La historia del matrimonio argentino que trajo la granola al país
La granola que comemos todas las mañanas llegó a nuestro país hace más de 40 años, gracias a un matrimonio de la Zona Norte de la Provincia de Buenos Aires. Así es: Virgina y Ricardo se enamoraron de la mezcla de avena tostada con miel, semillas, frutas y coco, en Estados Unidos y decidieron traerla a la Argentina.
Fue en 1978, cuando Ricardo empezó a hacer pruebas caseras en la cocina de su hogar. Al poco tiempo, tuvieron la fortuna de que la Municipalidad de Martínez habilitara su espacio como industria primaria y ese fue el puntapié para empezar a elaborar y vender la granola en el país.
Sin embargo, antes de empezar a comercializarla, debieron derribar un obstáculo más: como no existía la granola como tal, lograron registrarala como excepción al Código Alimentario Nacional.
Con esto solucionado, crearon Schatzi (que significa ‘tesoro’ en alemán). El primer cliente fue el supermercado Norte de Carapachay. "Nadie más tenía el producto en Argentina. La gente estaba fascinada", recuerda Virgina Gibson.
Con los años, decidieron dar un paso más. A nivel familiar llevan una alimentación saludable (la pareja y sus siete hijos son vegetarianos) y siempre tuvieron un espíritu vanguardista e innovador, por lo que se animaron a apostar por un mercado nuevo y desconocido por ese entonces: el mundo de la alimentación orgánica.
Hacia fines de los noventa obtuvieron la certificación por parte de la Organización Internacional Agropecuaria (OIA) y empezaron a vender productos con ‘trazabilidad de origen comprobada’. Así fue como Schatzi se convirtió en la primera empresa en comercializar cereales orgánicos en el país y, al día de hoy son los únicos que tienen avena arrollada certificada orgánica.
No conformes con este logro, al poco tiempo ampliaron el abanico de productos que ofrecían. "Sumamos, por ejemplo, el azúcar orgánico que no existía en el mercado interno. Por ese entonces, les enseñábamos a la gente que podían consumir alimentos más sanos. Por ejemplo, el azúcar orgánico no te da acidez porque no está procesada, no tiene aditivos, no está blanqueada", explica Virgina, quien además de ser una emprendedora nata, es partera. "Estoy a favor del parto respetado. Tuve a mis siete hijos en casa. El último, inclusive, nació en la fábrica", cuenta.
‘Lo que nosotros vendemos es lo que nosotros comemos’
Éste es el lema de la empresa y Virgina se encarga de recalcarlo. Además, explica que en la planta que tiene Schatzi en Boulogne, solo trabajan personas que comulguen con los valores la firma y que, obviamente, consuman los productos naturales, libres de químicos, conservantes y aceites que producen.
Y para asegurarse que también los consumidores reciban los valores y la esencia de la empresa, en la última parte del proceso de la elaboración de la granola, solo participan alguno de sus siete hijos.
"El último paso es cuando la avena sale del horno y se la coloca en una mesa enorme de madera. Allí se la mezcla a mano con las pasas y el coco y esto siempre lo hace uno de nuestros hijos porque solo ellos pueden transmitirle nuestra energía y esencia al consumidor, a través de nuestros productos".
Si bien hoy le proveen de productos orgánicos a Jumbo, Walmart, tiendas y consumidores en todo el país, Schatzi no deja de ser una PYME familiar en la que trabajan cinco de los siete hijos del matrimonio. Lo que se dice, ‘una empresa atendida por sus dueños’, ¿no?
"Está bueno poder ver hasta dónde uno llegó y abrirse al cambio. Mis hijos tienen una formación que ni mi marido ni yo tenemos", reconoce esta mujer de raíces irlandesas, que ni a sus nietos les revela su edad.
‘Hoy el mercado pide inocuidad alimentaria’
Aclara Gibson y revela que para satisfacer la demanda de los consumidores actuales, su objetivo a corto plazo es implementar más normas de calidad y certificaciones.
Además, anhela incorporar un alimento más a su producción. "Queremos tener barras de granola orgánicas. Las tenemos registradas hace 30 años, pero no pudimos sacarlas. Tenemos todo para hacerlas, pero como es limitada la producción de avena arrollada orgánica en el país, no podemos producirlas", explica.
Y aunque Shatzi es como un hijo más para Virgina, no descarta vender la empresa a futuro. "Igual yo no puedo estar quieta, vamos a generar algo más con mi marido. Nosotros somos generadores de oportunidades", concluye.
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