Stella pasó momentos muy difíciles durante su niñez y su vocación por estudiar y el encuentro con personas que le tendieron una mano cambió todo
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Stella Silvestre (28) se crió en el medio del campo, en un pequeño pueblito llamado Villa Esquiú (ubicado en la provincia de Córdoba) rodeada de quintas, sapos y cobras que se paseaban por el patio de su casa y arañas y alacranes que dormían en su cama.
“La casa en la que vivíamos tenía solo un cuarto en donde dormíamos mis padres, mis tres hermanos y yo y la sala y la cocina no tenían puerta, estaba todo conectado. Al principio, no teníamos instalación de luz ni de agua, por lo que sacábamos agua del pozo y para bañarnos la teníamos que calentar en la cocina y llevarla en un balde. El baño no tenía piso por lo que se llenaba de barro y se tiraba la cadena con un balde de similares características”, recuerda, a la distancia.
“Me daba mucho miedo caminar de noche”
Stella cuenta que como el colectivo solo pasaba por la ruta (quedaba aproximadamente a un kilómetro a pie) y sus padres no tenían auto, se trasladaba caminando en dirección al colegio hasta que en el secundario un programa del gobierno le otorgó una bicicleta. “El callejón no tenía muchas luces y estaba rodeado de canaletas de riego para las quintas por lo cual daba mucho miedo caminar por ahí de noche y, además, más de una vez pararon autos con malas intenciones. Por suerte, siempre pude correr y nunca me pasó nada más que los traumas de andar sola por ese sitio”.
Más allá de las dificultades con las que se encontraba a diario, Stella recuerda haber compartido mucho tiempo con sus hermanos. “Mi casa era tan humilde que teníamos una tele muy antigua que no tenía conexión a DVD. Entonces, mi padre una vez compró una película en DVD y le pidió a la vecina si nos dejaba verla en su casa. Tampoco había plata para ropa nueva, así que hasta por lo menos mis 15 años me vestía con ropa donada que solía traer una amiga de mi mamá. Sobrellevar el invierno era lo más difícil porque no teníamos estufa, y cuando nos dieron una siempre saltaba la luz, y le andaba solo una vela, pero más adelante tuvimos una salamandra, y nos divertíamos juntando, y cortando leña para ponerle”, comenta Stella al detallar su niñez.
La razón por la cual no pudo ser abanderada
Pese a las carencias que tenía, a Stella le gustaba mucho ir a la escuela y durante la primaria mantuvo un promedio “excelente”. Educación Física siempre fue su materia predilecta. Lengua y Ciencias Naturales eran las que la seguían en orden de preferencia.
En el primario, cuenta, le ofrecieron ser abanderada, pero su mamá rechazó la propuesta porque en esa época eran testigos de Jehová. Entonces, la pusieron como “Guardia de Honor”, ante la insistencia de sus profesores. “Al principio, me enojé, pero también comprendí que mi mamá no podía estar presente en los actos porque estaba trabajando y al final era lo mejor para todos. En el secundario tenía muy buenas notas, pero después falleció mi papá y digamos que me revelé un poco con mis profesores y empecé a ser la `Silvestre rebelde`, pero igual cerré el promedio entre ocho y nueve”.
El momento más difícil de su vida
Uno de los momentos más difíciles en la vida de Stella fue cuando falleció su papá, por un ACV, cuando ella tenía apenas 15 años. Escribir, formar parte de un grupo de Scouts, sus amigos y los profesores la ayudaron y la mimaron durante esos días tan tristes.
“La adolescencia es unas de las etapas más difíciles y vivirla sin mi papá y encima con mi mamá que trabajaba de lunes a lunes fue difícil. Pero el crecer sin padre me enseñó mucho, me hice más fuerte, crecí más rápido y aprendí a ser independiente. También me hizo ver la vida de otra manera, me dio a entender que todos tenemos una fecha de vencimiento y uno no se puede pasar toda la vida esperando que las cosas pasen porque al final el único tiempo que tenemos es el presente y el momento de actuar es ahora. Empecé a viajar más porque a él le gustaba, a escuchar su música, usaba su ropa, quería aferrarme a cualquier cosa que fuese de él”, se emociona.
Una ayuda inesperada
Dos años antes de la muerte de su papá Stella había conocido a Facundo Garayoa, director de FONBEC, una fundación cuya misión es posibilitar, mediante un aporte económico (de padrinazgo) y acompañamiento académico y personal, que estudiantes de entornos socio-económicos vulnerables puedan continuar sus estudios, estimulando el esfuerzo para que concreten así sus metas académicas y personales.
A las pocas semanas de conocerlo fue becada, y un horizonte nuevo se dibujó a sus ojos. Algo que quienes constituyen la fundación saben bien: “Creemos en la educación como herramienta básica de transformación y promoción social del ser humano. Sabemos que el progreso del estudiante genera un impacto positivo en él y, también, en su familia y entorno. Buscamos personas que quieran y puedan ayudar a estudiantes que lo necesitan, con aportes económicos mínimos, promoviendo una buena comunicación entre ellos”, explica Garayoa al detallar el funcionamiento de FONBEC.
