Su vida había tomado otra dirección, pero una decisión del padre cambió su destino para siempre; hoy no puede vivir sin sus paisajes mendocinos y su bodega fue premiada como la mejor productora de vino tinto del mundo
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“Me voy de la empresa”, le dijo Anne Bousquet a su jefe, quien no pudo más que mirarla atónito. “Me voy a vivir a la Argentina, a una pequeña ciudad llamada Tupungato”. El hombre seguía sin poder salir de su asombro, más allá de su relación laboral, ellos eran amigos y aquella confianza le dio pie para indagar acerca de una decisión que llegaba a él un tanto descabellada. ¿Qué razón había para que Anne, la vicepresidente de una empresa reconocida en Europa, deseara dejar atrás sus conquistas profesionales para vivir en un lugar remoto del mundo?
Anne le contó acerca de su futuro nuevo hogar, ahondó en sus motivos y en su decisión irrevocable: “Él no lo podía creer, tuve que sacar un mapa para mostrarle dónde quedaba Tupungato”, rememora.
“Mi hija tenía un año por entonces y yo viajaba mucho por trabajo. Esa sola idea fue todo lo que necesité para tomar mi decisión”.
Una carrera prometedora y la decisión de un padre que cambió la vida de su hija
A pesar de que Anne pertenecía a la cuarta generación de una familia de tradición vitivinícola, oriunda de la ciudad de Carcasona, en el suroeste de Francia, ella había decidido tomar otro rumbo. Se inscribió en la Universidad de Toulouse, se graduó en Economía y voló a Minnesota para realizar una maestría en la Universidad Estatal de St. Cloud.
Por aquellos tiempos, Argentina ni siquiera aparecía en su imaginación, mientras el amor hacia su entrada triunfal en días de estudio arduo, que perfilaban su carrera exitosa. Conoció a Labid Al Ameri allí, en Estados Unidos, un hombre que se había criado en España y que pronto se transformó en su pilar fundamental, su esposo y el amor de su vida.
Todo parecía fluir en armonía y las primeras metas laborales comenzaron a llegar en Boston, donde durante los años 90, Anne construyó su carrera de economista. Y fue por aquellos tiempos que finalmente Argentina ingresó en sus conversaciones cuando su padre, Jean Bousquet, le anunció que había vendido todas sus propiedades en Francia para volver a empezar en el sur del mundo, plantando vides con la intención de desarrollar viñedos desde cero, en terrenos vírgenes de Gualtallary, Tupungato, Valle de Uco.
Anne aún no lo sabía, pero aquel nuevo comienzo se transformaría en su propio volver a empezar.
Pisar Argentina por primera vez: “Aún hoy me impacta el contraste con Europa”
La primera vez que pisó la Argentina para visitar a su padre fue en diciembre de 2001. Junto a Labid, primero recorrieron la ciudad de Buenos Aires incrédulos ante el espectáculo que se desplegaba ante ellos: “Sacamos fotos de la gente haciendo cola en los bancos, no podíamos entender el caos”.
Tras aquel caos incomprensible, la llegada a Mendoza fue doblemente impactante. La disparidad con Buenos Aires era tal, que la tranquilidad y la paz que respiraron en el valle quedaron grabadas en su memoria desde entonces. Hasta llegar a destino final, habían recorrido kilómetros sin ver nada ni a nadie: “Aún hoy me impacta el contraste con Europa, donde todo está tan cerca”, asegura.
Anne regresó a Boston maravillada por la experiencia y dispuesta a continuar con su trabajo, alejada del mundo de las uvas y la paz mendocina. Y así lo hizo durante los siguientes años, hasta que en el 2004 su padre le pidió ayuda a Labid para vender vinos, ya que su primera cosecha de Domaine Bousquet estaba lista: “Nos involucramos por primera vez y fuimos a una feria de vinos en Miami”.
Ya para el 2005, por cuestiones laborales, Anne y Labid se mudaron a Bélgica. Desde allí, fueron a Dusseldorf, Alemania, para asistir a ProWein, y a pesar de no tener mucha noción del mundo del vino, la pareja tuvo la idea de invertir -personalmente- en el primer pallet de Domaine Bousquet y almacenarlo en una bodega en Amberes, Bélgica: “Una alternativa de bajo riesgo para los compradores”.
En Europa, y a pesar de estar involucrada con el negocio de su padre, Anne siguió con su carrera ascendente. Sin embargo en el 2009, con una vicepresidencia a cuestas, decidió dejarlo todo. Su padre había anunciado su retiro y ella supo que era tiempo de dejar atrás su vida ajetreada de economista e ir hacia la paz de la Argentina.
