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La postal se repite todos los días, a partir de las diez de la noche hasta pasada la una de la mañana, en un pequeño y tradicional local, ubicado sobre la Avenida Gorlero (entre las calles 19 y 21) en Punta del Este, se arma una larga fila. Durante la temporada alta, en pleno enero, hay días en los que la cola de clientes llega a ser de casi 40 metros. Los veraneantes y habitués del barrio saben que la espera vale la pena, en tan solo un par de minutos estarán saboreando el helado artesanal de “Gelatería Arlecchino”. Este fin de semana de Carnaval, no fue la excepción: el icónico emprendimiento de la familia italiana Barcella estuvo repleto de turistas ansiosos por probar “los helados de Gorlero”, como les suelen decir. Vasito (de un sabor, de dos o de tres) y cucuruchos son los formatos más solicitados. El sabor “Montebianco”, crema americana con galletitas de chocolate y dulce de leche natural, es la gran estrella de la casa. Le siguen el Súper dulce de leche y la frutilla.
Una historia que comenzó en Bérgamo, Italia
La historia comienza en Italia, precisamente en el pueblo Trescore Balneario, en la provincia de Bérgamo. Allí, Don Angelo Barcella descubrió su afición por las cremas heladas. De jovencito fue técnico en refrigeración en la marina de su bandera y hasta conoció de primera mano el sector de producción, algo que lo maravilló por completo. A los 20 años, arrancó a trabajar en el negocio de la familia: una antigua zapatería especializada en mocasines de cuero. Sin embargo, su curiosidad por la gastronomía continuaba latiendo más fuerte que nunca. En el pueblo su tío, Giussepe, tenía una pequeño restaurante y cafetería con venta de tortas y dulces; y Angelo empezó a practicar ahí sus primeras recetas en unas pequeñas bachas. Durante el día continuaba trabajando con los cueros y por las noches buscaba la fórmula perfecta para sus gelatos de vainilla, frutilla, pistacho y limón. Tiempo después, se profesionalizó con maestros heladeros. Estaba convencido de que quería dedicar su vida a esta nueva pasión.
En 1996 visitó por primera vez Argentina para concurrir a una feria internacional de cueros y zapatos. Luego cruzó el charco para conocer las pintorescas playas de Uruguay. “Cuando llegaron a Punta del Este les encantó el clima y el estilo de vida. Mis padres se quedaron fascinados porque decían que era muy parecido a nuestro pueblo. Sin imaginarlo, había encontrado el sitio perfecto para armar su nueva heladería”, rememora su hijo Antonio, ingeniero civil, de 31 años. El sueño se cumplió en 1998 cuando abrieron las puertas de “Gelatería Arlecchino” en plena Avenida Gorlero (justo enfrente de donde está ubicado el local actual). Desde los inicios el emprendimiento fue familiar: durante dos años lo acompañaron el tío Giussepe, “Pepe” y su primo Dino. Los primeros meses fueron complejos: sabían muy poco español, y también tuvieron que adaptar los sabores al paladar local. Con el boca a boca, empezaron a hacerse conocidos: todos los veraneantes querían probar el gelato de “los tanos” con elaboración a la vista.
Idas y vueltas a Italia y el clásico arlequín
El nombre que eligieron es representativo: hace honor a sus orígenes. “El arlequín es un personaje muy popular en la comedia del arte italiano y es una figura cultural importante en nuestra provincia, Bérgamo, hasta se dice que surgió ahí. Está presente en la literatura, obras de teatro y sobre todo en las fiestas de Carnaval. A mi papá le pareció que era linda, colorida y divertida. Además, resume el espíritu de la heladería: un lugar para niños y familia”, rememora. Un arlequín, con su distintivo traje repleto de retazos de colores y antifaz de color negro, se transformó en su icónico logo. En su mano sostiene un cucurucho de tres sabores.
Al principio los Barcella abrían solamente durante los tres meses de verano, tras la temporada regresaban a su tierra natal. En el 2000 se instalaron definitivamente en Punta del Este. En esa época, la esposa de Angelo, Maria Teresa, empezó a trabajar en el local. Desde entonces, los habitués la apodaron cariñosamente “la señora italiana de la caja”. Antonio y Francesca, tenían diez y siete años, respectivamente, cuando dejaron su pueblo montañoso con termas. “Al principio lo que más nos costó fue el idioma, pero nos adaptamos rápidamente. Cuando salía de la escuela siempre pasaba por el sector de producción y me encantaba probar el gelato fresco recién salido de la máquina. Es delicioso”, admite, quien se empezó a involucrar en el negocio familiar a los 18 años. Al tiempo, se recibió de ingeniero civil y su hermana de química farmacéutica. Actualmente, ambos están al frente de la heladería: él se encarga de los proveedores y atención al cliente, ella es la maestra heladera y lleva adelante toda la producción.
