Buenos Aires la cautivó y, contra todos los pronósticos, logró unir sus dos pasiones: café y pastelería con pacientes que la visitan.
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Vendela Chignac recuerda, como si fuera ayer, la primera vez que pisó suelo porteño. Tenía apenas 25 años y dos grandes ilusiones: aprender español y bailar tango. La estadía iba a ser temporal, pero Buenos Aires la cautivó. “Me enamoré de la ciudad y me quedé”, afirma con un marcado acento francés.
Nació en la ciudad de Estrasburgo, en Francia, y se recibió de partera en Berlín, Alemania. “Esta semana asistí un parto. Es mi vocación: me encanta acompañar a las familias en ese hermoso proceso. Pero debo confesar que desde pequeña también me apasiona la gastronomía. Mi madre me deleitaba con unos pasteles deliciosos y siempre me llevaba a las mejores confiterías. Cuando me instalé en Argentina extrañaba muchísimo esos sabores y aromas”, confiesa Vendi, como le dicen cariñosamente, ubicada en el extremo de una pintoresca mesa comunal de madera. Enseguida, bebe un sorbo de espresso, su infusión preferida. Fue a principios de 2017 cuando se entusiasmó por abrir su propia cafetería en el barrio de Chacarita. Allí, logró combinar sus dos pasiones: el café de especialidad y la pastelería artesanal.
Taller de artistas y tapicería devenido en cafetería de especialidad
Son las cinco de la tarde de un cálido jueves invernal. Los tímidos rayos del sol se reflejan en la ventanita (de despacho) de “La Noire” ubicado en Bonpland 1173. En las mesitas de la vereda varios vecinos y habitués conversan y se ríen. Otros leen un libro o los apuntes de la universidad.
“Almacén”, anticipa la fachada algo despintada por el paso de los años. “A ese cartel lo descubrimos cuando estábamos en plena reforma y nos pareció pintoresco dejarlo ya que es parte de la historia del lugar. Aquí antiguamente ha funcionado un taller de artistas y también una tapicería. Hacía meses que venía buscando el sitio ideal para mi proyecto y una amiga francesa me mencionó que había un PH muy hermoso en alquiler. Aunque estaba bastante deteriorado, cuando entré fue amor a primera vista”, reconoce. La casona conserva los pisos calcáreos, techos altos y puertas originales. Las paredes descascaradas con distintos matices de grises y verdes también le aportan un estilo único al espacio.
En el luminoso salón hay mesas comunales, rectangulares y otras ratonas combinadas con sillas de madera y cómodos sillones con tapizados de cuerina y terciopelo. Tienen gran protagonismo los muebles y vajilla antigua: vitrinas, repisas, mostradores, platos y tazas. Es que a la emprendedora le fascina recorrer anticuarios y encontrar tesoros. Incluso, si es necesario se encarga de restaurarlos y darle su “toque personal”. Las flores también la han acompañado desde la apertura. En las mesas no pueden faltar los jarrones con yerberas, margaritas, lisianthus, claveles y fresias, según la estación. Además, cuenta con un bellísimo patio interno con macetas con plantas, suculentas y enredaderas.
“Acá no había nada, la movida estaba en otro lado”
Cuando Vendela abrió las puertas del local prácticamente no había emprendimientos gastronómicos en la zona. Sin imaginarlo, se anticipó al creciente florecimiento de las cafeterías de especialidad. “Muchos amigos me aconsejaron que me instale en otro lado ya que el lugar era tan tranquilo que pensaban que me iba a fundir. Acá no había nada, la movida estaba en otro lado. Reconozco que no fue fácil al principio. A pesar de que estaba muy convencida de mi concepto”, rememora. Ella se dejó llevar por su corazonada y apostó al barrio. El tiempo le daría la razón: en 2021 inauguró una segunda sucursal en Colegiales.
“La Noire” significa “La Negra” en francés. El logo también es representativo en la historia: una cabra y la flor del cafeto. “Es un animal muy bello e incluso la leyenda dice que fueron ellas quienes descubrieron las propiedades del café allá por los años 800, en una zona montañosa de África”, detalla.
De la moderna máquina cafetera, al ritmo del jazz que se oye de fondo, salen sin parar espressos, macchiatos, cappuccinos y flat White, entre otros. “Catalina”, canta el barista y le entrega a una habitué un latte acompañado con una galletita de nuez. Sobre el mostrador están exhibidos diferentes dulces y pastelería artesanal, otro de los puntos altos de este refugio cafetero. Hay desde pain au chocolat, croissants, macarons, Chausson Aux Pommes (pastel de manzana), budín de banana hasta galletas veganas con maní y coco.
Torta húmeda, especias y opciones saladas también
“Siempre aposté a ofrecer productos sencillos, pero ricos”, expresa. Muchas de las recetas están inspiradas en su madre, Almut. Como la llamada “Torta Linz”, con una suave masa e inigualable aroma a especias (canela y clavo de olor). “Su sabor particular era uno de los que más extrañaba. En mi hogar siempre la comíamos en épocas de Navidad. Acá la empecé a hacer todo el año y a los clientes les encantó”, afirma.
Otro clásico es la torta húmeda de chocolate. “Es un postre muy común en Francia. Cada casa tiene su receta. La calidad del chocolate es importantísima. Me encanta que sea muy chocolatosa. Además, lleva huevo, crema y manteca”, expresa y cuenta que uno de sus hijos, Ian, de 16 años, se especializa en la Cheesecake de frutos rojos. La comenzó a preparar durante la pandemia y le queda deliciosa.
A pedido del público también incorporaron algunas opciones saladas. Se destacan las Tartine (similar a un sándwich) como “La cóte d´Azur” con jamón crudo, queso crema, tomates secos y rúcula y “Le Mont Blanc” con queso brie, cebolla caramelizada, berenjenas en escabeche (en pan tipo brioche).
En una de las mesitas frente al ventanal una mujer se ubicó con su bebé en el cochecito. Vendi la saluda cariñosamente. Fue ella quien la acompañó en el parto. “Muchas pacientes pasan a dar una vuelta con sus niños. Se genera un vínculo muy lindo. En obstetricia y gastronomía creo que es muy importante el trabajo en equipo”, concluye, la anfitriona. En el baúl de su auto conviven las dos caras de su vida laboral: el ambo y los moldes de las tortas. Por la noche se presentará en un campeonato de tango, otra de las razones por las que se enamoró de Buenos Aires.
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