Vivir en Argentina: “Cómo no maravillarse ante semejante grandeza y simpleza a la vez”
Tupungato, por aquellos tiempos, era un pueblo muy pequeño. Para Anne, la llegada definitiva a la Argentina fue un shock, en especial porque no hablaba castellano. A pesar de que Labid dominaba el idioma, ellos siempre se habían comunicado en inglés.
Se instalaron en el “Down Town” de Tupungato, de alrededor de 40 mil habitantes. A pesar del encantamiento que Argentina había producido en Anne, la adaptación a su nueva comunidad fue compleja, pero toda duda se desvanecía cuando veía a su hija crecer rodeada de naturaleza: “Fue elegir calidad de vida”, asegura.
“Por otro lado, la crianza de un bebé sumado al tiempo que demandaba la bodega, no daba demasiado lugar para la vida social. Tupungato fue ideal para ese momento”, continúa. “Hoy no podría pensar mi vida sin Mendoza, es mi casa. La bodega es mi otra hija. Tupungato me vio crecer y es una comunidad que yo vi crecer y siento el orgullo de saber que nosotros tenemos que ver mucho con su desarrollo desde que llegamos… hasta el día de hoy”.
“Mendoza es la provincia vitivinícola más importante y uno de los principales centros productores a nivel mundial. Cómo no maravillarse ante semejante grandeza y simpleza a la vez”, se emociona. “Y adoro las empanadas, el paisaje y sus montañas. Actualmente paso más tiempo en Argentina que en Francia, yo me siento argentina”.
Los desafíos de emprender en Argentina: “Siempre apostamos y lo seguiremos haciendo porque este es nuestro hogar”
En sus comienzos, la bodega se erigió sobre un desierto virgen, no había caminos ni electricidad. Gran parte del desafío de Anne y Labid fue trabajar en el desarrollo de aquellas tierras.
Y cuando conocieron el clima y los suelos, supieron que habían encontrado el lugar ideal para elaborar vinos orgánicos de calidad, algo que en Francia resultaba muy difícil. Con aquella revelación se propusieron demostrar que, gracias a la particularidad del suelo mendocino, era posible alcanzar estándares altísimos.
“Otro de los grandes desafíos como emprendedores es la difícil situación económica que atraviesa el país, pero siempre apostamos y lo seguiremos haciendo porque este es nuestro hogar”, continúa Anne, cuya bodega Domaine Bousquet fue premiada como la mejor productora de vino tinto del mundo por la organización International Wine & Spirit Competition en Londres.
“Es un reconocimiento a Gualtallary, a la provincia de Mendoza, a la Argentina y a los vinos orgánicos. Es la mejor prueba de que estamos en el camino correcto”.
Una vida circular y los aprendizajes: “Me identifico con la gran resiliencia y persistencia de los argentinos”
Tras varios años de retos constantes y crecimiento, Anne decidió volver a Estados Unidos. Nunca imaginó los caminos que tomaría su vida, y hoy no podría pensar en vivir sin sus paisajes mendocinos.
En Miami, junto a Labid, fundaron su propia empresa importadora y se dedican a posicionar sus vinos en el mercado norteamericano. A la Argentina, sin embargo, regresa todos los meses, mínimo una semana: “Mi marido y mi hija vienen tres o cuatro veces al año”.
“Las diferencias entre Miami y Tupungato no pueden ser más drásticas, desde el clima hasta el tipo de vida que hago. En Miami voy a la playa y tengo mucha vida social, sobre todo ahora que mi hija tiene 15 años y tiene sus salidas y propia rutina. Miami y Tupungato en mi vida son como el ying yang… el equilibrio”, continúa. “Y a Francia voy menos y para mí es sinónimo de familia: cenas en Carcassonne con mi hermano, mi mamá y mis primos; además, nos gusta disfrutar el país, visitar viñedos y probar los vinos del viejo mundo”.
“Pero para mí es esencial mi tiempo en Argentina, aquí está la bodega y nosotros llevamos el día a día de la empresa. Para mí es fundamental poder estar, atender procesos, tener reuniones, ver a nuestros colaboradores y escucharlos”, asegura. “Y personalmente, caminar entre los viñedos, con la paz de la montaña, es mi mejor terapia. Mendoza es también mi casa”.
“Por otro lado, ¡yo me hice empresaria en Argentina! Es el país que me dio la posibilidad y me vio crecer en esta faceta de mi vida… No sería quien soy si no fuera por cada uno de los desafíos que viví y los que cada día nos presenta el país y la naturaleza misma de esta industria, después de eso no le tenés miedo para nada”.
“Creo, además, que me identifico con la gran resiliencia y persistencia de los argentinos. La constancia y el coraje para salir adelante sorteando dificultades. Son dos virtudes que aprendí y desarrollé aquí: la resiliencia y la adaptabilidad. Mis grandes aprendizajes de la vida en este querido país”, concluye.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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