Cuando lo conoció no le interesaba, años después se reencontraron y entre ellos comenzó una historia que atravesó caminos impensados
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Fidel le propuso casamiento a Claudia a comienzos del año 2020, tras dos décadas de un romance que había atravesado los días más sublimes y las peores tormentas. Claudia observó al hombre parado ante ella y reconoció en su mirada el profundo amor y recordó cada vez que él le sostuvo la mano y la ayudó a levantarse en cada una de sus caídas. Y entonces observó a sus hijos y en ellos descubrió el brillo de la felicidad genuina: la noticia de una boda entre sus padres les significaba tocar el cielo con las manos.
Sin embargo, la boda no pudo ser. Las circunstancias, impredecibles como lo habían sido a lo largo de sus vidas, los sorprendió -como al mundo entero- con la noticia de la pandemia; la celebración proyectada para aquel año tuvo que ser cancelada, marcando una vez más que el control es solo una ilusión.
El rechazo, el paso de los años y una tarde que lo cambió todo
Claudia apenas tenía 17 cuando conoció a Fidel, un chico no tan chico que ya había tocado sus 27 años. Apenas la vio quedó encandilado, pero ella, en apariencia tan joven, ya llevaba una vida sumergida en quehaceres adultos, consecuencia de una maternidad temprana. Fidel se acercó a ella en un intento de conquistarla, pero Claudia lo rechazó: “No me gustaba y yo estaba con la cabeza en otra”, dice hoy, mientras rememora su historia.
Hubo un par de intentos más por parte de Fidel, pero ninguno de ellos rindió sus frutos y cada uno continuó con su vidas, alejados, sin imaginar que años más tarde el destino los pondría una vez más frente a frente: “Mi hermana se había puesto de novia con el hermano de Fidel; me reencontré un tiempo después en la casa de sus padres”, cuenta Claudia, quien para entonces ya era una mujer adulta.
Aquel día todo cambió, era una tarde de verano, un partido de fútbol River-Boca los había reunido y ambos se hallaron envueltos en un diálogo diferente. Descubrieron que llevaban a River Plate en su corazón y juntos se emocionaron con la ventaja de su equipo, mientras las charlas y las risas surgían naturalmente. Y entonces Fidel, como en los viejos tiempos, la invitó a una cita. Esta vez la joven aceptó.
“Pasaron las semanas y comenzamos a pasar más tiempo juntos, cuando él podía, por su diagrama de trabajo”, continúa Claudia. “Nos pusimos de novios en el 2002. Yo vivía sola en un departamento que alquilaba, tenía mi trabajo medio tiempo, pero me alcanzaba para vivir bien junto a mis dos niños, muy pequeños. Él los amó como si fuesen suyos, se aceptaron y adoptaron”.
Piedras en el camino que ponen a prueba el amor: “No caer y darme por vencida”
La primera piedra pareció grande, pero resultó ser tan solo una pequeña prueba en un camino que supo mostrarse espinoso. La madre de Fidel no festejó la noticia al enterarse de que su hijo estaba en pareja con Claudia. Tampoco su hermana. No fueron tiempos fáciles, pero con el paso de los meses, ambas comprendieron que el amor entre ellos era mutuo, profundo, verdadero: “El tiempo lo curó todo”, asegura Claudia, hoy.
Pero no fue solo el tiempo, también fueron ellos, que pronto comprendieron que para que una relación fluya por buen camino, el romance debía ser siempre prioridad. Y así, desde el día de la primera cita, Fidel le llevó un ramo de flores, chocolate y le obsequió una cena de a dos romántica: “Una costumbre que mantiene”, asegura.
Tras tres años juntos, decidieron ser padres. Más adelante pudieron tener su hogar propio y formar una familia sólida: “Él trabajaba duro fuera de la ciudad y volvía cada veinte días, pero eso nos fortaleció”.
Con sus hijos más grandes, Claudia también regresó al trabajo. La vida le sonreía y la armonía parecía reinar, cuando una piedra ya no tan pequeña volvió a interponerse: un cáncer maligno, una operación de urgencia y un infierno que se instaló en su realidad con apenas 29 años: “Fue duro, pero siempre estuvo a mi lado el amor de mi vida apoyándome para no caer y darme por vencida”, dice Claudia, emocionada.
Los años pasaron, el tratamiento no funcionó, y entre cirugías y medicación, Claudia creyó morir. Cada día lo agradecía como un regalo, horas obsequiadas para estar junto a sus hijos y su amor: “Pedía llegar a los 15 de mi hija y 18 de mi hijo, y poder ver a mi bebé, que por entonces tenía 5 años, crecer”.
“Un día hablamos con mi esposo. Le dije que si me pasaba algo rehiciera su vida y que se asegurara de que amaran a nuestros hijos como yo”.
Las bodas fallidas y el final luminoso
Tras años de lucha, lágrimas y amor, Claudia superó la peor tormenta y vio a sus hijos crecer. Y así, el 2020 llegó la propuesta de casamiento para celebrar lo que durante dos décadas nunca menguó: el amor.
La pandemia cambió los planes, y la pareja decidió casarse en abril de 2021, algo que tampoco pudo ser. La vida volvió a golpear con la muerte de la madre de Claudia, que partió el 21, apenas seis días antes de la fecha de la boda.
Como lo hicieron a lo largo de su vida, Claudia y Fidel volvieron a levantar cabeza, decididos a celebrar el amor, que trasciende las dificultades y las dimensiones. Finalmente, se casaron el 27 de agosto de 2021 y el 18 de diciembre por iglesia.
“Fue sellar nuestro gran amor, somos un gran equipo, él un hombre maravilloso, mi cable a tierra, mi gran apoyo, junto a mis hijos, Juan Marcelo, Giselle Ailén y Evelyn Malen”, se conmueve Claudia, quien hoy tiene 41. “Este 2023 me diagnosticaron con Lupus y Artritis, pero ellos siempre están a mi lado, mi familia, mi equipo. Fidel, por fortuna, ya no trabaja lejos de la ciudad y hoy vuelve todos los días a casa”.
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