Es argentina, emigró a Tailandia y encontró su verdadera vocación: “Entendí lo que es amar tu trabajo”
Después de recibirse de publicista, Carolina Piqueras se fue primero a vivir a España, pero su vida dio un giro rotundo; en diálogo con LA NACION contó su historia
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Carolina tenía solo 22 años cuando decidió armar las valijas para vivir una experiencia en el extranjero. Acababa de recibirse de publicista y estaba llena de sueños y expectativas. Tuvo la oportunidad de mudarse a Barcelona para darle curso a su carrera profesional. Pero, la vida tiene esas vueltas difíciles de explicar y se topó con algo completamente inesperado, alejado completamente de su idea inicial: “Encontré mi lugar en un aula”.
Pasaron casi ocho años desde que se fue por primera vez de la Argentina. Hoy, la joven nacida en Adrogué ya no vive en Europa ni trabaja como publicista. Porque los sueños cambian, así como los planes, los proyectos y los objetivos. Mientras recorría el mundo en busca de su lugar, encontró su verdadera vocación: la docencia. Actualmente, vive en Chiang Mai, Tailandia y trabaja como profesora de inglés en una escuela internacional. En diálogo con LA NACION, se refirió al rotundo giro que dio su vida, por qué decidió emigrar y cómo es disfrutar todos los días de su gran pasión.
Sueños, proyectos y cambios de rumbo
Mientras cursaba la carrera de publicista, se le instaló en la cabeza la idea de vivir una experiencia en el extranjero. Era una joven muy soñadora, que proyectaba una vida casi de película. Cuando se recibió tuvo la oportunidad de instalarse en Barcelona, donde tiene familia. Consiguió un trabajo como publicista, pero se dio cuenta de que no le gustaba y que eso no era lo que quería hacer el resto de su vida.
“Tenía clientes, pero no me alcanzaba el dinero para vivir, así que comencé a trabajar como niñera”, contó Carolina. Ese fue precisamente el punto de quiebre: “Desde chica siempre quise ser maestra, pero nunca lo hice. Cuando empecé a trabajar con niños me di cuenta de que eso era lo mío, no la publicidad. Me levantaba a las cinco de la mañana para cuidar a alguien que iba a pasar la mayor parte del tiempo durmiendo y eso me hacía feliz”.
Tras dos años en Barcelona, tuvo que poner las cartas sobre la mesa y elegir su próximo movimiento. La publicidad estaba cada vez más lejos y volverse a la Argentina no era una opción, porque sabía que le faltaba algo, que tenía pendiente una “búsqueda personal”. Fue así como volvió a armar las valijas y se mudó a Australia como Au pair y el primer día “se enamoró de la familia” que la contrató. La conexión fue tal que como se iban a Nueva Zelanda, la invitaron a viajar con ellos y aceptó.
Después de dos meses decidió visitar la Argentina por primera vez en dos años: “Me fui con el plan de ser publicista y volví como au pair y varios países recorridos. Sabía que iban a preguntarme todo y más, cosas como ‘¿tenes novio?’, ‘¿te vas a casar?’, ‘¿querés tener una familia?’, ‘¿de qué vas a trabajar?’, ‘¿cómo vas a vivir?’. Estaba tan estresada que, a los tres días de llegar, me resbalé y me rompí la pierna. Pensé que no iba a caminar nunca más”, reveló.
Una búsqueda personal y un nuevo proyecto de vida
Después de la recuperación en la Argentina, se contactó con la familia de Nueva Zelanda y decidió volver con ellos. Sin embargo, empezó a replantearse su futuro porque si bien sabía que el propósito del viaje eran los niños, no quería esa vida para siempre, así que volvió a emprender la búsqueda.
“Encontré un curso, Teaching English as a Foreign Language (TEFL), que te prepara para ser profesor de inglés con la promesa de poder trabajar en cualquier parte del mundo”, comentó Carolina. El costo era lo mismo que su sueldo semanal, así que decidió jugársela y el esfuerzo tuvo sus frutos. “Nos tocó dar una clase presencial, en mi caso de español, porque la idea era ver como enseñabas un idioma a gente que no lo entiende. Cuando estuve parada frente a todos sentí algo raro en mi cuerpo, como diciéndome ‘me parece que es esto’”, rememoró.
