Un restaurante que busca modernizarse pero sin perder la estética.
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Cuando entrás te das cuenta de que es el clásico restaurante argentino que perdura en el tiempo. Lo adivinás en los cuadros que tienen fotos sacadas con la cámara Kodak, la camiseta del equipo del barrio enmarcada, un poema, un viejo recorte de diario, lo que fue el individual de otra época. Miras las mesas y te das cuenta quienes son clientes fijos, escuchas las risas y comentarios de un mozo al pasar mientras el otro escucha historias seguramente de nietos.
En la localidad de San Fernando, desde el año 1974, funciona sobre la calle Constitución el restaurante Gran Sport, un clásico de la zona que supo tener en sus mesas tres generaciones de clientes. “Acá no vienen clientes, vienen amigos”, asegura Manuel, actual cabeza del restaurante.
De padre a hijo
Albino Saucedo era un hombre de campo que supo trabajar para ahorrar y comprar el restaurante en San Fernando. Albino falleció hace tres años a causa del ELA, pero hasta sus 85 años se mantuvo firme en su restaurante. Tuvo dos hijos, uno de ellos, Manuel, es quien lleva hoy adelante el negocio familiar.
“Mi viejo amaba la gastronomía, amaba este lugar, era como su hijo mayor. Le gustaba hablar con el cliente, estaba el día entero acá, venía a la mañana, se iba a las cinco de la tarde a casa, se arreglaba, cambiaba y volvía a venir a la noche. Mi vieja lo acompañaba, son generaciones que han trabajado tanto, que con esfuerzo podías lograr un montón, el esfuerzo te daba más premio, hoy la economía no acompaña, es más complicado”, reflexiona Manuel de los tiempos pasados.
Para Manuel y su padre la gastronomía es ir a pasar un buen momento, que la gente se sienta en su casa, que sea un ambiente familiar. “Es mas allá de un lugar para venir a comer, la gente viene a compartir algo. Eso lo fue creando mi viejo a lo largo del tiempo”, cuenta Manuel con orgullo.
Un restaurante lleno de anécdotas
Albino ponía dos cajones y lo paraba a Manuel frente a la caja registradora, “yo crecí acá adentro, soy parte de una pata de la mesa”, se ríe su hijo. Ir con sus amigos era la gloria, hoy su hijo repite la misma historia. Cuando él nació sus padres vivían enfrente del local, Albino trabajó hasta el momento en el que tuvo que salir al hospital para el parto.
Hace poco falleció un mozo que trabajaba hace muchos años, que los clientes iban todas las mañanas a pelearse de fútbol con él y que todos recuerdan con enorme cariño.
También está Marcelo, “es una parte más del mobiliario de este lugar. Marcelo empezó a trabajar con mi viejo cuando tenía 15 años”, cuenta con amor Manuel. Es que Marcelo lo vio nacer, lo tuvo en upa, lo vio crecer y hoy tiene hasta las llaves del local. A Marcelo le gusta ir temprano para dejar todo a punto.
Hace poco un proveedor que además es cliente vio que habían cambiado la heladera y preguntó “¿Qué pasa? ¿se van?”, “sí, para San isidro”, respondieron con gracia. “No, no, el Sport es de San Fernando”. Y eso es lo que siente la gente, que es un clásico de ahí.
Hubo un tiempo que el restaurante supo ser un lugar de tertulias donde se hacían hasta concursos de literatura.
Hay una señora cuyo marido va todas las mañanas a desayunar. Un veterinario de Victoria que una vez por mes se sienta en la mesa que está en la ventana, la mesa 7 y ahí hizo toda su lista de casamiento. Abuelo, hijo y nieto leen el diario en una misma mesa. El presidente de la Asociación de Lunfardo iba y dejaba sus poemas. Los jugadores de Tigre pasan por allá.
Los negocios que lo rodean son otro clásico de la zona, son locales de generaciones que perduran en el tiempo, “no son vecinos, son amigos, siempre nos hemos llevado bien, hemos crecido juntos”, asegura Manuel.
Y en el tiempo también perdura la presencia de Albino, su fundador, en las fotos, en los recuerdos de la gente, “Hay clientes que te dicen si vos no estas esto no funciona, pero otros te dicen cuando estaba tu papa… o esta no es la misma pizza”, admite entre risas.
