La importancia de las caricias: por qué los humanos necesitamos amar y ser amados
Las muestras de afecto son necesarias para las personas, al punto que contribuyen a mantener la buena salud y la longevidad
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Los humanos somos seres amorosos y todos, sin excepción, necesitamos amar y ser amados. ¿Y qué significa amar? Amar es valorar, respetar e interesarse sinceramente por el otro. Creo que la siguiente es la mejor definición que podemos hallar, aunque esté a años luz de lo que la cultura nos ha transmitido: Amar es dar sin esperar nada a cambio.
Es por esta razón que, cuando nos falta amor, que llamaremos A, buscaremos inconscientemente llenar ese vacío con distintas cosas. Algunos se dedicarán a trabajar en exceso, otros a acumular posesiones materiales y otros, aunque suene extraño, a pelearse con los demás.
Lo cierto es que A únicamente se completa con A, no con B, ni con J, ni con W. Uno de mis profesores solía decir que “el ser humano es el único ser de la corteza terrestre que mira a los ojos al amamantar”. Es por ello que necesitamos, desde que nacemos, recibir caricias como una muestra genuina de afecto.
La caricia sana constituye un gran estímulo amoroso y se podría comparar con un ladrillo que se suma a la construcción de la autoestima. La madre que mira y acaricia a su bebé le está proveyendo “alimento afectivo”, el cual es absolutamente necesario para un normal desarrollo, junto con el alimento físico.
Existen diferentes tipos de caricias:
· La caricia física que incluye abrazar, besar, tomar de la mano, poner una mano en el hombro, etc.
· La caricia de la acción que habla y le dice al otro: “Yo hice esto por vos. Acá estoy, podés contar conmigo”.
· La caricia de la palabra y aquí incluimos a todos los dichos que soltamos con amor y que vuelven a nosotros. Una palabra puede acariciar o lastimar el alma de la persona que la recibe.
Cuando somos niños, precisamos ser sostenidos en brazos, mimados, acariciados. Y el contacto, que es predominantemente físico, con nuestros padres y otros miembros de la familia nos hace sentir amados y protegidos.
Cuando llegamos a la adolescencia, en la mayoría de los casos, ya no deseamos tanto contacto físico. Es por eso que los adultos deben acariciar de manera emocional: con palabras, actitudes o acciones que, sin duda, fortalecen la estima personal y contribuyen a una evolución sana en el paso a la adultez.
Y en la vejez también necesitamos recibir caricias de todo tipo. Pero, como el sistema nervioso está debilitado, el contacto físico tiene que ser más potente. A las personas mayores, conviene saludarlas con un fuerte apretón de manos o una fuerte palmada en el hombro.
Sentirnos amados es el combustible que nos permite mantenernos con buena salud y vivir muchos años. Cuando damos amor, paradójicamente también estamos recibiéndolo y siendo sanados porque, como mencionamos al principio, A se sana con A. Somos seres de ternura.
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