La historia real de Jeffrey Dahmer, el temible asesino serial, caníbal y necrófilo que tiene su serie en Netflix
Su nombre se volvió ampliamente reconocido en los últimos días gracias a la producción de la plataforma de streaming, donde se dieron detalles de todas las atrocidades que cometió
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Existe un dicho: “Nunca sabrás a quién te vas a cruzar en la calle”, el cual es de esas frases cliché que no están más lejos de la realidad. Cada persona es un mundo diferente. Entender al ser humano es complicado, ya que pertenecer a una misma especie no significa que tengamos una cosmovisión o patrón de comportamiento superficialmente parecido, más allá de lo que la propia naturaleza ofreció y aportó para el surgir de la especie más dominante en la Tierra.
Y es que toda luz produce sombra. A veces no hay consciencia de lo que está encubriendo en la cotidianidad. Normalmente una persona camina en la calle y solo piensa en sus desdichas y dilemas, como diría Rubén Blades. Sin embargo, estar en ese estado de concentración unidireccional y monofónico puede perjudicar a las perspectivas, a los entornos y a los detalles, los cuales siempre son los que hacen la diferencia, para bien o para mal.
Esos malos detalles pueden desencadenar en el génesis de cosas que parecen aisladas, pero con el paso del tiempo pueden representar problemas cada vez más grandes y peligrosos, que gracias al silencio, puede poner en peligro la vida de muchas personas o sociedades.
¿Quién fue Jeffrey Dahmer?
Jeffrey Dahmer, “carnicero”, “caníbal” o “monstruo”. Así se lo conocía en su ciudad, Milwaukee, en el estado de Wisconsin, Estados Unidos. Este hombre fue uno de los asesinos seriales más conocidos en el norte del país de las barras y las estrellas durante 15 años. ¿Sus crímenes? Ser responsable de la muerte de cerca de una veintena de personas entre niños y adultos, además de tener fuertes tendencias al canibalismo (comer carne humana) y necrofilia (mantener relaciones sexuales con cadáveres) durante su carrera homicida.
Jeffrey nació en Milwaukee el 21 de mayo de 1960. Su padre relató que en su juventud su hijo era extrovertido y la caza era su pasatiempo favorito. Pese a eso, tuvo que lidiar con una infancia muy inestable. Sus padres tenían un matrimonio disfuncional y accidentado, ya que eran personas que no se entendían. Su padre era químico y su trabajo demandaba que su familia se mudara constantemente. Su madre tenía antecedentes depresivos.
Según Jeffrey, su madre consumió una gran cantidad de medicamentos antidepresivos mientras estaba embarazada de él, así como durante sus primeros años de vida, y esto se vio reflejado sobre todo durante su niñez; la falta de atención y la relación conflictiva de sus padres hicieron ecos en su cabeza durante su vida.
No obstante, todo esto cambió el día que sus padres se separaron, pero para peor. Desde joven, Jeffrey, gracias a su pasatiempo en la cacería, comenzó a experimentar sus atrocidades con los animales que deambulaban por la casa de su jardín. Su padre contó que su hijo mataba insectos, ardillas e incluso perros, abría sus cadáveres, veía todos los órganos, para finalmente disecarlos, desmembrarlos y guardarlos en frascos de formol.
Ante la pregunta en una entrevista de cómo describiría su afición por desmembrar animales, hecha por el psicólogo forense Robert K. Ressler, Jeffrey respondió: “Pues… uno fue un perro grande que encontré en la carretera. Iba a separar la carne, blanquear los huesos, reconstruirlos y venderlo. Pero no llegué a hacerlo. No sé cómo empecé a meterme en esto; es una afición un poco rara”.
Actuaba bajo el mismo papel
En 1978, comenzó con sus acosos. El primero fue luego de ofrecerle 50 dólares de la época a un joven para que posara para unas fotos, con quien tuvo tratos obscenos. Tras este escenario, el hombre huyó despavorido y lo denunció ante la Policía de Milwaukee.
Por ese delito de acoso pagó 10 meses de prisión, pero eso no fue impedimento para que continuara con sus intenciones macabras. Ese mismo año, fue responsable de la muerte de un joven que iba de camino a un concierto. Las autoridades de Wisconsin abrieron una investigación en su contra, sin embargo, esta nunca germinó y quedó en libertad.
“Ocurrió por casualidad una semana que no había nadie en casa. Mi madre estaba fuera con David, en un motel a unos ocho kilómetros; yo tenía el coche, eran más de las cinco de la mañana y regresaba a casa después de haber bebido. No buscaba a nadie, pero a un kilómetro de casa, lo vi. Hacía dedo. No llevaba camisa y era guapo”, afirmó.
