Es abogada y dejó todo para cumplir su sueño de la infancia: ahora desembarca en un shopping y prevé expandirse en el interior
Tras la crisis del 2001, Jessica Lekerman abandonó su profesión y dio un giro rotundo en su vida; estudió para chef en Nueva York y, en 2010, pegó el salto definitivo; “Hago lo que me apasiona”, dijo a LA NACION
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Movimiento, ruido, mozos en plena limpieza de la vajilla, las hornallas en funcionamiento, risas, sillas acomodadas con un orden particular, un horno de barro, colores particulares, cajas, pedidos de permiso y una vorágine que adelanta lo que será la apertura del próximo restaurante Möoi en el shopping Alto Palermo de Buenos Aires, de la mano de su creadora, Jessica Lekerman. En medio de los últimos detalles para la inauguración, que será este martes 27 de junio, la health chef y coach sistémica dialogó con LA NACION sobre su pasado como abogada y asesora financiera, una profesión que si bien abandonó, la marcó hasta sus días y la cual le sirvió para transitar su camino como fundadora de la reconocida cadena.
Jessica nació y creció en la zona de Barrancas de Belgrano. Nieta de inmigrantes que escaparon de la Segunda Guerra Mundial -los cuales marcaron en cierta medida su identidad- e hija de comerciantes, la menor de cinco hermanos también es autora del libro Cocina con Onda. Con esmero y un importante equipo detrás (compuesto en gran medida por 400 familias a su cargo), creó Möoi, con 10 sucursales, algunas en Capital Federal, otras en Pilar y Nordelta, y una especial en Salta.
En uno de los rincones de las instalaciones del próximo Möoi, Jessica habló de su pasado como abogada y de su amor por una profesión que, debido a la crisis del 2001, la obligó a orientarse por lo que también sentía que podía llegar a ser su futuro: la comida saludable.
-Sos abogada, con una especialización en finanzas y de pronto diste un giro en tu vida hacia la gastronomía saludable: ¿cómo fue tu inicio bajo el mundo de las leyes y qué te impulsó al cambio definitivo?
-Estudié muy convencida de que quería ser abogada. Es más: hice UBA 21 estando en el secundario. Estaba tan convencida de que quería avanzar en hacer el CBC, quería acortar tiempos para poder arrancar con la carrera. No vengo de familia de abogados, ni mis padres ni mis tíos lo eran. La carrera la súper disfruté, me encantó. Tal es así que fui ayudante de cátedra y fui profesora en la UBA en mi tercer año, en la cátedra en el Ciclo Profesional de Orientación, con un gran abogado que ya falleció y que tengo el honor de estar en uno de sus libros con un capítulo escrito; es uno de los más prestigiosos y se lee en todas las universidades. Al año de cursada me cambié a la noche y empecé a trabajar en un estudio jurídico porque el horario de funcionamiento de Tribunales era de 7:30 a 13:30. Quería ver lo que era la práctica, salir de lo que era la teoría y eso a mí me gustaba. No fue una situación fácil, porque también trabajaba en un lugar de decoración, hacía hebillas, mallas… y no tengo vergüenza en decirlo, pero la plata se necesitaba. En el proceso, me llamó un compañero de la facultad, que calculo que me veía con garra y que trabajaba en un estudio muy grande, para hacerme entrar en el estudio. Después de unas ciertas pruebas entré y, con el tiempo, el camino me fue llevando a lo comercial, que era lo que a mí me resonaba. De ahí pasé a ser abogada bancaria. Cuando me recibo de la carrera, empecé un Máster en Finanzas porque, como asesoraba a la parte financiera, tenía que tener mucho conocimiento de lo que estaba diciendo. Bueno, en algún momento, terminé siendo jefa del departamento y después di el gran salto con mi estudio jurídico.
-¿Dónde se guardaba tu amor por la cocina y qué te inspiró a seguir por lo gastronómico?
