Con experiencia familiar en el rubro, se animó a un proyecto propio que espera se expanda al exterior.
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Abrió hace un poco más de dos meses y el boca en boca ya lo convirtió en una parada obligada entre los vecinos de la zona. Ubicado en Rodríguez Peña al 1500, en el tradicional barrio de Recoleta de la ciudad de Buenos Aires, son muchos los que llegan con la añoranza de rememorar viejas épocas, cuando hacían fila para degustar los helados que en la década del ´70 servía la heladería Freddo y que se convirtió con el correr de los años en un clásico.
Detrás del emprendimiento que se presenta como una boutique que sirve helados, café premium, waffles y sándwiches de autor entre otras cosas ricas para comer, se encuentra Tomás Guarracino, nieto del italiano Don Salvador Guarracino (92) que creó la primera cadena de heladerías premium del país, Freddo. En la década del ‘90 la marca se expandió y fue vendida al fondo de inversión de moda por aquellos días: The Exxel Group.
ADN emprendedor
Aunque sus inicios fueron muy diferentes a los de su familia, -lo primero que hizo Tomás Guarracino fue aceptar una propuesta para convertirse en modelo publicitario y con 17 años se fue a vivir a París, Milán y Nueva York- hace tres años, cuando regresó al país, descubrió que llevaba el ADN emprendedor en la sangre. Ahora, mientras divide su tiempo entre algunos trabajos como modelo, Suri -su hija de 6 años que tiene con su expareja Ivana Figueiras-, Benlive, su marca saludable de helados proteicos, con colágeno y keto, sueña con volver a Europa, pero de una forma novedosa, al menos para él.
Por eso, le pareció una opción interesante unificar el know how familiar en el que se crió -pero que también aprendió- y el buen comer. Fue de conversaciones informales con su abuelo y su padre que nació la idea de montar una boutique “como las de antes” para ofrecer productos que gustan a los argentinos con una fuerte apuesta por la calidad de la materia prima.
“Mucha gente de la zona de la generación de mi abuelo y los vecinos más recientes conocen a la familia y se acuerdan a la perfección de lo que era ir a tomar helado a Freddo en ese momento. El local, que estaba en la esquina de Pacheco de Melo y la avenida Callao, tenía todos los días fila. Tal era el consumo que Freddo se daba el lujo de cerrar el local durante el invierno”, recuerda.
Durante su infancia, Tomás pasaba mucho tiempo con sus abuelos en el barrio y detrás del mostrador de la heladería. Asegura que conoce la zona de memoria y que a través de un amigo de su padre, pudo dar con el local donde hoy funciona Aiello, la boutique a la que dio forma. “Para crear los sabores de los helados, volvimos a las viejas fórmulas de Freddo y las reversionamos”.
La calidad no se negocia
¿El resultado? Sabores como los de antes, dice con orgullo, “con abundante cantidad de dulce de leche, una generosa cantidad de almendras por porción, cremas de calidad y un sambayón con mucho licor. Estoy interiorizado en lo que es un buen helado, lo sé por haber estudiado y por conocerlo de primera mano y en el paladar. Mi papá es un apasionado del negocio, me transmitió la pasión y fui aprendiendo. La buena materia prima se nota y ese es nuestro valor agregado”.
Somos la tercera generación de heladeros, anuncia orgulloso el vendedor que se encuentra detrás del mostrador y que recibe a cada cliente con una sonrisa de bienvenida. “Si quiere probar los helados le sugerimos el dulce de leche sublime, que lleva dulce de leche repostero y es realmente un manjar o el chocolate Meri, hecho a base de chocolate amargo y un toque especial de canela”, continúa.
Además, ofrecen café premium (como el Espresso Affogato que se sirve con una bocha de helado), waffles, sándwiches gourmet, alfajores tamaño XL y panes artesanales. “El mercado del helado creció y se expandió. Hoy hay mucha más competencia y los conceptos son integrales. La oferta es amplia, con valor agregado y nuevas experiencias de compra. Entendemos que esta unión de propuestas es lo que la gente busca. Hay competencia sin duda alguna. Pero la calidad del producto marca la diferencia”.
La boutique tiene precios competitivos (el kilo de helado de vende a $2.200), atención personalizada y varias propuestas para llevar la marca al exterior. En el próximo año, el nieto del fundador de Freddo proyecta abrir diez locales de Aiello en Argentina (entre ellos uno en el shopping Alto Palermo) y otros cinco en el exterior, con España a la cabeza como primer país extranjero en el que desembarcar. “Argentina es como una prueba piloto. Somos locales acá, tenemos un nombre fuerte y reconocido en la industria y la realidad es que, a pesar de los vaivenes económicos, todavía es posible empezar un negocio con poca inversión. Eso no sucede en otras partes del mundo. Sabemos que este es un negocio que interesa y gusta afuera”.
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