Tras hallar algunas fotos en un cajón, sus inseguridades fueron en escalada...
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Cuando Laura conoció a Marcos tenía 19 años y un puñado de sueños que deseaba cumplir: un viaje de mochilera, una carrera creativa, lanzar una marca personal y enamorarse locamente de un chico alto, morocho, estilo más bien rocker y muchas ganas de ver el mundo. “Me imaginaba un Johnny Depp, me encantaba desde la serie Comando Especial”, rememora. “Los rubios nunca me gustaron”.
En casa de Laura las cosas no iban bien. Su padre hacía tiempo estaba enfermo y sentía que su madre la enloquecía con sus arranques extraños y sus demandas un tanto incoherentes. Para escapar de lo que percibía como un pequeño infierno, las salidas con amigos se transformaron en su refugio, donde podía olvidarse de lo que dolía y soñar con la aparición de ese príncipe atípico, un poco rudo en apariencia, pero con corazón de oro.
Marcos apareció en una fiesta en una noche de verano. Tal como lo había fantaseado, era alto y morocho, no demasiado rocker, pero sí con una actitud que denotaba indiferencia hacia el mundo, acompañada por un sarcasmo que la conquistó de inmediato.
“Nos pusimos de novios en pocos días, a tal punto que nos volvimos inseparables”, revela Laura. “Yo estaba locamente enamorada”.
Una foto misteriosa
A los cuatro meses ya vivían juntos y él, que era cinco años más grande, le hablaba de los hijos que tendrían en un futuro. Laura se abocó a sus estudios de diseño de interiores, mientras su novio continuaba con su carrera en sistemas. Todo parecía ser un sueño hecho realidad, salvo por esos pequeños detalles, como cuando Marcos le hacía un comentario acerca de su vestimenta o ella lo forzaba prácticamente a ir a esos recitales a los que él la acompaña a regañadientes.
Sin embargo, hubo un suceso que despertó las alarmas de Laura: unas cinco fotos, entre ellas una de una mujer, que encontró en el fondo de un cajón del armario de Marcos. La imagen mostraba a una joven hermosa, de cabello castaño, ojos claros y una indumentaria entre canchera y elegante: “La foto no era vieja”, aclara Laura. “En ese momento corrían los años noventa y, a ver.., ella tenía un estilo de las chicas de La banda del Golden Rocket, pero un toque más elegante”.
¿Quién podría ser ella?, se preguntó Laura por unos cuantos días. No dijo nada, en definitiva, eran varias fotos, Marcos estaba en alguna de ellas junto a sus amigos (muchos ya conocidos por Laura), la chica misteriosa aparecía asimismo junto a todos en una comida, y quedaba claro que eran imágenes de algunas vacaciones en grupo. Pero ¿por qué una foto de ella sola? Aunque había algo más, como un cierto aire familiar en ese rostro que le costaba descifrar.
Lo dejó pasar, pero la intriga, lejos de quedar enterrada, comenzó a crecer.
Una vestimenta controlada y un encuentro inesperado
Había semanas que se peleaban con frecuencia, ante todo debido a los celos de Marcos, a sus reproches porque no era más femenina y a su insistencia en que elija un corte carré, seguro de que le quedaría hermoso. Laura, entonces, se mordía la lengua para no mencionar a la mujer de la foto, no quería empeorar el escenario y tenía su orgullo: no le interesaba quedar como una celosa sin sentido.
Ya había pasado más de un año desde el comienzo de su noviazgo, cuando Marcos le anunció que el viernes tenían un asado en lo de Pedro, que cumplía años: “Recuerdo que me llamó la atención, porque nunca había escuchado de Pedro. Estaba contenta de seguir conociendo su mundo”.
Laura eligió una mini de jean y una remera ancha, corta hasta la cintura y con un cuello bien ancho, que usaba hacia un costado y dejaba uno de sus hombros al descubierto. Marcos la miró con mala cara y le pidió si por una vez no podía vestirse de una manera menos reveladora e informal. “Me gusta, es onda Flashdance”, le replicó ella, pero aun así, para no empezar mal la noche, cambió la mini por un jean negro. “Mucho mejor”, dijo el novio.
Laura jamás olvidará esa velada. Apenas pisó la casa de Pedro reconoció de inmediato un rostro familiar, era ella, la chica de la foto, aunque algo diferente a la imagen que había encontrado, en vez de llevar el pelo largo, tenía un corte carré: “¡Y llevaba jean negro con una camisa blanca super fina!”, asegura Laura. “Para colmo, ella se acercó, lo saludó toda suelta y le dijo que era una alegría volver a verlo tan pronto”.
Para Laura la noche fue un infierno, ¿acaso por ello le había insistido con ese corte de pelo en los últimos días? ¿Acaso quería que fuera un poco más como ella? Las inseguridades la asaltaron y la angustia se instaló ante la sola idea de animarse a hablar con Marcos acerca de sus miedos.
La gran revelación
Los pedidos de Marcos porque fuera alguien diferente a quien era comenzaron a opacar las risas de Laura. Apenas sí a veces veía a sus amigas y las inseguridades eran lo cotidiano en sus pensamientos. La chica ya no tan misteriosa ahora tenía nombre: Sandra, la exnovia que Marcos veía cada tanto cuando iba a jugar al fútbol, porque resulta que ahora era la novia de Pedro y a veces lo pasaba a buscar.
Cierto día, Laura se animó a preguntarle si había estado muy enamorado de Sandra y él le contestó que un poco sí, pero que en nada se comparaba con lo que ahora sentía por ella. La joven no quería obsesionarse, pero su pelo estaba más corto (aunque no se había animado a un carré) y había abandonado las minis y los tops reveladores: “Todavía era muy chica, estaba llena de inseguridades”, explica Laura al recordar esos tiempos. “No me daba cuenta del todo lo que estaba pasando, pero empecé a tratar de parecerme para que me valore y quiera más”.
Y entonces, cuando creyó alcanzar una plácida armonía con Marcos, llegó el casamiento de otro amigo. Eligió vestirse sobria y arreglada para la ocasión, lejos de esa rocker que solía ser y sabiendo que seguro Sandra estaría allí. A la boda llegó revolucionada por los nervios bien ocultos ante la mirada de Marcos y apenas divisó a su exnovia, su mundo se vino abajo: allí estaba ella, una diosa elegante, cómoda en su piel.
Sin embargo, el puñal más fuerte llegó cuando una de las invitadas, bien entrada la noche y con unas copas demás, le comentó al pasar: “¿Te puedo decir algo? Sos increíblemente parecida a Sandra: tus ojos, el corte de cara, color de piel, hasta la misma altura tienen. No me llama la atención que esté con vos, se ve que busca el mismo tipo de mujer, y bueno, Marcos estuvo locamente enamorado de Sandra”. Laura miró a través del pasillo, clavó sus ojos en Sandra y por fin pudo descifrar aquel “algo más” que le había provocado la foto del cajón: ella, Laura, se parecía demasiado a la chica misteriosa.
“Marcos no había buscado más que un reemplazo”, asegura Laura. “Terminamos a los pocos meses, pero fue un vínculo que me marcó para toda la vida. Entendí cómo tantas veces buscamos en el otro una fantasía, sin mirar a quien tenemos enfrente y elegir enamorarnos por quien realmente somos”, concluye.
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