El artista fue uno de los que más se retrató y lo llamativo de sus cuadros es cuán distintos son uno del otro; dos expertos analizaron su arte y lo relacionaron a las distintas etapas de su existencia
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“Siempre pienso que las fotografías son abominables, y no me gusta tenerlas a mi alrededor, particularmente si son de las personas que conozco y amo”, le escribió Vincent van Gogh a su hermana Wil. “Las fotos se marchitan mucho antes que nosotros, mientras que el retrato pintado es una cosa que se siente, se hace con amor o respeto por el ser humano que se retrata”.
Su inicial desdén hacia lo que en aquel tiempo era un reciente avance tecnológico (al final de su vida cambió de opinión: “¡Ah, qué obras podríamos hacer con la fotografía y la pintura!”), quizás explica por qué lo que ves al inicio de esta nota es el único retrato fotografiado que se conoce del gran pintor holandés del siglo XIX.
Su rostro, no obstante, nos es familiar gracias a que fue uno de los artistas que más autorretratos pintó (35), a pesar de que era un reto, según le dijo a su hermano Theo: “Es difícil conocerse a uno mismo, pero tampoco es fácil pintarse”.
“Entre los grandes predecesores de Vincent, solo su compatriota Rembrandt pintó más autorretratos más (40), pero fue durante una carrera cuatro veces más larga”, apunta en conversación con BBC Mundo Martin Bailey, autor de Van Gogh Finale: Auvers and the Artist’s Rise to Fame.
No sorprende entonces que muchos tengamos una imagen tan clara de ese hombre de ojos claros y barba roja al que reconoceríamos sin dudar en medio de una multitud. ¿O quizás no?
Este es Van Gogh
“Lo que más me sorprendió fue cuán distintos son”, le dijo a BBC Mundo la doctora en arte Karen Serres quien, por primera vez en la historia, reunió 16 autorretratos del pintor en la galería The Courtauld de Londres. “Fue muy interesante porque había visto las obras por separado y pensé que, al colgarlos todos, me encontraría con una misma persona mirándome desde todas las paredes. Pero eran tan diferentes... más bien como miembros de una misma familia”, agregó.
“Sencillamente me reconfortó, ya que me recordó que era un artista increíblemente variado, no uno que siempre hacía lo mismo”.
Estas dos obras son una muestra de cuán versátil era:
¿Notaste que a duras penas pasó un año entre el primero y el segundo? Van Gogh solo decidió que se iba a dedicar al arte cuando tenía 27 años, luego de trabajar como marchante de arte en La Haya y Londres, maestro de escuela en Inglaterra, librero en Dordrecht y predicador en Bélgica. Cuando finalmente encontró su vocación, aunque tuvo un poco de instrucción formal, se fue desarrollando como pintor a través de la observación, la práctica y la búsqueda de su modo de expresión.
Fue esa búsqueda lo que, en parte, produjo retratos tan disimiles. “El primero es tan hermoso y me encanta que tiene un poco de azul en su pañuelo, porque ya sabe que el azul contra su barba roja es un tipo de contraste de color realmente interesante”, señala Serres.
“El segundo es el que sus amigos llamaban ‘el rostro fogoso de Van Gogh’ y lo pintó después de experimentar con el puntillismo. Los puntos ya se han convertido en brochazos, que parecen irradiar del centro de su cara”.
“Autorretrato como pintor”, probablemente el último que completó durante su estadía de dos años en París, “muestra su asombroso progreso”, señala Bailey.
El artista escribió que había estado buscando “una semejanza más profunda que la del fotógrafo”, y la esposa de su hermano Theo, Jo Bonger, lo elogió como el autorretrato que era “más parecido a él”.
Razones y revelaciones
Van Gogh pintó los 35 retratos que se le conocen en los últimos tres años y medio de su vida. En ellos aparece con o sin sombrero; con barba o afeitado; con el pelo corto, rapado o descuidado; con las mejillas hundidas (le sacaron 10 dientes en Amberes, lo que le hacía parecer mayor de los 30 años que tenía) o con su dentadura postiza de caucho vulcanizado; con vestimentas de pintor o trajes formales...
¿Proporcionan algún índice de su bienestar, autoimagen o estado psicológico?
“Yo creo que es casi inevitable pensar en su suicidio y su lucha con su enfermedad mental cuando mirás su obra, pues desde que murió todo entró en la misma malla: su vida, su arte”, dice Serres.
“Pero precisamente una de las cosas que queríamos hacer era mostrar que él usaba los autorretratos por muchas razones distintas. La introspección era una pequeña parte de ellas, que solo aparece al final”.
Así como en ocasiones pintó autorretratos para probar diversas exploraciones técnicas, como contrastes de color o pinceladas, en otras lo hizo por falta de modelos, pues no tenía dinero para pagarlos y “parecía tener una aversión general a pintar a amigos cercanos y familiares”, como señala Bailey.
“Sin modelos, la forma más sencilla de desarrollarse como retratista es pintarse a sí mismo, ya que esto solo requiere el uso de un espejo”, subraya el destacado especialista en Van Gogh y escritor para The Art Newspaper.
