La oscura trama de la masacre de Merlo: un restaurante, dos asesinos y una mafia llamada Cabeza de Serpiente
Artes marciales, dinero y venganza son los condimentos de esta historia que puso en vilo a los habitantes de Merlo, Buenos Aires
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El ser humano se encargó de reescribir la tragedia. No es raro encontrar en internet, en el periódico o en la televisión varios casos que parecen recreados de una película de Alfred Hitchcock. Las narrativas y los testimonios relacionados a este tipo de hechos pueden ser muy macabros, para algunas personas, así como interesantes para otras. No es de extrañar que relatos relacionados con masacres, asesinos en serie, sufrimiento, suspenso y tragedia sean muy seguidas y famosas.
Si se habla de crímenes que hayan marcado la historia de una sociedad, cada país tiene alguna o varias para contar, a lujo de detalles; ya que si algo marcó la historia del ser humano es la cantidad de eventos desafortunados que se han desencadenado por culpa del egoísmo de algunos pocos que terminaron por dañara propios y ajenos.
Un ejemplo es el caso de la llamada Masacre de Merlo, ocurrida en la localidad homónima del Gran Buenos Aires, Argentina, el cual involucra aspectos ciertamente correlacionados, pero que no justifican la atrocidad y la sevicia.
La familia Ying
Yen Yu Ying era un inmigrante taiwanés que era dueño de un restaurante que quedaba a pocas cuadras del centro de Merlo. Era una construcción en forma de L, la cual se conectaba a su residencia a través de una puerta lateral.
En dicha casa vivía junto con su familia: Mei Ying Lin, su esposa; Hsueh Chen China, su suegra; y Hsiung Shih Lin y Cheng Yen Lin, sus hijos de nueve y siete años respectivamente.
El clan de los Ying habían ganado una reputación muy importante en Merlo, ya que dicha localidad no gozaba de un lugar cuya oferta gastronómica se salía de los estándares culturales. El restaurante de Ying, sin embargo, no era ajeno a la realidad de cualquier país latinoamericano, por lo que vivía del rebusque gracias al olor a pescado frito que emanaba de su cocina, así como de los nombres de los platos que pueden sonar extravagantes para un occidental.
La situación económica estaba dura; la familia taiwanesa vivía con lo justo para comer y mantener su pequeño negocio a flote, por lo que, haciendo una introspección, Yen se dio cuenta que puede utilizar un matiz de su personalidad para poder hacer un ingreso extra.
El hombre era especialista en artes marciales (principalmente en el kung-fu). Su hijo lo veía practicando de forma casi religiosa en la terraza de su casa. Era muy llamativo ver a aquel hombre delgado y de ojos rasgados entrenar como si se estuviera preparando para alguna final de un torneo mundial.
Horacio Brest entra en acción
Esto llamó la atención de un hombre de Merlo llamado Horacio Brest, quien era un joven entrenador de kung-fu, que creía haber dominado a la perfección el estilo de ‘El camino del dragón’, una variante del arte marcial surgida en el noroccidente chino, la cual se basaba en un combate agresivo y de postura baja. Tenía un dojo en donde le daba entrenamiento a más de doscientos niños.
Era el año 1990, y Brest buscaba la forma de viajar a China para así complementar sus habilidades como artista marcial. No obstante, no encontraba a alguien que le ayudará a aventurarse en su travesía.
De forma sorpresiva, luego de varios meses de insistencia, una persona de la comunidad china en Merlo le habló sobre la existencia de un hombre taiwanés igual o incluso más obsesionado a las artes marciales que él: Yen Yu Ying.
La dirección a la que tenía que ir fue precisa y fácil de entender para el argentino: Jujuy 587, esquina Riobamba. Para Brest era increíble que viviera otro maestro de kung-fu en su ciudad. Esa misma tarde, el hombre se acercó al restaurante de Ying para hablar con él. Para su mala suerte, aquel primer encuentro no sería el mejor, ya que, al verse por primera vez, Ying no le dirigió la palabra y le cerró la puerta en la cara mientras fumaba un cigarrillo.
No obstante, Horacio tuvo una idea que le podría ayudar a crear un gancho para que el hombre taiwanés por fin le prestara atención, y le llevó a sus hijos gemelos y discípulos, Gonzalo y Gastón, para que así viera los resultados de su entrenamiento. Esto, de cierta forma, le terminó resultando.