El encuentro que la sorprendió
Una tarde, Facundo le propuso a Stella conocer a su padrino (Germán Gigy), al cual ella apreciaba mucho, pero, cuenta, dudaba de que él hubiese leído alguna vez sus cartas.
-Vengo a ver a German -le dijo Stella a la recepcionista que la atendió en la empresa donde él trabajaba.
-¿Cuál German? -le preguntó.
-No sé, creo que Gigy.
-¿Estás segura?
“Fue muy gracioso cuando lo conocí porque fui con un pantalón a cuadros morados, un gorro fucsia fluorescente y un buzo azul, no me combinaba nada. Yo pensaba que él era un vendedor de autos, no sabía que era el presidente de esa empresa. Al principio, estaba muy tímida y casi que ni lo miraba a los ojos, pero lo que más me sorprendió fue que tenía todas las cartas que yo le había enviado en su escritorio y ahí me sentí muy feliz”.
“Jamás voy a olvidar ese día y lo feliz que eso me ha hecho”
Desde que era muy chica Stella sabía que quería ser profesora de Educación Física. Sin embargo, no tenía los ingresos para pagarse la universidad, pero una tarde German fue a su casa, junto a sus hijos, y le ofreció formalmente hacerse cargo de sus estudios en la Universidad del Quality en Córdoba para que estuviera cerca de su familia. “Me dijo: `Stella, el miércoles tenés que ir a la facultad para empezar el cursillo de entrenamiento`. Jamás voy a olvidar ese día y lo feliz que eso me ha hecho”, se emociona.
Su padrino no solamente le pagó la universidad, sino que además la contrató en su compañía para la que trabajó durante cuatro años.
Un amor y una aventura por Europa
Al finalizar la carrera de Profesorado de Educación Física Stella decidió viajar a Brasil para visitar a uno de sus hermanos y en esas vacaciones se hizo amiga de unas chilenas que la convencieron de irse a vivir a Santiago de Chile para trabajar en un centro de Ski. En esa ciudad conoció a Jorge, un ingeniero que conquistó su corazón y al poco tiempo se pusieron de novios.
Cuando lo conoció, cuenta, se había comprado un pasaje para viajar a Italia y sus planes incluían la realización de un master en Portugal. Como su novio también quería estudiar en el extranjero, él aplicó a universidades y quedó en Erasmus University en Rotterdam (Países Bajos) por lo que para fines de 2019 viajaron a esa ciudad.
“Al principio, fue complicado. Yo no hablaba inglés y el primer año no me dejaban trabajar ni estudiar porque mi visa era una extensión de la de mi novio. Entonces, me dediqué a mi blog, a mis libros y a estudiar inglés. Mi novio estaba estudiando mucho, no podía ni ir al super sin comprar las cosas equivocadas por el idioma, nadie me entendía, pero me salvó el portugués que me permitió hacer amigos de este lado”, dice Stella. Y agrega: “Países Bajos es hermosísimo, a todos lados se llega en bicicleta, está todo conectado, limpio, ordenado, nunca vas a ver a un niño pidiendo plata en los semáforos, no existen los perros callejeros, no existe la desigualdad, acá no importa el trabajo que tengas: vas a tener derechos y una buena vida”.
Ponerse del otro lado del mostrador
Para cerrar el círculo del hermoso binomio del dar y recibir, hace unos meses Stella decidió pararse del otro lado del mostrador y eligió ser la madrina de Nelsi, una mujer de 30 años procedente de una familia humilde en la selva misionera.
“Mi motivación radica en la posibilidad de ayudar a otros, tal como lo hicieron conmigo en su momento. Creo firmemente en la educación como el recurso más poderoso que poseemos para enfrentar el mundo. A través del conocimiento, nuestras perspectivas se amplían y nuestra capacidad de comprensión se fortalece. Estudiar es la vía para descubrir, comprender y participar activamente en el mundo que nos rodea”.
Stella cuenta que la emocionó la historia de su reciente ahijada, quien desde una edad temprana se vio obligada a abandonar la escuela para trabajar en la chacra, ya que sus padres no valoraban la educación más allá de la capacidad de leer y escribir. “Sin embargo, Nelsi nunca perdió la esperanza y gracias a la inspiración de una dedicada maestra pudo completar su educación secundaria a los 25 años mientras trabajaba como empleada doméstica. Su determinación la convirtió en un modelo de perseverancia en su familia”.
En la actualidad, Stella se desempeña como Especialista en Desarrollo de Negocios en una compañía de logística a cargo del mercado ibérico en el área de energía fotovoltaica, mientras a la par realiza un máster en desarrollo sustentable.
Además, en estos últimos años incursionó en el mundo de la literatura, una de sus grandes pasiones. Y escribió dos libros: Naiara la Legión Perdida y el Árbol De la Vida y La Princesa Verde.
Cada vez que Stella vuelve el tiempo atrás y se encuentra con esa adolescente que necesitó de ayuda para poder cumplir el sueño de estudiar dice que se da un abrazo a ella misma y se agradece por no haberse rendido y por haber seguido adelante.
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