El mismo Van Gogh le escribió a Theo en 1889: “Estoy trabajando en dos retratos de mí mismo en este momento, a falta de otro modelo, porque es más que hora de que haga un poco de trabajo de figuras”.
“De hecho, solo pintaba cuando se sentía bien -señala Serres-, o cuando está tratando de usar pintura para sentirse mejor. En sus cartas dice: ‘Si me recupero será gracias a mi arte’”.
“A mí me parece tan valiente y tan ambicioso el que simplemente siga adelante y no se revuelque en su dolor”.
Además, agrega Bailey, “la mayoría de sus autorretratos fueron pintados antes de que su enfermedad se manifestara”.
Aparte de un puñado, “los demás autorretratos no la representan y yo creo que es muy arriesgado sacar conclusiones sobre su estado mental de ellos”.
“Es cierto que se ve muy serio en sus autorretratos, pero eso es algo que generalmente ocurre porque tenés que estar mirándote en un espejo y, a menos de que te obligues a poner una sonrisa cursi como a veces hacemos hoy en día, estás concentrándote y tratando de capturar tus rasgos”.
Recordá también que pintarte toma mucho tiempo... “¡No podés sonreír por 3 horas!”, enfatiza el experto. Así que si en un autorretrato se ve triste, nunca sabremos si lo estaba cuando empezó a pintarlo o así quedó al final, y es maravilloso no porque nos deje ver su tristeza, sino porque pintó algo lleno de expresión.
Si los rostros de Van Gogh revelan algo, es su desarrollo estilístico, pero es difícil concluir algo más sobre su personalidad o incluso su apariencia, “aparte del color de su barba”, apunta Bailey.
No obstante...
A pesar de que “con la exposición queríamos un poco desafiar ese instinto que tenemos de buscar en sus obras lo que sabemos de su vida, por supuesto, no podés evitar el asunto completamente”, confiesa Serres.
La primera gran crisis de salud mental de Van Gogh ocurrió el 23 de diciembre de 1888, cuando se cortó gran parte de la oreja izquierda, luego de una disputa con su amigo y colega artista Paul Gauguin.
“El ‘Autorretrato con la oreja vendada’ es muy interesante porque él deliberadamente se representó tres semanas después de mutilarse, así que es claramente una reflexión de su estado mental”, le dice a BBC Mundo Bailey.
A pesar de la frágil salud de Vincent, el “Autorretrato con la oreja vendada” es una imagen muy cuidadosamente compuesta, ciertamente no el trabajo impulsivo de un “loco”, resalta el experto.
Y está lleno de incógnitas, agrega.
¿Por qué lo pintó? ¿Cuál es el mensaje? “Uno puede leerlo como una determinación optimista de volver a pintar y desafiar sus problemas o como una llamada de auxilio, o ambas. Nunca sabremos qué estaba en su mente, pero como todo gran arte plantea interrogantes interesantes”.
Tras una serie de recaídas, el 8 de mayo de 1889, Van Gogh ingresó voluntariamente en el asilo de Saint-Paul-de-Mausole, ubicado en un antiguo monasterio cerca de Saint-Rémy, Francia. Permaneció allí durante un año, durante el cual su salud mental fluctuó significativamente.
Hacía el final de su estadía, pintó dos autorretratos con apenas una semana de diferencia: el primero, cuando aún estaba en medio de la grave crisis de salud mental que había sufrido a mediados de julio; el segundo, mientras se recuperaba. Hasta la exposición de The Courtauld, nunca estuvieron colgados uno al lado del otro.
“Ver estas obras juntas es una experiencia increíblemente conmovedora, la encarnación de la resiliencia y el coraje de Van Gogh frente a la adversidad personal”, indica Serres.
“Muestran lo que la pintura significó para él y para su recuperación, y cómo fue capaz de crear, en las circunstancias más difíciles, obras que siguen siendo increíblemente poderosas más de un siglo después”.
El primero “es un autorretrato muy perturbador y sí parece mostrar a alguien con problemas de salud mental”, le explica Bailey a BBC Mundo.
“En poco más de una semana logró pasar de esa obra tan desgarradora y tan distinta a lo que usualmente hace -porque usa el cuchillo de la paleta para rascar la pintura-, a la optimista de unos días después”, apunta Serres.
“Para mí, el hecho de que en el segundo se hubiera retratado con la paleta -algo que solo hizo en tres de sus 35 autorretratos- es como si estuviera recuperando su sentido de identidad. Es una especie de reafirmación: hasta aparece con su maravilloso blusón de pintor azul”.
Bailey concuerda: “Ese autorretrato era un mensaje -a su médico, a sus compañeros de asilo, a su hermano Theo y, lo que es más importante, a sí mismo-: habiendo salido de otra crisis, estaba absolutamente decidido a seguir su vocación como artista”. Y lo hizo con gran esfuerzo. Pero su recuperación duró poco. Menos de un año después, se pegó un tiro en el pecho en medio de un campo de trigo, regresó tambaleándose a su habitación en el Auberge Ravoux y murió el 29 de julio de 1890.
Su legado solo fue ampliamente reconocido póstumamente.
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