El maestro educando al maestro
En una de sus ya rutinarias visitas, Yung por fin cedió y le dio la oportunidad a Brest de llevarlo a China, bajo la condición de que le enseñara a su familia a hablar en español. Ese mismo día, su vecino asiático por fin lo dejó entrar a su casa.
Poco a poco, el joven Horacio empezó a sentir cada vez más admiración hacia quien ya consideraba su maestro, hasta el punto de de que, a veces, llegó a tener el dilema de abandonar clases de su dojo solo para seguir entrenando con Yung.
Con el paso de los meses y con más confianza mutua, Yung le propuso la idea de abrir una panadería en la población de Esquina, en la provincia de Corrientes. Esto con el objetivo de juntar dinero para poder realizar el soñado viaje a China.
Luego de dos años de arduo trabajo en la panadería, y con un éxito casi inesperado, Yung le dio a Brest la noticia que tanto deseaba: por fin estaba listo para viajar a la República Popular China junto a él.
Pese a ello, elegir a aquella pareja de hombres para cuidar su negocio terminó siendo una equivocación que costaría mucho más de lo que cualquiera estaría dispuesto a perder.
La Venganza Eterna
Hay un dicho popular el cual dice que “por la plata, baila el mono”, solo que, para este caso, la vida de seres inocentes terminó siendo la moneda de cambio para dos hombres, quienes Yung había contratado para cuidar su negocio en Corrientes.
¿Quiénes eran? Los nombres de los implicados eran Hua Han y Yu Pengl, dos inmigrantes de origen chino que tenían un misterioso pasado y unas sospechosas amistades.
La relación que ambos tenían con su jefe era muy conflictiva, porque siempre discutían de forma muy airada a través de llamadas telefónicas. Al parecer, ambos le debían dinero a Yung.
Ambos eran huesos duros de roer. Eran capaces de hacer lo que estuviera a su alcance con tal de imponer su voluntad, por lo que tomaron una decisión que marcaría un antes y un después en la historia de Merlo. El objetivo: la familia Yung.
Era domingo 28 de junio de 1992. Yung y su familia se dispusieron a cerrar su restaurante y se preparaban para ir a dormir. No obstante, el jefe de la casa estaba a la expectativas que los hombres que iban tras él llegarían a buscarlo tarde o temprano.
Hua Han y Yu Peng aparecieron en la casa de la familia taiwanesa como sombras creadas por la luz de un bombillo y sin escatimar, se trenzaron en una batalla en la cual Yen estaba en una evidente desventaja. Ambos hombres, valiéndose de dagas de doble filo, le propinaron 22 puñaladas al frente de su familia, matándolo instantáneamente. Pese a que habían logrado su objetivo, la matanza no se detuvo allí.
Ambos mercenarios decidieron matar a cada uno de los familiares con quien Yen vivía. Habitación por habitación, mataron a la esposa de Yen, a su suegra y a sus hijos en ese orden, con tal de no dejar testigos o alguna persona que ajustara cuentas contra ellos en el futuro. La ‘venganza eterna’ había finalizado.
¿Solo fue cuestión de plata?
Investigaciones policiales aseguraron que la masacre perpetrada a la familia Yung iba más allá de una deuda. Todo indicaba que Yen estaba siendo perseguido desde el continente asiático por una mafia llamada los ‘Cabeza de Serpiente’, y que el sensei de Brest en realidad se dedicaba a falsificar pasaportes para inmigrantes chinos que llegaban a la República Argentina.
Los asesinos de Yen fueron capturados cinco meses después del crimen, luego de haber sido encontrados en Bolivia peleando en un club nocturno.
Una prueba de las declaraciones fue un telegrama enviado por las autoridades chinas, el cual corroboró que Yen Yu Ying y su esposa estaban siendo buscados por falsificación de valores.
Así mismo, el hombre había sido detenido en 1990 junto a un grupo de inmigrantes chinos por falsificación de documentos migratorios. Sin embargo, Yen quedó en libertad una semana después de su captura. El taiwanés habría quedado libre por haber confesado negocios ilícitos, incluso dando nombres y apellidos.
¿Qué pasó con la familia Brest?
Los Brest denunciaron amenazas en su contra desde que Horacio compareció ante las autoridades, por lo que se dedicaron a entrenar a sus hijos bajo el estricto régimen de las artes marciales para que así se puedan defender ellos mismos y poder destacarse en el deporte.