“Me sentí atraído por él. Pasé por delante de él, frené y pensé ‘¿qué hago? ¿Lo hago subir o no?’. Le pregunté si quería fumar un cigarrillo y él respondió ‘¡estupendo!’. Fuimos a mi habitación, bebimos unas cervezas y en el rato que pasamos juntos vi que no era gay. No sabía cómo retenerlo si no era agarrando la barra de las pesas y golpeándolo en la cabeza. Luego lo estrangulé con la misma barra”, añadió en la charla.
Después de un intento fallido de sanación, Dahmer “se graduó “como psicópata nueve años después, donde asesinó en ese transcurso a 16 personas, todas bajo el mismo modus operandi: invitaba a sus víctimas a su casa, las estrangulaba hasta morir, para así saciar su apetito sexual y hacer actos de necrofilia con sus cuerpos.
Todo lo hacía dentro de su apartamento en North 25th Street, en Milwaukee. Dahmer admitió que comió los pectorales de una de sus víctimas, además de guardar los cráneos y esqueletos de aquellas personas que le parecían más lindas.
“Conservar los cráneos era una manera de sentir que había sido un desperdicio total matarlos”, dijo en la entrevista al psicólogo. Pese a los gráficos y grotescos que puedan parecer sus actos criminales, Jeffrey supo mantenerse en el total anonimato. Sabía escabullirse y pasar desapercibido, pese a las pistas que dejaba por su forma de operar con sus víctimas. Pero fue un error humano de su parte lo que terminaría por condenarlo.
Saliendo de las fauces del lobo
En 1991, Tracy Edwards, una de sus víctimas -luego de haber conocido a Dahmer por una promesa de cerveza y dinero- logró escapar de sus garras y les contó absolutamente todo a las autoridades, quienes lograron hallar su paradero.
El entonces joven se encontraba con las manos esposadas cuando estaba en compañía de Dahmer, quien le susurraba al oído que se iba a comer su corazón, de acuerdo con el testimonio que dio Edwards en la Corte. Al lograr escapar, pero con las manos aún esposadas, pudo llamar la atención de algunos patrulleros de la ciudad de Milwaukee y los condujo al lugar de los hechos: North 25th Street, donde estaba ubicada la residencia de Jeffrey.
Él no había huido, permanecía en su casa. Allí encontraron siete cráneos humanos, cuerpos en descomposición y fotos de crímenes previos. Lo condenaron a prisión, específicamente en la cárcel Columbia Correctional Institution, en el estado de Indiana, a cadena perpetua. No obstante, duraría tan solo dos años allí, ya que fue asesinado por su compañero de celda -llamado Christopher Scarver- con una varilla de metal en el año 1994.
La muerte del asesino
Scarver contó tiempo después que las razones por las cuales mató a Dahmer fueron por su comportamiento en prisión. Manifestó que el asesino serial fabricaba extremidades de personas con la comida y que utilizaba la salsa de tomate para simular sangre a borbotones.
Al principio, Scarver procuró mantener una distancia segura de él, sin embargo, fue testigo de diferentes actitudes “molestas” no solo con otros reclusos, sino también con funcionarios de la propia prisión, cosa que paulatinamente alimentó su desprecio hacia él. “Vi interacciones acaloradas entre él y otros prisioneros de vez en cuando”, manifestó al medio New York Post.
La paciencia llegó a su límite el día que lo mató. Mientras limpiaba en el gimnasio de la prisión junto a Jeffrey y otro convicto llamado Jesse Anderson, Dahmer lo golpeó por la espalda. “Me di la vuelta, y él y Jesse se estaban riendo por lo bajo”, recordó.
No obstante, al darse cuenta de que no estaban acompañados de los guardias de seguridad, Scarver siguió a Dahmer hasta el cuarto de servicio. En su bolsillo llevaba un periódico que relataba los delitos que hizo durante los años previos a su arresto y encierro.
Ya con Dahmer acorralado, Scarver agarró una barra de pesas del gimnasio, y bajo la poca vigilancia, decidió acabar con su vida de una vez. “Los guardias tuvieron algo que ver con lo que sucedió”, aseguró.
“Necesitaría un buen abogado para asegurarme de que no habría represalias por parte de los funcionarios de Wisconsin o para sacarme de cualquier tipo de represalia en la que me pondrían”, finalizó Scarver. Un golpe certero, fuerte y bien puesto en la cabeza fue suficiente para que Jeffrey Dahmer, el asesino serial, caníbal y necrofílico de Milwaukee, dejara el plano terrenal a los 34 años.
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