Isla Oak: la leyenda del tesoro que ya se cobró seis víctimas y cientos de frustraciones
Vinculada con numerosos personajes históricos, mitos y leyendas, este enclave canadiense en el Atlántico norte motivó numerosas exploraciones, textos y el célebre documental de History Channel
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Desde finales del siglo XVIII hasta la fecha, el misterio ha sido una constante en torno a la isla Oak. Seis personas han muerto y otras cientos de almas han vivido penurias intentado desenterrar un supuesto tesoro del que poco se sabe.
Ubicada en el condado de Lunenburg, sobre la costa sur de Nueva Escocia, en Canadá, la Isla Oak -o “Isla del Roble”- es una de las cientos que conforman la Bahía de Mahone. Con una superficie de 57 hectáreas y una altura máxima de 11 metros sobre el nivel del mar, encierra uno de los misterios arqueológicos más grandes de América del Norte.
El enigma involucra a personajes como el Capitán Kidd y su pozo del tesoro, o joyas de la decapitada reina de Francia, María Antonieta, o manuscritos que demostrarían que parte de la obra de William Shakespeare (1564-1616) habrían sido escritos por Francis Bacon.
También está vinculada a un joven Franklin Delano Roosevelt que, antes de convertirse en el 32° presidente de Estados Unidos, patrocinaba a la firma Old Gold Salvage Company y se interesó por el supuesto tesoro.
Hasta hubo historiadores que sugieren que la isla Oak está emparentada con los tesoros de los Caballeros Templarios.
Independientemente de los nombres y personajes históricos con los que se la relaciona, la leyenda de la isla Oak está ligada a las palabras “botín” y “tesoro” y, por ende, a los piratas.
Entre 1690 y 1730, los historiadores hablan de un período de oro para los corsarios. Muchos viajaban hacia y cerca de la isla Oak por sus vastos recursos naturales y porque era el lugar ideal para esconder bienes robados.
Tres muchachos, un pozo y el comienzo del sueño
Así fue que un grupo de tres muchachos creyeron haber encontrado en la isla Oak el tesoro que, según la leyenda, había enterrado allí el escocés William Kidd, un experimentado pirata ejecutado en Londres 1701. En 1795, Daniel McGinnis, John Smith y Anthony Vaughn descubrieron un pozo con forma circular en ese lugar al que llamaron “Money Pit” (”el pozo del dinero”) y decidieron comenzar a cavar.
Entre sus esfuerzos y paladas encontraron losas sueltas, piedras y fragmentos de roble de gran tamaño. Pero la gran envergadura de esos troncos enterrados hizo que los tres jóvenes depusieran su búsqueda del supuesto tesoro millonario.
Ocho años después, la compañía Onslow emprendió viaje a la isla Oak motivados por el rumor de lo que habían iniciado McGinnis, Smith y Vaughn. Con equipamiento necesario para este tipo de tareas descendieron hasta los 28 metros. A esa profundidad, descubrieron una placa con inscripciones extrañas.
“12 metros más abajo hay 2 millones de libras enterradas”, indicaban lo símbolos de acuerdo con una traducción de la época. No obstante, al remover la placa el agua comenzó a inundar todo y debieron salir.
Gracias a la colaboración de Vaughn, la recientemente conformada Truro Company -que había incorporado a exmiembros de Onslow y otras personas respetadas en la materia- desembarcó en la isla Oak en 1845 con el anhelo y la ambición de hacerse del tesoro. Pero pese al entusiasmo inicial solo pudieron comenzar a excavar hacia 1849.
Decididos a resolver el misterio, montaron una estructura de madera sobre la que su taladro pudiese operar con mayor facilidad. Casi de modo secuencial, las capas de tierra, madera y metal se repetían a medida que descendían algunos metros.
Monedas de oro, inundaciones y muerte
Como publica Daily Choices, un buen día los miembros de la Truro Company taladraron algo que parecían dos cofres que contenían monedas de oro.
El supuesto descubrimiento indicaba una cosa: que el tesoro estaba más abajo de lo que creían. Pero continuar descendiendo conllevaba un problema adicional dado que el pozo se llenaba de agua. Eso los llevó a la conclusión que el terreno que rodeaba a la perforación había sido creado artificialmente, como producto de una vieja represa. Si bien en un primer momento evaluaron crear una nueva represa para drenar el lugar y poder seguir excavando, la falta de fondos hizo que todo quedara en la nada.