“Que el lugar trascienda a la persona”
La transición no fue fácil. Albino dedicaba su vida al restaurante y pasaba el día entero ahí, “era una piedra, era una persona grande en edad pero tenía la vitalidad de una persona más joven. ¿Cómo le explicás a una persona así que querés cambiar algo?”, explica Manuel.
Para Manuel y su equipo también es un desafio sostener en el tiempo lo que su padre creó pero con modificaciones. “Cuando venís a comer acá uno de los pilares que trato de sostener es que te resulte abundante y barato por lo que comes. Antes era en ciertas cosas y yo traté de que vengas y te vayas lleno”, explica.
“En las transiciones generacionales lo que sucede es que sufre el negocio porque uno quiere imponer una cosa, una formula nueva a la formula que funcionaba. Hoy volvimos a posicionarnos otra vez en el pensamiento de la gente cuando quiere elegir un lugar para ir a comer. Perduramos en el tiempo porque le damos de comer a la gente”, asegura Manuel.
Uno de los cambios que hizo fue el de agregar sabores a los platos que ya estaban en el menú. Por ejemplo, si antes había una sola milanesa ahora hay más variedades en sabores y siempre procurando que el plato pueda compartir. Pero no es Manuel solo, es un equipo de trabajo donde cocineros, pizzeros, encargados de salón, mozos, todos hacen su aporte y colaboran en su trabajo diario para que el Gran Sport siga vigente. “Quiero que el lugar trascienda a la persona”, repite una y otra vez desde el corazón.
Por ejemplo, uno de los platos estrella es el pollo en una canasta de papas fritas, creación de un cocinero que pasó por el restaurante que quiso probar la opción y hoy es un clásico de la casa.
Entre los cambios más importantes estuvo el de la sistematización. “Antes estaba la caja registradora, pasar a una computadora fue todo un problema, que los mozos entendieran de qué manera teníamos que trabajar fue una historia. Pasar de un lápiz y papel a un teclado, antes el delivery se tomaba a mano, yo les explicaba que era más fácil que lo tomen con el sistema pero fue difícil”, recuerda Manuel.
La estética se mantiene, hay que aggionarse a la tecnología y poner un televisor, pero sigue el viejo mostrador, radios viejas y la heladera nueva conserva la estética del lugar. Es un lugar que trasciende la historia sin parecer viejo.
La pandemia: el momento más duro
“Con el tiempo los lugares que no se actualizan la gente te empieza a olvidar, porque siempre hay otros que están proponiendo. En un momento pasó eso, empezamos a salir de la cabeza de la gente”, recuerda Manuel y agrega “hemos logrado que la gente nos elija para venir a comer. Pero no lo logre yo solo, yo soy la cabeza pero el mozo que está hace tiempo, los chicos de siempre, hay mucha gente detrás, el esfuerzo es un poquito de cada uno que hemos estado y en la pandemia la hemos pasado espalda con espalda, yo era uno más del equipo, salíamos a repartir volantes”, recuerda.
Sin embargo, la pandemia les dejó algo positivo: el volumen de delivery. La llegada de las distintas aplicaciones los ayudó a cambiar el público. “La gente llama por teléfono, los clientes de siempre, la señora grande que quiere que la escuches, que te pide el pollo que lo quiere así, los chicos tienen mucha paciencia. Pero este tipo de apps nos han dado un aire de renovación de clientes que no llaman por teléfono”, explica.
“Lo positivo de San Fernando es que han abierto otros lugares y se ha formado un polo gastronómico. Hoy San Fernando ha logrado que le gente se quede acá los fines de semana, hay mucha propuesta gastronómica que nos ha beneficiado a todos”, analiza.
En forma de agradecimiento a sus clientes, Gran Sport los invita a ser parte de los nuevos lanzamientos. Por ejemplo, cuando se lanzaron los nuevos sabores de milanesas invitaron a clientes y comerciantes a sentarse en una mesa larga para una degustación, lo mismo hicieron con las hamburguesas. Cuando lanzaron las pizzas gigantes pusieron una mesa grande en el deck al aire libre y la fila llegaba hasta la esquina. Es que Gran Sport es un restaurante de barrio, un clásico familiar como solo los argentinos podemos lograr.
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