del calendario social para Mónaco y para la familia Grimaldi. Siguiendo la tradición, el principado se engalana de rojo y blanco –los colores de su bandera– y las celebraciones tienen dos escenarios principales: la Catedral y el Palacio. Sin embargo, en un año marcado por la pandemia de Covid-19, el príncipe Alberto diseñó un programa respetando las restricciones sanitarias para evitar aglomeraciones y, por primera vez en la historia, los festejos de 2020 tuvieron lugar con el legendario balcón del Palacio Grimaldi cerrado. Esa ventana desde la que se ha escrito la historia de la familia real en esta ocasión no estará en las fotos. Eso sí, el savoir faire Grimaldi, que sirvió a los príncipes Rainiero y Grace para poner su reino en el mapa,sí estuvo presente.
En una mañana que amaneció soleada y luminosa, cerca de las 9.30 la Catedral se empezó a llenar con las autoridades del principado y con parte de la nueva generación Grimaldi que, como todos los invitados, pasó por un estricto control de temperatura antes de entrar. Andrea Casiraghi, Tatiana Santo Domingo, Pierre Casiraghi, Beatrice Borromeo, Alejandra de Hannover, Louis Ducruet y Marie Chevallier participaron de la ceremonia religiosa ocupando sus lugares habituales (los miembros de la familia por nacimiento en primera fila y los miembros por matrimonio en la segunda), y protegidos con tapabocas (algunos llevaban bordado el escudo nacional).
Con estricta puntualidad los príncipes Alberto, Charlene y Carolina hicieron su aparición en la plaza del palacio –que ya lucía el Puente de Hércules cubierto de flores rojas– y fueron escoltados hasta el templo dedicado a San Nicolás, donde la orquesta filarmónica del Principado anunció su llegada. Al comenzar el tedeum se pudo comprobar que las ausentes del gran día eran Charlotte Casiraghi (lleva tres años sin asistir a estos eventos), y sorprendentemente también la princesa Estefanía, quien nunca se pierde el Día Nacional, y sus hijas Pauline Ducruet y Camille Gottlieb. Los que nunca faltan y este año también ocuparon un lugar entre el público son los hermanos de Charlene, Gareth y Sean Wittstock, muy presentes en la vida pública del principado.
Para los monegascos era una cita muy esperada, ya que la familia real no se reunía en público desde el 17 de junio, cuando despidieron a su prima Elizabeth-Ann de Massy en un solemne funeral, también en la Catedral.
HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DE COVID-19
El soberano, que ha sufrido en carne propia el virus Covid-19, quiso hacer de la Fête Nationale también un homenaje a las víctimas de la pandemia y a los que luchan en primera línea por combatirla, por eso todos los miembros de la familia vistieron en tonos oscuros. Terminada la misa, el jefe del Estado y su mujer se subieron a sus coches oficiales eléctricos y recorrieron los ciento setenta metros que separan la catedral del Palacio, donde los festejos continuaron con una versión reducida del tradicional desfile militar y donde se produjo el gran momento del día: la llegada de los nuevos Grimaldi.
Primero fueron Pierre y Beatrice quienes sorprendieron trayendo de la mano a Stefano, de 3 años, y Francesco, de 2. Y minutos después se anunció la aparición del soberano y su heredero, el príncipe Jacques, que vestido de carabinero estaba listo para pasar revista a las tropas. Mientras su hermana melliza, la princesa Gabriella, buscaba su mano, la princesa Charlene seguía con atención todos los movimientos de su hijo. Como en cada una de sus apariciones públicas –ella muy risueña y él concentrado en su papel frente a la Compañía de Carabineros del Príncipe– Jacques y Gabriella se roban el corazón de todos, y no sólo en Palacio.
LA MÁS ADMIRADA
La princesa Carolina, siempre fiel a su cita con los festejos del Día Nacional de Mónaco, una vez más fue el centro de todas las miradas. Y no sólo por su habitual elegancia y glamour, sino porque ahora luce una melena color caramelo que no esconde las canas que fueron apareciendo con el paso de los años (son varias las royals que optaron por natural, entre ellas la reina Letizia de España).
2020 pasará a la historia de Mónaco como el año en el que los Grimaldi no se asomaron al balcón. Y no es poco, ya que a lo largo de las décadas esa fue su ventana de presentación al mundo. Al margen de los avatares que viviera la familia, la cita con los monegascos desde el balcón de palacio siempre fue sagrada. Hubo momentos tristes, como el primer balcón sin la princesa Grace o cuando Alberto se asomó convertido en príncipe y con el dolor por la muerte de su padre tallado en su rostro. La alegría tras el nacimiento de los tres hijos mayores de Carolina se contó desde ahí, como la tragedia que significó el accidente de Stefano Casiraghi. Tampoco hay que olvidar que el año pasado la princesa Carolina se asomó con cinco de sus siete nietos y que incluso hubo balcones que escenificaron la ruptura familiar, como cuando la princesa Estefanía se mostró con Daniel Ducruet muy lejos de donde se encontraba su padre.
Pese a todo, este año, son muchas las cosas que se celebraron el 19 de noviembre. Como la idiosincrasia monegasca, un status del que sólo presumen 39 mil personas de 108 nacionalidades distintas y que tienen en común –además de la pasión por sus trescientos días de sol y sus casinos– la posibilidad de vivir en un país totalmente seguro y sin impuestos. Por otro lado, es el Día del Soberano, que originalmente variaba según el nombre del príncipe reinante pero que Alberto II decidió mantener el 19 de noviembre en honor a su padre, Rainiero III, que llegó al trono un 19 de noviembre de 1949, fecha que hizo coincidir con su santo, Rainiero de Arezzo. Así que para los Grimaldi este también es un día de recogimiento, en el que honran la memoria del príncipe que fue el hacedor del principado tal cual lo conocemos hoy, y que murió el 6 de abril de 2005.
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