En 2019 se cumplen 150 años de la emisión de la primera tarjeta postal. Sucedió en Austria, y su éxito fue tal, que pronto circularon en todo el mundo. A finales del siglo XIX incorporaron la fotografía, se coleccionaron con pasión y hoy sirven de importante documento historiográfico. Aquí un repaso de la historia del mundo en 9 x 14 cm.
En octubre de 1869, el correo del imperio austrohúngaro emitió la primera tarjeta postal del mundo. El padre del genial invento fue Heinrich von Stephan, consejero postal del reino de Prusia que, pocos años antes, había propuesto en la conferencia de Karlsruhe la creación de una tarjeta de cartulina de 12 x 16 cm, que llevara impreso el sello postal y cuyo reverso se reservara en blanco para una breve comunicación. El "quid" de la cuestión era el precio: costaría la mitad que una carta común.
Su jefe, el director de correos, rechazó de cuajo la propuesta. Atentaba contra la intimidad –¡a quién se le podía ocurrir que todos, empezando por el cartero, leyeran el mensaje!–, pero von Stephan no se desanimó. Imprimió un folleto con la explicación y lo repartió entre los delegados de esa conferencia. Fue el Dr. Emanuel Hermann, profesor de la Academia Militar Theresia, de Viena, quien, en enero de 1869, publicó en el Neue Wiener Presse un artículo acerca de "un nuevo medio de correspondencia por intermedio del Correo". Las autoridades postales austríacas tomaron nota y decidieron emitir la primera tarjeta postal.
En el primer mes se vendieron un millón y medio. La novedad y el reducido costo era un atractivo. Por su naturaleza poco privada, a poco de haber salido hubo que establecer reglas. Primero, la medida estándar de 14 x 9 cm, la obligatoriedad de que digan "tarjeta postal" estaban prohibidos los insultos y siempre debían estar firmadas. El correo británico emitió las suyas en 1870, al igual que Suiza y el reino de Württemberg (hoy parte de Alemania). Con estilos parecidos, siguieron Canadá en 1871, Francia y los Estados Unidos en 1873, e Italia en 1874. La Argentina puso en circulación sus primeras tarjetas postales en 1878.
La Unión Postal Universal surgió en 1874, de modo que las postales –surgidas para uso interno dentro de un país– pronto pudieron circular al extranjero y ser aceptadas por todos los correos.
Publicidad no encubierta
Al poco tiempo, el hecho de ser una comunicación al descubierto –sin sobre– atrajo la consideración de las empresas que vieron en la tarjeta postal un vehículo de publicidad a muy bajo costo: su marca era vista por todos los que intervenían en el transporte y distribución, además del destinatario. Así fue como los reversos se cubrieron de avisos y mensajes de todo tipo.
Hasta la década de 1890, los correos mantuvieron el monopolio sobre la emisión de las tarjetas postales. Ya entrando el nuevo siglo, comenzaron a permitir el ingreso de editores particulares y aceptar el uso de imágenes.
En nuestro país, las primeras tarjetas postales con vistas fotográficas se emitieron en 1897, amparadas en una resolución que decía que gracias a él "se consigue hacer conocer en el exterior el grado de adelanto y civilización que denotan los principales monumentos, obras públicas…, etc, etc.". Para ello, se solicitó a la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados (S.F.A de A.) una decena de vistas que fueron impresas al frente, en el ángulo inferior izquierdo, con leyenda explicativa correspondiente: Avenida de Mayo, calle Santa Fe, avenida Callao, Estatua de San Martín, Dique de carena, Puerto Madero, Dique 1, Dársena Sud, Boca del Riachuelo (parcial y general) y Estación del F.C. Sud. Fueron impresas por la Compañía SudAmericana de Billetes de Banco, de Buenos Aires, que era la imprenta más importante de América Latina y tenía el monopolio para la impresión de los sellos y especies postales argentinas de la época.
Más adelante se impusieron otros editores de tarjetas postales como Peuser y Rosauer. Este último se caracterizó por incluir siempre el crédito del fotógrafo, hábito que, además de ser noble, nos permite documentar con rigor cada imagen. En aquellos tiempos, la noción de derecho de autor no existía en ningún sentido: los fotógrafos podían vender sus fotos a más de un editor, al igual que ellos no tenían obligación de incluir su nombre junto al del lugar y la provincia que se reproducía.
Siglo XX: el apogeo
Una vez que, en 1903, el correo "desreguló" la exclusividad del franqueo de las tarjetas postales a mitad de precio para la industria privada, surgieron muchos editores, y los propios fotógrafos se dieron cuenta de que les convenía editar sus propias tarjetas postales.