-Mi familia es de inmigrantes; ellos vinieron con la oleada inmigratoria escapando de la guerra. Mis abuelos llegaron desde Ucrania, Polonia y Rusia y se hicieron desde abajo, como muchos otros. Yo tenía a la cocina como hobby. Desde muy chiquita cocinaba con mi abuela paterna. Muchas veces me quedaba en su casa y la ayudaba. Era parte de la rutina familiar. Cuando a mi abuela le preguntaba por una receta, me miraba y me decía: ‘¿Qué receta? Sentilo’. Eso es lo que me decía. Y a mí me quedó eso. Si le falta, le agregás; y si le sobra, ahí estamos en problemas.
Como me gustaba cocinar, hacía cursitos en el medio, cuando podía, porque estudiaba y trabajaba. Entonces, cuando me recibo, me hago un auto regalo y me voy a estudiar la carrera de chef a Nueva York. En paralelo a esa vida, a mí me encantaba cocinar, siempre era la que hacía la torta; como mi papá tenía hipertensión yo le preparaba la comida especial… Mi lugar de despliegue creativo era la cocina. Mi primer curso lo inicié cuando era chiquita junto a mi mamá, con Alicia Berger. Y la que fue la gran impulsora del interés gastronómico fue mi hermana mayor, Jackie.
-¿Y entonces?
Estudié la carrera de chef y me recibí en 2000 junto con Jackie, pero después hice la carrera de chef nutricional, que lo encontré en este caso en Nueva York, en el Natural Gourmet Institute School, en donde la directora, que era médica, le daba mucha importancia al impacto de la alimentación en la salud. Al mismo tiempo, en Argentina estalla la crisis de 2001 y yo seguía siendo abogada. Con todo eso, salió una ley donde no podía trabajar como abogada bancaria, por esto de que los bancos estaban cerrados. No tenía trabajo. En ese tiempo yo me quedo en Estados Unidos e iba y venía, porque hacía muchas cosas allá, y como me pagaban en dólares, me convenía. Hice eso hasta el 2003, que terminé la carrera de health coach.
En ese momento, empiezo a dar cursos de cocina con mi hermana, en la casa de ella y en la mía. No fue fácil abandonar la abogacía, fue una transición que también se fue dando, porque después empezamos a despertar mucho interés en los nutricionistas deportivos y médicos, nos empezaron a llamar y nos derivaron pacientes.
-¿Cómo surgió la idea de Möoi? Es un nombre particular...
-Antes de abrir el primer restaurante seguí la escuelita de cocina con mi hermana, la cual la avalamos en el Ministerio de Educación. Luego nos separamos y cada una siguió con su vida. Después tuve una empresa de catering, muy importante durante muchos años, y en un momento se me presentó esto. En un cuaderno tenía anotado todo lo que quería hacer, con mucha estética. Cuando hablo de que me importa la estética, quiero que sientas en esa textura, en este color de la pared, en la vajilla y por supuesto, el corazón que es la comida.
Möoi surgió en 2010. Se planeó durante un año y el primero se abrió en Barrancas de Belgrano, de donde soy yo. Hoy siento que cada uno de los locales es como un hijo y no son todos iguales, tienen una misma madre pero su estructura fue cambiando. Cuando yo llego a un lugar me pasa algo, siento una energía y sé que es ahí. ¿Qué significa? Möoi significa algo encantador, lindo.
-¿Pensaste en abrir más sucursales de Möoi en el interior del país?
-Sí, vamos a abrir una sucursal en Mendoza, otra en Tucumán y otra en Córdoba.
-¿Qué significa para vos el éxito? ¿La conformación de esta cadena se puede considerar como tal?
-El éxito tiene que ver con que estoy haciendo algo que me sigue gustando, que me sigue apasionando, de lo que no puedo parar de hablar. Después, claro está, no pierdo la vista de que es un negocio, pero para mí es eso.
-En el contexto que atravesamos y en donde el rol de la mujer cobró mucha más relevancia en el mundo de los negocios: ¿Qué consejo les darías a la hora de emprender?
-Primero y principal, yo soy de las que dicen: “Tirate a la pileta pero fijate si hay agua. Por lo menos un poco”. Porque si te tirás a una que es puro cemento, te la vas a dar. Otro consejo es que tenés que saber rodearte de las personas que te tenés que rodear. Pedí ayuda. Mirá que soy una persona que estudió muchas carreras y de no haber sido por confiar, por quienes me acompañaron, no me hubiera salido adelante. Eso sería el agua, si tenés eso, tirate.
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