Es probable que haya escuchado hablar del griego Yorgos Lanthimos. Aquí tuvo suerte: sus películas se han estrenado y tiene una pequeña hinchada bastante fervorosa. Lanthimos es un "original" en el sentido de buscar tramas o historias con elementos que pueden pensarse como absurdos o surrealistas (obviamente no son lo mismo, pero se oscila entre ambas definiciones), con una búsqueda virtuosa de la composición en cada plano. También apela al sadismo y a la crueldad. Sus mundos son cerrados hasta la asfixia (ahí tienen, Kynodontas, con su familia encerrada en una casa; el hotel de corazones rotos y sexos tensos de The Lobster y esa pareja intervenida por la culpa de El sacrificio del ciervo sagrado), donde las relaciones se transforman en algo raro y viciado al mismo tiempo. En los peores momentos, Lanthimos pertenece a la estirpe de los "solo quería provocar" y, con la cámara, a los de "mirá, mamá, filmo sin manos", que incluye a tipos como Gaspar Noé o Nicolas Winding Refn, todos además amiguísimos del papá de la categoría, Alejandro Jodorowsky (que, vamos a ser sinceros, es mucho mejor que cualquiera de los tres, o lo era allá por La montaña sagrada). Pero en los mejores momentos, y tiene momentos buenos, hay algo de sátira inteligente en el cine de Lanthimos que deja al cinéfilo ya no tan joven y admirador de los provocateurs con un dejo de esperanza.
Que parece –parece– que se cumple con La favorita, película "de época" y drama "histórico" protagonizado casi exclusivamente por mujeres. Empecemos por explicar las comillas: a diferencia de lo que suele ocurrir en estos casos, no se trata de darnos una billikénica lección de historia, sino de que lo que realmente se cuenta tenga un contexto donde adquiera sentido y profundidad. Por poner otro ejemplo, Titanic no es sobre el hundimiento del barco, sino sobre la libertad de una mujer y la eterna lucha prometeica del hombre con la tecnología. Pero ese contexto la hace funcionar. Aquí pasa lo mismo: se trata del poder y de la seducción, una especie de ajedrez jugado con ingenio y ferocidad aunque a veces no se note.
Ahora que lo veo, debería haber puesto también "drama" entre comillas. Porque en realidad esto es una comedia. En los primeros años del siglo XVIII, la reina Ana de Inglaterra tiene bastantes problemas políticos con Francia y personales con su propio temperamento. Descansa en lady Sarah Churchill, que es quien en realidad teje y aconseja cómo darle algo de cauce al reino. Y, finalmente, llega una chica nueva, una sirvienta llamada Abigail que, de cuna aristocrática y caída en desgracia, va ocupando el lugar de Sarah ante la reina. Si imagina algo por el lado de La malvada, recuerde que la película de Joseph Mankiewicz es también una sátira además de un melodrama. Sarah es Rachel Weisz, Ana es Olivia Colman (que básicamente se come la película) y Abigail es Emma Stone. Lo que pasa entre las tres es extraordinario y el guion tiene suficiente filo y frases divertidas como para que la sonrisa no abandone al espectador.
Pues bien: aquí quizás se encuentre la clave del asunto. Es la primera película de Lanthimos sin guion propio. Lo que hace –que es más o menos lo que siempre supieron hacer los grandes cineastas– consiste en tomar un texto y una historia que otros desarrollaron y mostrarla de manera que se acerque a sus propias ideas. Y, en ese proceso, mucho más que en la rareza, la sordidez o el sadismo sobreactuados que aparecen en sus otros títulos, la película se queda con la inteligencia, el humor, el ingenio de los personajes, que después de todo son tres mujeres tratando de encontrar un lugar en un mundo que les es bastante hostil.
Es decir, Lanthimos a sabido ejercer su propia inteligencia y, antes que crear personajes para llevar adelante un proyecto más cercano a la sordidez, trata de comprenderlos, de ver qué hay de humano en ellos y de tomar la distancia necesaria como para, al mismo tiempo, ver su costado perverso y su lado ridículo, pero todo recordándole al espectador que él también puede ser cualquiera de esas criaturas. Y lo mismo el director, que se coloca al mismo nivel que la historia.
Visualmente, el film es deslumbrante. Pero no se trata de una reconstrucción gratuita ni de un pedido de aplausos para el confeccionista de pelucas, sino de resaltar el aspecto teatral que intenta encubrir las miserias y las ambiciones de estas tres mujeres. Por una vez, la extrañeza visual, el cálculo en el fotograma, el candelabro y la joya tienen un sentido que refleja, de modo distorsionado y complementario, lo que sucede dentro de cada personaje. Ahí hay una clave importante: Lanthimos, finalmente y quizás descentrándose de sus obsesiones con una humildad bienvenida, prefiere que lo acompañemos en lugar de enrostrarnos su capacidad técnica. Lo que permite que podamos disfrutar de este billar a tres bandas con rebotes imprevistos, carambolas vistosas y momentos sorpresivos. Antes que un audiovisual rarito hecho como book para contratos publicitarios, La favorita es una película, cine, eso que, cada vez con menos frecuencia, suele proyectarse en la sala oscura.
La hora de los premios
La favorita ha sido saludada con unanimidad por la crítica internacional, elegida Película del Año por el American Film Institute, ganadora en Gijón y Telluride, y con varios premios –el Globo de Oro es el más reciente– para Olivia Colman. Es probable –estas líneas se escriben antes de conocerse las nominaciones– que sume varias nominaciones al Oscar, seguramente en actuación, guion y rubros técnicos. Y quizás consagre, definitivamente, a Lanthimos en un Hollywood cada vez más desconcertado.
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