En 1861, un nuevo grupo probó suerte para intentar resolver el misterio. Autodenominados Oak Island Association, acordaron con el dueño del predio, Anthony Graves, que le entregarían un tercio de los tesoros que encontraran.
Con las ganas a flor de piel y el tiempo necesario para cumplir con su objetivo realizaron dos nuevos pozos en paralelo. La idea era llegar al botín cavando horizontalmente una vez que alcancen la profundidad deseada. Pero a muy poco de llegar al objetivo el agua inundó los dos túneles.
Desafortunadamente, el equipo experimentó una tragedia hacia el otoño boreal de ese año. Mientras intentaban drenar uno de los túneles inundados, una caldera explotó y un operador murió a raíz de las quemaduras. Varios otros resultaron heridos.
Finalmente, en 1866, la compañía renunció a sus derechos en el sitio y puso fin a una campaña costosa y accidentada.
Nuevos bríos
Mientras que las esperanzas por encontrar tesoros en la isla Oak parecían esfumarse, el hallazgo de casi 500 gramos de cobre en la superficie provocó entusiasmo. Si bien las piezas aparecieron lejos de la excavación original, algunos entusiastas creyeron que podría ser evidencia de lo que yacía enterrado.
En 1893, Frederick Blair y S.C. Fraser crearon la Oak Island Treasure Company en Maine, Estados Unidos. Gracias a un contrato de explotación 30.000 dólares, la firma se aseguró los derechos exclusivos de todos los tesoros descubiertos por un período de tres años. Pero, pese a sus esfuerzos, no lograron encontrar nada.
Cuatro años más tarde, más precisamente el 26 de marzo de 1897, la isla se cobró otra víctima mortal: un hombre llamado Maynard Kaiser, que se encontraba trabajando en una de la perforaciones de la zona.
Tres meses más tarde nuevos, otro grupo de excavadores probó suerte. En esta ocasión, el taladro atravesó capas de piedra blanda, roble y algo que parecían piezas sueltas de metal. Pero, al continuar descendiendo, chocaron con una barrera de hierro y debieron interrumpir las tareas.
Cuando el taladro volvió a la superficie y el equipo examinó las perforaciones extraídas del pozo, la emoción rápidamente se desvaneció. Pese a que se pensaba que la capa era de metal suelto, los hombres solo encontraron trozos de fibra de coco -utilizado en esa época para empacar-, astillas de roble y más escombros sueltos.
Parte de los escombros extraídos en la isla Oak fueron trasladados a Amherst. Allí, el Dr. A.E. Porter hizo un estudio minucioso de los materiales desenterrados. Entre la tierra y los escombros, encontró un pergamino inconfundible con lo que parecían ser las letras ‘VI’ escritas en uno de los lados del material, que fue inspeccionado por especialistas de la Universidad de Harvard que verificaron su autenticidad.
Roosevelt y la búsqueda en el siglo XX
En 1909, a la edad de 27 años, Franklin Delano Roosevelt se unió a las filas de la Old Gold Salvage and Wrecking Company. De excelente posición económica y formado en Harvard, pasó ese verano frente a las costas de Nueva Escocia.
De la misma manera que cualquier otro buscador de tesoros, Roosevelt estaba muy esperanzado de encontrarlo. Como consigna Oak Island Money Pit, en una carta dirigida a una amigo personal se interesó por el misterio la isla y tenía intenciones de regresar a la Bahía Mahone.
Motivado por lo que había visto en 1897, Chappell regresó a Canadá desde Australia y junto con Frederick Blair, que había conservado el contrato de arrendamiento, se involucró en la búsqueda. Sus primeras excavaciones arrojaron hallazgos: un hacha, un ancla y una púa, elementos que los llevaron a creer que podían ser rastros de alguna antigua civilización.
Blair, Chappel, su hermano Renerick, su hijo Melbourne y su sobrino Claude, comenzaron a trabajar en 1931. Como ya había ocurrido, el grupo se topó con más dificultades que soluciones. Buscaron el “pozo del dinero” pero, para ese entonces, el sitio había sufrido casi 140 años de excavaciones y la superficie de la isla lucía confusa. No sabían por dónde empezar.
