La momia del Aconcagua: la historia del hallazgo del niño ofrecido como sacrificio
El Aconcagua es el punto más alto del continente americano y el segundo del mundo, por detrás de los picos del Himalaya. Su atractivo lo hace ser visitado por miles de andinistas año tras año, pero en la década del 80, un grupo particular de visitantes descubrió algo que cambió para siempre la arqueología de alta montaña. Se trata de la momia del Aconcagua, un niño que había sido ofrecido por los incas en una ceremonia religiosa.
En el verano de 1985, tal como explica el Centro Cultural Argentino de Montaña, Gabriel Cabrera, los hermanos Fernando y Juan Carlos Pierobon y Franco y Alberto Pizzolon encararon una expedición hacia la montaña, sin saber que iban a ser las piezas fundamentales para el increíble hallazgo. Una mañana, ya sumidos en la ruta andinista, Pizzolon le dijo a sus compañeros: "¡Ahí hay pasto!". La respuesta fue generalizada: "¿Cómo? ¡Si estamos a más de 5000 metros de altura!"
Pizzolon se acercó para ver qué era esa pequeña vegetación y en ese instante vio plumas amarillas y negras que formaban parte de un tocado cefálico. Ese fue el momento exacto en el que descubrieron el cráneo de un niño de siete u ocho años.
El grupo, en vez de intentar excavar y descubrir qué otros elementos había en el lugar, no intervino ni tocó el cuerpo y decidió, de forma acertada, buscar ayuda profesional.
Más de dos semanas después del hallazgo, un nuevo grupo liderado por el arqueólogo Juan Schobinger se dirigió nuevamente en búsqueda del cuerpo momificado. El equipo de voluntarios estaba integrado por Cabrera, Juan Carlos Pierobon, Alberto Pizzolon, J. Ferrari, Eduardo Guercio, Víctor Durán, Germán Bustos Herrera y Silvia Centeleghe.
Llegaron a Puente del Inca e ingresaron por Horcones. El primer campamento lo montaron a 3800 metros de altura, luego a 4400 y finalmente a 5200. El sitio arqueológico se hallaba a 5300 metros, y el equipo trabajó durante dos días allí.
En el lugar encontraron dos gruesos muros semicirculares pircados, muy derruidos, y un circulo de piedras de un metro de diámetro. El fardo funerario, que estaba semienterrado por el desplazamiento de parte de la tierra, contenía el cuerpo que estaba fuertemente plegado. El cadáver estaba envuelto en numerosas piezas textiles. El cráneo presentaba una rotura debido a la erosión, al haber quedado a la intemperie. En su interior podía observarse el cerebro, colapsado por deshidratación.
Además, encontraron en el lugar seis estatuillas incaicas de oro y plata. Algunas, incluso superaban el medio metro de altura. Estos elementos conformaban el ajuar que acompañaría al pequeño inca. Asimismo había en el sitio un par de sandalias y elementos vegetales.
El equipo, que preparó y embaló tanto a la momia como al resto de los elementos, debió descender soportando una tormenta de nieve. Ocho días después de iniciada la travesía, los andinistas llegaron a Mendoza.
La intervención de especialistas en la excavación permitió recuperar información clave para conocer la cultura inca. Además, el hallazgo arqueológico del Aconcagua transformó a la Argentina en un país pionero en excavaciones arqueológicas en las montañas, primero en San Juan en 1963 y luego en el Aconcagua 22 años después.
El niño
Los estudios realizados en la momia revelaron que estaba desde el año 1400 cuando el imperio inca se extendía desde, lo que actualmente es Mendoza y Santiago en Chile, hasta Quito en Ecuador.
El cadáver del niño se encontraba bien conservado debido a las altas temperaturas, aunque el cuerpo se hallaba deformado por una fuerte compresión lateral. Iba vestido con dos "uncu" (túnica o camiseta andina, carente de mangas) de lana, y estaba calzado con ojotas hechas en lana y pelo con la suela de fibra vegetal. En el cuello conservaba un collar formado por cuentas de piedras multicolores y estaba cubierto por una cantidad de otras piezas textiles (mantos, fajas, taparrabos, cordones). Algunos de los mantos eran de algodón y presentaban una decoración geométrica y de aves estilizadas en técnica de brocado, que corresponde a una tradición de la costa central peruana y que nunca se había encontrado en otros yacimientos de altura.
La momia del Aconcagua fue hallada en posición fetal, como se encuentra actualmente. El cuerpo está conservado bajo gélidas temperaturas en un Centro Científico Tecnológico (CCT) y no se expone al público.
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