Tragedia, muerte, belleza, misterios, elegancia, abandono, fantasmas y asesinato. Algunas de las palabras con las que se puede empezar a definir a El Castillo San Franscisco (o Castillo de Egaña), ubicado en la pequeña localidad de Egaña, en el Partido de Rauch, a poco más de 275 km de la ciudad de Buenos Aires.
Se trata de una vieja mansión (que contaba con 77 habitaciones y con 14 baños) que tardó 12 años en ser construida. El castillo (que tenía dos cocinas, galerías, patios, taller de carpintería, terraza, mirador y balcones) fue edificado entre los años 1918 y 1930 por el arquitecto Eugenio Díaz Vélez, nieto de Eustoquio Díaz Vélez, prócer de la Independencia Argentina.
La leyenda del Castillo
Eugenio construyó el castillo basado en un estilo arquitectónico europeo ecléctico. Para ese fin utilizó materiales de primera calidad provenientes desde Buenos Aires como de Europa.
"El día de la inauguración ocurrió una tragedia: estaban todos los invitados en el castillo a la espera del dueño, que llegaría de Buenos Aires. Esperaron por varias horas hasta que llegó la información de su muerte. La noticia fue tan trágica e inoportuna que todos los invitados se fueron, de repente, dejando todos los preparativos para la fiesta, inclusive las mesas servidas. Por algún motivo, su única hija y heredera, nunca más volvió al lugar y estuvo cerrado durante 30 años hasta 1960", describen en el sitio conocelaprovincia.com.ar.
Cuando su dueño falleció, el 20 de mayo de 1930, "San Francisco" fue heredado por su hija mayor, María Eugenia, quien arrendó las tierras. "Todo parece indicar que no fue una decisión acertada. Los actuales descendientes coinciden en afirmar que, desde entonces, se inició la lenta y persistente decadencia de la estancia y su fabuloso edificio", reflejan en el mismo sitio.
De un castillo a un reformatorio
En 1960, la propiedad pasó al Estado, y, luego de 30 años, sus 77 habitaciones, 14 baños y dos cocinas vieron nuevamente la luz del sol cuando se convirtió en reformatorio. Se hicieron adaptaciones acorde a las necesidades de los nuevos habitantes, perdiendo parte del estilo original.
Lo que se había tratado de un lujoso emprendimiento para el pueblo se convertía, de repente, en un hogar/granja donde se creó un reformatorio en el que desde 1969 hasta 1979 vivieron jóvenes con problemas de conducta.
Si bien no se conocen los detalles, en 1974, y tras un asesinato que no quedó del todo claro, los menores fueron trasladados y el castillo quedó, una vez más, deshabitado y abandonado.
"Por la reconstrucción del Castillo de Egaña"
A fines del 2010 y motivados por un pedido de demolición del castillo, un grupo de vecinos de la zona se auto-convocó para impedirlo. Lograron conseguir 1.000 firmas que pusieron fin a ese intento de demolición. A partir de ese momento, unos 15 vecinos decidieron ir al lugar para comenzar con tareas de limpieza ya que el castillo estaba abandonado desde hacía 30 años. "Los árboles habían avanzado sobre las paredes del castillo, había mucha caca de paloma y de a poquito comenzamos a ponerlo mucho más lindo. A la gente le empezó a gustar, pero todo lo hacíamos a base de nuestros bolsillos", cuenta Sergio Bilbao a LA NACION, uno de los referentes del grupo "Por la reconstrucción del Castillo de Egaña".
Tras una reunión con el Ministerio de Asuntos Agrarios, el grupo de vecinos logró la autorización para poder cobrar un bono de $ 50 a los turistas argentinos y de todas partes del mundo que tenían curiosidad por visitar el castillo. Con esos ingresos (las visitas eran solamente los domingos), cuenta Bilbao, pudieron mantener algunos gastos.
"A la gente le encantaba ir a pasar el día, hacer un asadito, anotarse en las caminatas por los senderos, otros lo hacían con sus bicicletas, armamos festejos por el día de la primavera, invitamos a artesanos", detalla Bilbao.
"Los fantasmas no existen, pero en esos momentos lo ponés en duda"
Hace 10 años que Federico Filip dejó Buenos Aires para irse a vivir a Tandil, una ciudad que queda a unos 75 kilómetros de Rauch.
"Desde que llegué a Tandil escuchaba historias sobre ´El Castillo de Egaña´ así que un día cargamos el equipo de mate, agarramos el auto y nos fuimos a descubrir de qué se trataba eso. Es una sensación muy rara. Estas como muy expectante a cualquier movimiento o sonido. Los fantasmas no existen, pero en esos momentos lo pones en duda. La sensación es agradable pero a su vez estas tenso. El recorrer lugares abandonados siempre me pareció un gran programa", expresa Filip, que dirige el ciclo de charlas "Viajes Extraordinarios" que creó con el objetivo de inspirar a las personas y motivarlas a viajar, reivindicando a los viajes como experiencias profundamente transformadoras.
Filip (que fue al castillo en tres oportunidades) cuenta que lo que más le llamó la atención fue lo "enorme" que es y lo hermoso que debería haber sido cuando estaba en buenas condiciones. "Es inevitable ir recorriendo los espacios imaginándose a las personas habitándolo, los muebles, la decoración, los diálogos. Porque si bien quedan solo paredes y aberturas, aún es posible descifrar a qué espacio de la casa correspondía cada sala. El atractivo tiene que ver con la imponencia de una construcción de ese tipo en el medio del campo, alejado varios kilómetros de la ciudad y hasta del asfalto porque se llega solo por camino de tierra. Hoy los tipos de construcción que uno encuentra son muy distintos a este y estar frente a un tipo de arquitectura así nos permite viajar imaginariamente a otra época", finaliza Filip.
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