Tras haber leído sobre el tema en un artículo en el New York Times de 1928, un hombre llamado Gilbert Hedden se interesó en el Pozo del dinero y la isla Oak. Ese interés devino en obsesión y tras comprar parte de la isla y negociar con Blair, consiguió los medios necesarios comenzó a trabajar en la zona en 1936.
En los primeros meses, el equipo de Hedden no tuvo mayores descubrimientos, pero en 1937 todo cambió. Al excavar en uno de los muchos túneles auxiliares que marcan la isla, el equipo tropezó con una serie de elementos fascinantes. A 20 metros de profundidad dieron con una lámpara minera y dinamita sin explotar. A 30 metros desenterraron masilla de arcilla nunca antes vista en la isla.
Si bien su interés por el tesoro de la isla Oak nunca disminuyó, en 1938 Hedden cambió de planes y decidió abocarse a los asuntos comerciales de la industria del acero.
La tragedia de los Restall
Desde el mismísimo primer intento de los tres intrépidos muchachos de 1795, un gran número de creencias fantásticas se tejieron en torno a al destino de la isla Oak. Algunas profecías presagiaban que para desenterrar el tesoro debían morir al menos siete personas. Y la familia Restall no hizo más que agrandar la leyenda.
Robert Restall llegó a la isla en 1959 después de firmar un contrato con uno de los terratenientes. Se instaló con Bobbie, su hijo mayor de 18 años, en una cabaña sin agua potable, pero con la creencia firme de que lograrían encontrar el elusivo tesoro.
La mañana del 17 de agosto de 1965, Robert se encontraba sobre el borde de una de las perforaciones cuando aspiró el gas que emanaba de una máquina perforadora. Se desmayó y cayó al pozo. Al ver lo que sucedía con su padre, Bobbie se acercó para tratar de ayudarlo y corrió la misma suerte.
Al ver que padre e hijo Restall habían caído, los operarios Karl Graeser y Cyril Hiltz intentaron ayudarlos, pero también sucumbieron. Al término de la jornada, cuatro personas habían muerto.
Tras la muerte de los Restall y los obreros, el inversor y geólogo Robert Dunfield se hizo cargo de la exploración de la isla. Los primeros trabajos se llevaron a cabo ese mismo año y tras un breve descanso se retomaron el mismísimo día de Año Nuevo de 1966.
Sin mayor éxito más que haber encontrado fragmentos de porcelana similares a los de expedicionarios anteriores y la incursión de Fred Nolan Dunfield puso fin a su proyecto. Tras haber invertido miles de dólares regresó a California con las manos vacías.
Después de haber hecho trabajo de campo en el área y una tregua con los demás buscadores de tesoros, en 1969 Daniel C. Blankenship y David Tobias conformaron la Triton Alliance Limited. Al explorar la zona de Old Smith Cove, el equipo descubrió una formación de troncos en forma de U, tijeras de hierro forjado, un trineo de madera y otros artefactos de hierro, como clavos y púas.
Según reportes de la época, el equipo dumergió una cámara y en la superficie analizaron lo que parecía ser una mano, un fragmento de un cadáver y varios cofres. Esto motivó a que se realizaran 10 inspecciones con buzos, pero todas fueron infructuosas: no se extrajo ningún tesoro como resultado de esa investigaciones.
A comienzos de los 1980, Blankenship y Tobias le dieron un giro comercial a su empresa: comenzaron a explotar la veta turística de la isla Oak. De manera casi exclusiva comenzaron a recibir a visitantes interesados tanto en la geografía como en los hallazgos y las historias contadas a lo largo de los siglos.
Sobre el final de la década de 1990, Tobias decidió vender sus acciones de la propiedad. La Sociedad de Turismo de la isla Oak le solicitó fervientemente al gobierno de Canadá que comprara el terreno y lo abriera al público, pero la iniciativa no prosperó.
Pese a los pedidos de la organización, en 2006 la mayor parte de la isla fue vendida a los hermanos Marty y Rick Lagina de Kingsford, Michigan.
A comienzos de 2014, History Channel estrenó el reality show, The curse of Oak Island en el que, a través del uso de tecnología moderna, los hermanos buscan descubrir artefactos históricos enterrados en Oak.
Hasta ahora, los intentos de los Lagina por dar con el tesoro tampoco rindieron frutos. Sí encontraron una fuente de riqueza inesperada en el programa, que ya lleva ocho temporadas al aire.
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