“Le dediqué a esta obra gran parte de mi vida y por eso ella está muy íntimamente ligada a mí”, decía el empresario
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Carlos Pedro Blaquier vivía en un piso sobre la calle Basavilbaso. Solía pasar los fines de semana en Nordelta, en una casa que le había regalado a su mujer, Cristina Khallouf, en el barrio Castores, sobre la laguna. Sin embargo, su gran creación, unos de sus máximos orgullos, era La Torcaza, una imponente mansión en Las Lomas de San Isidro que nunca habitó.
No es secreto, sería imposible de esconder: desde la calle Sucre, entre Jacinto Díaz y Nicolás Avellaneda, detrás de una ligustrina que se extiende por toda la cuadra, asoma la imponente construcción de ladrillo a la vista y techos de pizarra negra. A través de Google Earth se perciben mejor sus proporciones: es enorme, el predio sobre el que se extienden el jardín y la casa, de 21650 metros cuadrados, parece duplicar en tamaño a todo el barrio cerrado lindero.
La Torcaza es una casa de relaciones públicas: ninguno de los Blaquier vive o vivió allí. Ni siquiera Carlos Pedro, su creador, que dirigió su construcción y estuvo hasta en el último detalle. La mansión fue concebida como un club privado, un lugar para recibir amigos, organizar reuniones sociales y también comidas de trabajo, además de los clásicos conciertos.
El diseño, los planos, demoraron dos años. La ejecución de la obra, 18 años más. Decía Carlos Pedro: “Cuando esta aventura comenzó yo tenía 50 años, y cuando terminó había alcanzado los 70. Es decir que le dediqué a esta obra gran parte de mi vida y por eso ella está muy íntimamente ligada a mí″. Los planos llevan la firma del arquitecto Fernando Rueda.
La Torcaza no tiene “calor de hogar”. El mármol está presente en toda la mansión: piso, paredes, bañeras, mesas... hasta en la cama del dormitorio principal. Utilizó 26 variedades de mármoles que trajo de Italia, Grecia, Turquía, Bélgica y Sudáfrica, además de otros 6 tipos de piedras. Carlos Pedro la concibió como “una obra de protesta contra la cultura de lo descartable”. Justamente, en una de las paredes externas de la casa, junto a una chimenea exterior, mandó a colocar una placa donde dejó grabado en bronce su deseo: dice, en otras palabras, que La Torcaza no debe ser vendida jamás, que debe ser mantenida como un templo. El fideicomiso que administra su patrimonio es el responsable de cumplir su voluntad.
En un poema que escribió el 1 de diciembre de 1997, Carlos Pedro Blaquier explica cómo eligió el nombre para la propiedad:
Torcaza de raudo vuelo,/ gris perla son tus colores,/ paloma de nuestra pampa,/ torcaza de mis amores.//
Cuando la tarde anochece/ y ya sólo grita el tero,/ surcás veloz el espacio/ de retorno al dormidero.//
Arrullo de horas de siesta,/ amores de primavera,/ entre las aves del cielo/ para mí sos la primera.//
Por eso puse tu nombre/ a tan querida morada,/ un nombre que es femenino,/ un nombre de enamorada.//
Paloma de las taperas,/ la tierra amiga del hombre,/ has bautizado mi casa,/ gracias te doy por tu nombre.//
Torcaza de nuestras tierras,/ torcaza de nuestros cielos,/ tus alas son portadoras/ de mis mejores anhelos.//
La casa principal de La Torcaza tiene una superficie cubierta de 5.400 metros cuadrados. Los ambientes se dividen principalmente entre ocho habitaciones, sala de música, dos vestuarios para la pileta de natación y salones de recepción que fueron bautizados con los nombres de las estatuas que los presiden.
Tan orgulloso estaba Carlos Pedro Blaquier de su creación que mandó a imprimir tres libros que, bajo el título “La Torcaza”, muestran al detalle la propiedad. Se los regaló a sus amigos íntimos y también a sus invitados ocasionales. En la única foto que se lo ve junto a Cristina Fernández de Kirchner, Blaquier aparece entregándole un ejemplar de “La Torcaza”. Algunas copias pueden conseguirse también en internet, a través de Mercado Libre, con precios de lo más variados: desde 3000 a 23000 pesos.
Las imágenes, de altísima calidad, están firmadas por el fotógrafo José Luis Rodríguez. El tercer tomo está dedicado exclusivamente a las esculturas que hay en la casa.
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