La cámara oscura
Un principio de la fotografía, basado en el ingreso mínimo de luz, convierte espacios cerrados en instalaciones de arte cada vez más visitadas en el mundo
Primero está la oscuridad, el negro total que lo ocupa todo. Luego, un agujero discreto, minúsculo, pero poderoso. El resultado es un mundo fantasmagórico de luz colado a través del boquete. El principio de la cámara oscura tiene explicación, aunque no deja de sorprender cómo lo sencillo puede ser extraordinario. Porque una de las características de esta experiencia es su carácter básico elemental y rudimentario de construcción frente a su potente efecto. No hace falta una sofisticada tecnología, basta con suficiente plástico negro y barato, cinta adhesiva y percepción abierta.
La cámara oscura es un instrumento óptico que permite la formación de imágenes lumínicas reflejadas. El término cámara viene del latín camera, que significa habitación. Consiste en un espacio oscuro y cerrado que tiene un pequeño orificio como única conexión con el afuera. A través del mismo ingresa la luz del exterior que viaja en línea recta hasta proyectarse en forma de imagen en la pared opuesta al orificio. La imagen que se forma es el reflejo de lo que está fuera de la habitación, lo que sería su vista en forma, proporción y color, pero con una particularidad: todo está al revés, invertido de pies a cabeza y de derecha a izquierda.
Este fenómeno es el principio que hace posible la fotografía. De hecho, ingresar en una cámara oscura sería como meterse en el interior de una cámara de fotos en el momento de una toma, o incluso dentro del ojo. El orificio por el que entra la luz sería el equivalente al obturador de una cámara y al iris del ojo, del mismo modo que la pared –en la que se forma la imagen en el interior de la cámara oscura– son semejantes al negativo o sensor digital en una cámara de fotos y a la retina de nuestros ojos. El mecanismo es siempre el mismo: oscuridad, pequeña entrada de luz y una superficie de proyección donde desfilan las imágenes. En la fotografía se suma el agregado de un material fotosensible que hace que esa imagen pueda ser capturada, detenida y fijada. Así es que podemos sacar la imagen de la cámara y tenerla luego en un negativo, un papel o una computadora.
El dispositivo se conoce desde al menos el siglo X y fue utilizado para estudiar el funcionamiento del ojo humano, por los pintores, para hacer bocetos previos a sus pinturas. Recién en el siglo XIX se ligó a la naciente técnica fotográfica.
En los últimos años, en diferentes países europeos se han instalado cámaras oscuras como atractivos de lugares que combinan paisaje, ciencia y fotografía. Es el caso de ciudades españolas como Santiago de Compostela, que tiene una cámara en el Cabildo; de Cádiz, con la Torre Tavira, o de la región de Cantabria, con el mirador sobre el pico Llen, que ofrece una vista a los puntos cardinales a 500 msnm a orillas del Cantábrico.
En Noruega, la Universidad NTNU tiene un interesante proyecto de cámaras a gran escala basadas en un método de construcción en madera con diseño. A su vez, el Museo de Ciencia de Minnesota, EE.UU., instaló una cámara en su parque como parte de su exhibición permanente. También hay fotógrafos que han tomado este dispositivo para desarrollar trabajos artísticos, entre ellos el cubano Abelardo Morell y el vasco Asier Gogortza. "Para mí, la idea de acomodar fantasía en un mundo real ha sido muy importante. Normalmente no me gusta el surrealismo porque en muchas obras todo parece un sueño, y los sueños normalmente me parecen aburridos. Yo quiero una realidad que nos han robado", dijo Morell en el Forum Latino Americano de Fotografía de San Pablo.
En el marco de Open House Buenos Aires, realizado en diciembre último, se desarrolló Open Foto con la instalación de dos cámaras oscuras temporarias emplazadas en dos puntos de la ciudad: una en el piso 14° de la Galería Güemes del microcentro porteño y la otra en un departamento del Complejo Los Andes, en Chacarita. Allí, los visitantes pudieron vivir la experiencia de entrar en un espacio único y fugaz.
La vida de estas luces y sombras animadas es frágil, y el hechizo se rompe justamente con el excesos de cualquiera de ellas: la ilusión se desvanece al abrir la puerta de la habitación y dejar pasar mucha luz o al caer el sol y llegar la noche. El ritual es infalible y cada vez que los elementos vuelven a combinarse en su justa medida, la magia revive y los fantasmas despiertan de las sombras.