En el medio decidió que Tailandia sería su próximo destino y aceptó un trabajo en Trat, una provincia fronteriza con Camboya. “Tiene la época de lluvia más larga de todo el país y no hay ni shopping, ni cine, ni nada. Pero, cuando estuve ahí y me paré frente a una clase con niños, sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo y ahí entendí lo que es realmente amar tu trabajo”, aseguró. A partir de ahí nunca más dejó de enseñar.
La vuelta a la Argentina
Durante esa etapa, Carolina volvió a su país, pero esta vez con otra perspectiva porque su viaje personal dio los frutos que tanto esperó. En el medio vino la pandemia y varios problemas relacionados con su salud, por lo que su estadía se prolongó más de la cuenta. Durante ese período dio clases online de inglés y reconoció que estaba realmente feliz: “Tenía un montón de alumnos y me sentía plena”. Y es que había encontrado su lugar y su propósito en la vida.
Pero, un día recibió un mensaje a través de las redes sociales que lo cambió todo. Le ofrecieron un trabajo como profesora de inglés en un colegio internacional de Tailandia y tras la entrevista, aceptó. “Para ir se necesita tener un título universitario. Ese es el requisito principal. Para ser profesor no es necesario tener un título de eso, pero suma tener cursos y capacitaciones. Además, te piden antecedentes penales por tener que estar en contacto con niños”, explicó. A su vez, hizo una aclaración sobre las posibilidades laborales en ese país: “A diferencia de otros lugares, no te dan trabajo si el local lo puede hacer. No te van a dar una visa para trabajar en un hotel si alguien de allá puede hacerlo”.
Carolina encontró en Tailandia, eso que tanto buscaba. Tiene un sueldo que le permite ahorrar y vivir bien y reconoció que pudo conectar con la cultura y la vida allí. “No hay inseguridad, no hay problemas en las calles. Creo que lo más problemático son los accidentes de tráfico porque toman mucho alcohol”, señaló. Por otro lado, destacó la amabilidad de las personas y remarcó que “todo el tiempo tienen una sonrisa”. Pero, sin dudas una de las cosas que más le llamó la atención fue que todos los días a las ocho de la mañana y a las seis de la tarde se canta el himno.
La llegada del amor
Durante toda su vida, Carolina hizo planes. Siempre soñó y proyectó grandes horizontes, pero, estos cambiaron sobre la marcha y más aún cuando descubrió que su verdadera vocación estaba lejos de la carrera que estudió durante cuatro años. Instalada en Tailandia, planeaba quedarse allí por tres años para ganar la experiencia suficiente y después hacer un Máster. Pero, su historia tuvo otro giro inesperado: el amor.
En uno de sus viajes a Europa conoció a un danés, se enamoraron y ya llevan cuatro meses de novios. Esto cambió muchas cosas, porque durante los últimos ocho años hizo todo sola. Ahora proyecta una familia, un futuro compartido y la posibilidad de instalarse en Dinamarca con su pareja.
“Encontré mi lugar en un aula”
Pasaron ocho años desde que una Carolina de 22 años recibía su título de Publicista. Soñaba con una vida de película: trabajar en Nueva York para personas importantes. Los planes mutaron y ella asumió el desafío de reconocer que ese no era su camino y decidió emprender su búsqueda. Y sabía que estaba lejos de casa.
Con su historia, Carolina quiere demostrar que la docencia también puede ser una opción para aquellos que quieran probar suerte en el extranjero. No solo se puede enseñar inglés, sino también castellano. “El curso que hice me permitió trabajar en todos lados”, reconoció. Hoy comparte en sus redes sociales gran parte de su vida y su experiencia, además de los viajes que hizo alrededor del mundo.
“No me fui de la Argentina por problemas políticos o económicos, sino por un tema personal. Quería ver el mundo y experimentar lo que veía en las películas, pero después eso se transformó en una búsqueda personal”, reflexionó a sus 30 años. “No me sentía conforme, pero en el buen sentido. Estaba cómoda, pero insatisfecha y sabía que me faltaba algo”, agregó.
Las dudas, la angustia, la incertidumbre, la distancia y la lucha contra los prejuicios valieron la pena porque halló su gran tesoro. “Encontré mi lugar en un aula. Me enamoré de mi profesión y llegué a hacerlo porque escuché a mi intuición, a pesar del miedo enorme que tenía. El problema no era el lugar, no era la Argentina o España, era yo y mis elecciones. Si bien me costó mucho, hoy soy feliz donde sea que tenga el espacio para enseñar”, concluyó.
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