Enigmas y misterios que rodean al “convento de los bolsos de López”
Poco importa que ya no esté el cartel que, con letras azules, identificaba a la propiedad como “Monasterio de Nuestra Señora del Rosario de Fátima. Monjas orantes y penitentes”. Tampoco parece tener relevancia que las religiosas se hayan ido y que hoy ocupen el predio nuevos dueños. Desde aquel 14 de junio de 2016 y para siempre, todos señalan al lugar como “el convento de los bolsos de López”.
Se convirtió en un punto de referencia en el Barrio San Bernardo. Todo queda “cerca del convento”, “a dos cuadras del convento”, “atrás del convento”. Además, concentra curiosos: quienes pasan por Mansilla 713 y reconocen el portón negro, disminuyen la marcha y espían el interior. También están aquellos que, directamente, se detienen para tomarse una selfie. Es que si bien pasaron seis años, un juicio y una condena, aún quedan más dudas que certezas sobre lo que reveló aquella noche.
Para empezar, jamás se supo el origen del dinero. El ex secretario de Obras Públicas kirchnerista se limitó a deslizar -sin dar mayores precisiones- que provenía “de la política”. Luego, en la causa de los cuadernos de las coimas, confesó su rol en el esquema de pagos ilegales y fue incluido en el programa de testigos protegidos. En una entrevista, la entonces ex presidenta Cristina Kirchner, reveló que “odió” a López cuando vio lo sucedido. “Lo odié a José López, como pocas cosas que he odiado en mi vida”, dijo.
Respecto de las monjas que ayudaron a López a ingresar los bolsos y luego se excusaron diciendo que pensaban que contenían comida, se descubrió que, en realidad, no eran monjas, sino “mujeres consagradas” a las que un obispo, de manera excepcional, les permitió usar el hábito. Hoy viven en un hogar cercano al convento por la gracia y generosidad, dicen los vecinos, “de una mujer muy poderosa”.
La bóveda, al pie del altar, donde se presumía que López iba a esconder el dinero, está sellada. Y vacía. Durante la investigación, las monjas dijeron que allí iban a depositar, para su eterno descanso, los restos mortales de Monseñor Di Monte. Sin embargo, el cuerpo del obispo emérito, guía espiritual de Julio De Vido y muy cercano al matrimonio Kirchner, nunca regresó al convento: permanece en la bóveda familiar, en un cementerio local, donde fue sepultado en 2016.
No se sabe con precisión quién es el dueño del convento. Dos años después del escándalo, fue ocupado por Sergio Barbeito, un empresario de la zona con aspiraciones políticas que hoy milita con Javier Milei. Sin embargo, decidió dejar la propiedad cansado de sufrir hechos de inseguridad y porque “el sobrino de la hermana Alba”, que era la que daba las órdenes en el convento, se oponía a demoler la capilla. Además, nunca comprendió las demoras injustificadas de la vendedora para concretar la operación inmobiliaria, Ahora, la administración del lugar es responsabilidad de otro empresario, pero de zona norte, Luis Basili, que se presentó ante LA NACION como el “nuevo dueño”, pero minutos después dijo ser “apoderado de una asociación que pertenece a una mujer”.
Todos estos interrogantes sin resolver produjeron una especie de fascinación por el lugar que atrajo gente con intereses de lo más variados. Cada tanto, aparece alguien con la disparatada idea de cavar en la propiedad en busca de algún tesoro olvidado. “Agarrá una pala y cavá donde quieras, si encontrás algo te doy la mitad”, respondía Barbeito a los que se ponían demasiado insistentes con el asunto. También apareció un personaje que se presentó como “productor de cine y televisión” con la firme intención de filmar un documental. Nunca llegaron a un acuerdo. Pero es cierto que lo ocurrido aquella noche es merecedor de ser llevado a la pantalla grande, en una gran ficción al estilo “El robo del siglo”. Entre otras propuestas delirantes, hubo quien ofreció un millón y medio de pesos para hacer una fiesta en el convento. La oferta para el público, que los organizadores imaginaron “irresistible”, era “bailar sobre las bóvedas donde López pretendía esconder los millones”.
La confusión trasciende los límites del del convento. En las inmediaciones, hay varios terrenos baldíos que los vecinos aseguran “pertenecieron al padre Grassi”. Además, a media cuadra del portón principal, crece una comunidad llamada “Las 12 tribus”, que distintos medios de comunicación la presentaron como “una secta que cría a sus hijos sin escuelas ni vacunas y espera al Mesías”.
En estos seis años, la fortuna de Jesús Ojeda, el vecino que vio a López saltar el portón y llamó a la policía, sólo empeoró. No obtuvo ningún tipo de recompensa ni reconocimiento por su compromiso. Por el contrario, hace meses que está sin trabajo: el camión con el que repartía pollos se rompió y el dueño se niega a repararlo. Hoy vive de changas y busca trabajo “de lo que sea” para salir adelante.
José López, el exfuncionario kirchnerista que tuvo la descarada idea de esconder 8.982.000 dólares en un convento, ya está libre.