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“Pía se va para no volver”, le dijo a una de sus amigas minutos antes de que su hija pusiera un pie en el avión que la llevaría a cumplir uno de sus objetivos profesionales. Desde pequeña había sentido curiosidad por hacer la experiencia fuera de su país de origen y, después de un intento frustrado, finalmente había llegado el momento de concretar ese deseo.
Corría 2018 y, quizás impulsada por su padrino que es cardiólogo y residía en España desde 2009, solicitó realizar prácticas en ese país. Consiguió una vacante para realizar la rotación en pediatría y cirugía en el municipio de Gandía (Hospital Francesc de Borja) durante dos meses y medio y no dudó ni un instante en aceptar la oferta.
Una vocación de servicio
Con un padre en pleno ejercicio de su título como médico traumatólogo, la infancia y adolescencia de Pía Trebino Harrington habían estado desde el comienzo marcadas por el pulso de la medicina. Junto a sus padres y hermanos vivió cuatro años en Clorinda, en la provincia de Formosa, luego pasó dos años en Iguazú, Misiones porque a su papá, justamente, le habían ofrecido trabajo en esos lugares. En 1996 finalmente se mudó a Bella Vista, en el partido de San Miguel de la provincia de Buenos Aires, donde pasó el resto de su adolescencia.
“Cuando era chica pasaba mucho tiempo en el consultorio del otorrinolaringólogo porque solía tener otitis a repetición. Realmente siempre quise que quería ser medica, creo que mi papá influyo mucho porque era su profesión. Recuerdo que a los 17 años, yo quería ir al hospital donde él trabajaba para ver cómo era estar en ese ambiente. Hasta que un día, por sugerencia de mi mamá, logré visitar el Hospital Mercante en José C. Paz y volví fascinada”.
Su paso por la universidad había sido complejo. Comenzó la carrera en la Universidad de Buenos Aires (UBA) pero una recaída en la enfermedad de su mamá la obligó a modificar sus planes. “Hacía algunos años a mi mamá le habían diagnosticado metástasis de cáncer en piel y huesos. Continué los estudios en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) porque era más estilo colegio y me servía para organizarme. Luego regresé a la UBA con un corte en el medio de dos años y medio para resolver trámites pendientes. Fue difícil hacer la carrera estudiando y trabajando. Pero aun así, después de diez años, la terminé. Conocí gente que hoy sigue formando parte de mi vida”.
De alguna forma, conociendo la evolución que tendría la enfermedad de su madre, anticipó los pasos que seguiría. “Fue difícil porque sabía el pronostico y cómo progresaría. Pero conservo los mejores recuerdos. Los últimos tres años con ella fueron los mejores porque pudimos tener muchísima más complicidad y hacernos más amigas”.
“Termino la carrera y me voy”
“No sé cómo, pero termino la carrera y me voy a España”, le había dicho una tarde a su padre. Y así lo hizo. Ahorró para gestionar eso que tanto anhelaba y puso manos a la obra para llevar adelante su objetivo. A través de la UBA solicitó realizar parte del Internado Anual Rotatorio en el lugar del mundo que eligiera. Y ella había decidido que España sería el país para concretar su deseo.
La experiencia marcó un antes y un después en su vida. “Lo que más me gustó fue el sistema. El médico hace su trabajo de medico. Acá tenés un equipo que te acompaña y tiene su función: celadores, enfermeros, administrativos. Yo estaba con régimen de estudiante, por ende hacia lo mismo que un residente. Entraba a las 8.15 y me retiraba a las 15 h. En urgencias tenía los resultados de laboratorio como máximo a los 40/50 minutos y el personal estaba 100% capacitado para asistir al médico en lo que necesitara. De hecho, en esos meses aprendí muchísimo de los enfermeros, acá tienen una formación increíble”.
Las guardias fueron otro de los factores que la impactaron positivamente. “Cuando estábamos de guardia y el jefe nos veía que estábamos haciendo tareas que no tenían que ver con ese área nos mandaba a casa. Se hacía el pase y nos mandaba a casa a descansar. Las guardias de los residentes de primer año son cinco y se pagan aparte”.
“Me alcanza y sobra para vivir cómoda”
Cumplido el plazo para la rotación y, de regreso en la Argentina, armó un plan para instalarse en Europa y no regresar más. Y Así, con algunos ahorros y muchas expectativas, tomó un avión con destino a Italia. Allí estuvo por tres meses, ese fue el tiempo que le llevó tramitar la ciudadanía. “Ahí me mude con una chica que no conocía. Pero ambas estábamos buscando lo mismo. Por ende nos animamos y vivimos juntas ese tiempo. Hoy Male es una de mis mejores amigas. Después me mudé a Valencia. Mientras hice la rotación había conocido un chico y, aunque yo estuve en Argentina y en Italia, él apostó porque siguiéramos juntos a pesar de la distancia”.
Tres años después, cuenta con orgullo que tiene un puesto como médico de familia en un centro de salud de esa localidad española. Entra a las 8 de la mañana y culmina su jornada laboral, por lo general, entre las dos y las tres de la tarde. Cada médico tiene su cupo de pacientes las consultas se realizan de forma presencial y telefónica. También suele hacer cuatro o cinco guardias al mes en el mismo centro. “Algo que me llamó la atención es que si hacemos guardia un domingo, nos toca el descanso del lunes. También nos corresponde un día mas de vacaciones. Si tocan guardias los fines de semana y días festivos se pagan más y hasta el doble”.
Asegura que solo volvería a la Argentina para visitar a la familia y hacer turismo. De hecho, estuvo en el país hace un mes cuando contrajo matrimonio con aquel chico que había conocido en la rotación. “A trabajar no volvería, después de charlar con amigos que tienen cinco trabajos para poder más o menos vivir bien, me di cuenta de que solo volveríamos de vacaciones. En España gané en calidad de vida y tranquilidad. Tengo un solo trabajo y no necesito tener otro. Si quiero puedo sacarme o agregar guardias. Con mi sueldo base, que es el del consultorio, me alcanza y sobra para vivir cómoda”.
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