El correo argentino, sin embargo, siguió editando sus postales. Las imágenes cumplían una función educativa: les mostraban las 14 provincias que había en 1902 a los inmigrantes que no dejaban de llegar, y creaban conciencia acerca del conflicto de límites con Chile difundiendo imágenes de la Patagonia ese mismo año.
En 1903, cuando se cumplían 50 años de la sanción de la Constitución Argentina, el correo tomó los daguerrotipos que el pintor y músico francés Amadeo Gras había hecho de los 26 congresales de Santa Fe (incluido Urquiza como Presidente de la Confederación Argentina) e imprimió sus retratos con forma de óvalo en el ángulo superior izquierdo del reverso.
Hasta que comenzó la Primera Guerra Mundial en 1914, el coleccionismo de tarjetas postales fue tan exitoso que llegó a conocerse como cartomanía. Era una costumbre especialmente femenina la de intercambiar vistas –y otras tarjetas postales, con figuras de animales, niños, flores, bordadas en seda y otras fantasías que surgieron por entonces– a razón, en algunos casos muy próximos a la patología, de decenas por día.
Editores argentinos
La historia de las tarjetas postales se entrevera con la de la fotografía y los álbumes, que eran la manera de reunirlas y disfrutarlas hasta entonces. En general, las fotografías se copiaban en gran tamaño y se montaban sobre cartones. Eran artículos caros y sólo aptos para minorías. Las postales, en cambio, salían centavos y si bien es cierto que el formato era mucho menor, el factor del precio popular colaboró a su éxito arrollador. Pronto, los fotógrafos del momento se vieron obligados a sumarse a esta nueva ola.
Los pioneros fueron aquellos que no habían trabajado tanto en el retrato social de los personajes de la aristocracia, los fotógrafos de "vistas", como el nortemericano Harry G. Olds, Eugenio Avanzi, Samuel Rimathé, Enrique C. Moody, Samuel Boote, y la S.F.A. de A., entre otros.
Los editores también se multiplicaron: a los más grandes como Peuser, Rosauer o Kapelusz, se unieron Pita & Catalano, G.B. Pedrocchi, Mitchell’s (especializado en la colectividad inglesa), Zaverio Fumagalli y Stephen Lumpert (Casa Pernegg), entre otros. Algunos editores contrataron fotógrafos para hacer tomas para sus postales. Es el caso del fotógrafo Segundo Finizzola para la Librería del Colegio (la tradicional de Alsina y Bolívar, que al comercio de libros, había sumado la edición de postales), o el de José A. Rey de Mar del Plata.
A finales del siglo XIX, con la incorporación de la fotografía en el frente de una cartulina preimpresa que contenía todos los requisitos de la Unión Postal para ser franqueada –en una medida ya estandarizada en 9 x 14 cm– se dio el auge de las tarjetas postales fotográficas. Por unas monedas ya no sólo podía enviarse la tarjeta postal que mostraba tal ciudad, tal monumento, o el lugar elegido para las vacaciones, sino también ¡un retrato!, una instantánea propia "desde estas lejanas playas".
Después del paréntesis al que obligó la Primera Guerra Mundial, aparecieron nuevos fotógrafos y editores en todo el país. Boschetti en Chaco, y Gastón Bourquin en sus diversas etapas: primero solo, luego como "Bourquin y Cía" y, finalmente, asociado con otro grande de la fotografía y muy significativo en el mundo editorial de marras: Federico Kohlmann.
Los 40 fueron años de esplendor. El turismo hizo de efecto multiplicador. Las noticias y las imágenes circulaban respaldadas en el éxito de esa comunicación breve, económica y efectiva. La televisión y el teléfono no tenían la penetración que ganaron más tarde, convirtiéndolos en las primeras amenazas y verdugos. Una vez entrado el siglo XXI el mail, el whatsapp y la selfie dieron la estocada final. En el vértigo actual, la inmediatez de la comunicación está garantizada, pero difícilmente esos mensajes se atesoren como estos que son fiel testimonio del siglo que se fue.
Esta nota fue publicada en la Edición Especial Fotografía Argentina que Revista Lugares acaba de publicar para suscriptores y en kioscos de todo el país.
Héctor Pezzimenti es fundador y director de CEITPA (Centro de Estudio e Investigación de la Tarjeta Postal y Fotografía en Argentina). Su colección supera las 60.000 tarjetas postales.
Héctor Pezzimenti
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