La guerra contra los sorbetes llega a la alta coctelería
"¿Sorbete? No, gracias". Desde la barra de Verne Club, el pequeño cartel advierte al cliente que allí los tragos se sirven sin sorbete (o, en porteño, sin pajita). Lejos de ser un capricho del establecimiento, la decisión de su bartender, Federico Cuco, se enmarca en un movimiento global que busca crear conciencia (y reducir la utilización) del impacto sobre el medio ambiente de los plásticos de un solo uso. "La idea es generar conciencia de la contaminación que genera un sorbete, y que no hace falta llegar a que los prohíban para que dejemos de usarlos", afirma Cuco, en cuyo bar hace ya dos años que los tragos se sirven sin pajita.
Verne Club es uno de los bares que se han sumado a #MejorSinSorbete, campaña local que busca trasladar a nuestro medio una batalla que, con distintos nombres –Final Straw, o Strawless Ocean, entre otros–, llevan adelante distintas ONG para evitar que los desechos plásticos vayan a parar a los océanos. Los sorbetes, en ese sentido, presentan el problema de ser lo suficientemente livianos como para escapar de los procedimientos de reciclado, por lo que terminan habitualmente en cursos de agua que los llevan al mar. Allí, en vez de biodegradarse, se fragmentan en pequeños trozos que son fácilmente confundidos por comida por los animales marinos. Por ello no es casual que el movimiento antisorbetes haya encontrado rápida respuesta en localidades costeras como Malibú, Estados Unidos, que en febrero prohibió a los restaurantes proporcionar sorbetes, o, más cerca, Pinamar, cuyo Concejo Deliberante aprobó una ordenanza que prohíbe la entrega de sorbetes (y vasos plásticos) en locales comerciales, que entrará en vigor el próximo 1º de diciembre.
El problema, advierte Agus Blanco, embajadora de la campaña #MejorSinSorbete, "es que si bien en la coctelería el no uso de sorbete está bastante instalado a partir de muchos bartenders que han dejado de usarlos hace tiempo, los clientes los siguen pidiendo". Los motivos, a veces, son irrisorios: "Hay quienes los piden porque sostienen que si toman sin sorbete les pega más el alcohol", comenta Agus (@mejorsinsorbete).
"De alguna manera, estamos en una situación similar a la previa a la prohibición de que los supermercados entreguen bolsas de plástico –sostiene–. Al principio la gente decía que era una locura, y hoy ya se acostumbró a llevar su propia bolsa cuando va a hacer las compras".
"Nuestros habitués ya no se asustan cuando les servimos los tragos sin sorbete, porque hace dos años que no les damos sorbetes, pero los viernes y los sábados, que viene mucha gente que no es la habitual, se sorprenden y nos los piden", cuenta Federico Cuco. Verne Club es uno de los 20 bares que han adherido a la campaña #MejorSinSorbete –otros son Divisadero, Festival, Soria, Prado y Neptuno–, campaña que también ha sumado siete barras móviles (de esas que ofrecen tragos en eventos sociales y casamientos), una cadena de restaurantes, cuatro restaurantes y un hotel.
En el país de las bombillas
Pero ¿qué tan necesarias son las pajitas en la coctelería? "Es cierto que en algunos tipos de cócteles pueden ser útiles, como por ejemplo en un mojito o en una caipi, que tiene hielo roto y que además puede tener pedacitos de lima o de menta, y no está bueno morder hielo picado, así como tampoco que te quede la menta entre los dientes... Pero existen formas alternativas de elaborar los tragos para evitar que sea necesario servirlos con sorbete", responde Federico Cuco, que prepara el mojito en vaso mezclador, luego lo bate en la coctelera para finalmente colarlo y servirlo en copa de cóctel, haciendo innecesario el uso de pajita.
Aunque no siempre fáciles de conseguir, existen sorbetes elaborados en materiales no plásticos que funcionan como una buena alternativa. Los hay de caña de bambú, de azúcar (que además son comestibles), de papeles biodegradables... Y, por qué no, están también los de acero inoxidable: "Es como una bombilla –explica Agus Blanco–. Se lavan como cualquier bombilla de mate y pueden volver a ser reutilizadas".
"En otros países es muy común que la gente que va a un bar se lleve su propia pajita de acero, algo que acá no debería ser muy difícil de adoptar, ya que somos el país de las bombillas", concluye Cuco. De hecho, son varios los bares porteños que, en parte para evitar el uso de sorbetes plásticos, pero también como elemento estético que suma a la ornamentación del cóctel, sirven sus tragos con bombillas de mate.
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