Pablo y Verónica se conocieron hace 13 años, y sin darse casi cuenta, un pequeño diálogo lo cambió todo.
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Al comienzo del año 2010 Verónica (43) determinó, convencida, que ese sería el año del amor . Dicen que lo que se desea fuerte se cumple, pero cuando el deseo viene de la nonna tiene más posibilidades de volverse real.
En el 2008 Pablo (47) se fue a vivir al departamento con entrada independiente que tiene Rosanna, la nonna de Verónica. Él vivía con sus padres a una cuadra y cuando, aconsejados por el encargado le tocaron el timbre a la nonna para alquilar el departamento para su hijo, ella quedó encantada con el hecho de que sus dos hijos varones se llamaban igual que sus primeros dos nietos varones.
Desde el primer día Pablo tuvo la mejor relación con la nonna y con Valentina, la empleada que trabajaba en su casa. Las dos bromeaban y le decían a Verónica “tenés que conocerlo, es un buen partido, viene de una familia amorosa, es muy trabajador”. Verónica se reía de las ocurrencias de las dos.
“La franqueza me resultó reveladora”
Cuando se cruzaron por primera vez los dos estaban solteros. Él estaba por entrar a su casa y Verónica salía de lo de su abuela. Los presentaron, se saludaron, hablaron dos minutos y él se fue. Cuando entró a su departamento la nonna enfatizó que ese era el famoso vecino que le querían presentar. “Yo me reí, saludé y me fui divertida con la idea de que re podría ser un flaco que me gustara, pero no le di más importancia”, admite Verónica.
Era el mes de noviembre y todavía la profecía del año del amor no se cumplía, pero estaba cerca, el 2010 aún no había terminado.
Verónica estaba en una situación personal muy dolorosa, habló con quien hoy es su ex amiga para mudarse de su casa. Se fue con el corazón roto a llorar y hablar con su nonna, su mejor confidente.
Mientras tanto Pablo salió a la galería y Valentina, cumpliendo el rol de cupido, inventó la excusa de que necesitaba ayuda con una bombita de luz y lo hizo pasar a la casa. La nonna lo invitó a sentarse y tomar algo, Pablo dio las gracias y se quedaron un rato charlando los tres.
Astuta la nonna los dejó solos un rato con el pretexto de ir al baño. Pablo le preguntó a Verónica “¿Cómo te sentís?”. Ella le respondió “muy mal”, él se sinceró, “se nota”.
Hoy Verónica lo asegura: “Esa franqueza, la mía y la suya, me pareció reveladora. Sin vueltas, sin caretas. Hice un click”.
Al terminar la tarde Pablo le ofreció acompañarla a la parada de colectivo. A Verónica le pareció que era un chico de otra época y por supuesto que aceptó. El colectivo 60 llegó enseguida y, antes de subirse, Pablo le dio un beso en la mejilla que se hizo notar, y le dio su tarjeta comercial con su número de celular. “Me reí por diez cuadras, me parecía de película, pero guardé la tarjeta y pensé que el 2010 por fin se estaba poniendo las pilas”, recuerda Verónica.
“¡Caí en los encantos de un señor de antaño!”
Haciendo oídos sordos a todas sus amigas y frente a semejante frontalidad por parte de Pablo, Verónica se dijo a sí misma “voy por lo mismo” y le mandó un mensaje por chat de blackberry al día siguiente.
Pablo no respondió por tres días.
Verónica estaba dispuesta a mandarlo al cajón de “todos son iguales”, como ella lo llama, pero él no se lo permitió porque le respondió el mensaje invitándola a tomar algo.
Pablo tenía el auto en el taller así que la pasó a buscar a pie por la casa. Fueron a un restaurante por ahí cerca pero para su sorpresa estaba cerrado. Entonces Verónica propuso: “¿Por qué no vamos al Barrio Chino que está por acá nomás?”. Al día de hoy Pablo sostiene que “20 cuadras no es acá nomás”.
Caminaron, hablaron mucho, todo fluyó desde el primer momento. Se sentaron a tomar algo en lo que era el Buddah Bar y él la sorprendió sacando de su bolsillo un bocadito Cabsha de regalo. ¿Cómo respondió Verónica? ¡Con un pico!
Verónica se ríe al recordarlo, “Cualquiera, no sé, me nació, ¡caí en los encantos de un señor de antaño!”
Volvieron caminando y en algún momento de las 20 cuadras se dieron un beso real y a partir de ahí cada dos cuadras frenaban como dos adolescentes recién enamorados para besarse.
A los 3 meses Verónica cumplió 30 años, lo festejó con una reunión con familia completa y presentó a Pablo. “Así como empezó, siguió: siempre todo fluyó bien, natural, sin rollos, sin estrategia de cuándo escribir un sms o qué poner. Si nos queríamos ver, nos veíamos y listo”, explica Verónica.
Y que mejor broche de oro que el hecho de que Pablo haya elegido una cena en la casa de la nonna para decir “Te amo” a Verónica por primera vez.
La prueba de fuego
Pablo y Verónica llevan 13 años juntos, se divierten mucho, les gusta salir, viajar cuando se puede, se apoyan en sus proyectos personales, se acompañan en las pasiones.
Con el paso de los años y el test de embarazo en mano para la llegada de su hija Jazmín, a Pablo lo despidieron injustamente de su trabajo y no volvió a encontrar un trabajo formal y que les diera tranquilidad hasta que la pequeña cumplió un año. “No era el panorama que teníamos planeado cuando empezamos a buscar a Jaz, pero siempre fuimos un gran equipo y lo sobrepasamos. En cada prueba de fuego que vivimos juntos pudimos superarla en unión”, dice Verónica.
Es que de eso se tratan las verdaderas historias de amor: de pasar momentos lindos y difíciles, pero siempre juntos.
Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar con todos los datos que te pedimos aquí.
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