En la heladería mantienen la esencia del gelato italiano con menor proporción de azúcar y crema. “Con los años fuimos adaptándolo a los sabores al paladar local, pero el foco siempre estuvo puesto en la calidad de la materia prima”, afirma Barcella. El sabor vainilla está hecho con chaucha, el dulce de leche es casero y la fruta es de proveedores locales. También importan de Italia algunos frutos secos como el pistacho y las avellanas. “Cuando mi padre arrancó con la heladería el sabor de pistacho era poco conocido en Uruguay. Aquí aprendió a elaborar el dulce de leche artesanal, es que allá en Italia no existía. Probó algunas recetas y los clientes venían a felicitarlo porque le había quedado muy rico”, dice. Desde entonces, es su sabor preferido. “Soy fan de las cremas más que las frutas”, admite Tony.
Puertas adentro, 48 variedades poco tradicionales
Las paredes del local están decoradas con cuadros de mapas con distintas regiones de Italia. El mostrador y los pisos tienen distintos azulejos de llamativos colores, que simulan el característico traje del arlequín. Mientras que en la heladera exhibidora, prolijamente dispuestos, se encuentran los diferentes sabores a la vista. A diario suelen ofrecer 48 variedades. “Todos los días se elabora mercadería fresca”, dice Tony. Hay clásicos como la vainilla, chocolate, limón, frutilla y menta granizada y también con sello italiano: tiramisú, sabayón del abuelo o la Gianduia (con chocolate suave y crema de avellanas) y el emblemático “Arlecchino”, chocolate a la naranja.
Barcella reconoce que uno de los más populares es el “Montebianco”, crema americana con galletitas de chocolate y dulce de leche natural. “En el verano y durante todo el año es el más solicitado. El súper dulce de leche y la frutilla también están en el podio”, cuenta y recomienda probar el Tartufo, con chocolate amargo con ron y crocante de avellanas. Al igual que a su padre, a la maestra heladera Francesa (28), la fascina innovar con sus creaciones. Hace unos años incorporó coco con maracuyá; cheesecake; chocolate “Alpino”, con merengue natural; dulce de leche alfajor y de palta. “Una temporada a papá se le ocurrió probar con el sabor de mate. El sabor quedó idéntico al de la infusión”, reconoce. En fechas especiales sorprenden con sus exóticos gustos. Para Halloween armaron una crema de calabazas con especias; el Día de Reyes, una crema chantilly azul con grageas de colores y en las Pascuas ofrecen huevos rellenos de helado. Además, hay opciones de sabores dietéticos (sin azúcar agregada). “De esa línea el de chocolate, menta o vainilla salen un montón”, dice. Esta temporada también son un éxito los veganos: hace poco incorporaron uno de avellanas hecho a base de leche de avena. Para comer en los hogares, el formato es la “Casatta” (envase de tergopol de ¼, 1/2 y de kilo).
¿El secreto del éxito?
“Papá siempre decía que nuestro helado tenía que ser bueno, bonito y barato. Al día de hoy continuamos con este legado”, confiesa. Los meses de enero y febrero son los de mayor concurrencia. Hay dos horarios pico: entre las 17 y las 18hs (cuando los veraneantes salen de la playa) y a las 22hs. “Los clientes se acercan después de cenar en sus casas o en los restaurantes. Hay noches en las que la cola dura hasta la una de la mañana”, reconoce el dueño. En la calle varios artistas suelen acompañar la breve espera con música en vivo.
Hubo temporadas en las que por falta de stock tuvieron que cerrar las puertas varios días. “Era impresionante, la fábrica no daba abasto: el helado del día se terminaba a la noche. Se vendía más de lo que podíamos producir”, recuerda. Hace algunos años adquirieron modernas máquinas italianas que le permitieron abastecer la alta demanda. El 15 de diciembre de 2021 abrieron su segunda sucursal en Maldonado.
“Es muy lindo y un orgullo que nos elijan. Me encanta que los clientes la pasen bien y les gusten nuestros helados. Trabajamos todos los días haciendo lo mejor que podemos”, concluye Antonio. En Arlecchino, con sus coloridos sabores y recetas tradicionales italianas, toda la vida es Carnaval.
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