Cuando falleció su mamá comenzó a transitar un proceso de introspección; un cambio laboral impensado la ayudó a empezar de nuevo
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— Vení Eugenia, acercate al sanatorio, no tardes, a tu mamá le queda poco tiempo, le dijo su tía una tarde de abril.
Siempre había sido una persona saludable, muy vital. Una sola vez en su vida su hija Eugenia la había visto con fiebre. Pero de pronto, de forma inesperada, ese 2017 se empezó a sentir mal. Sucedió todo de forma repentina y, al cabo de dos meses, la madre de Eugenia Vilariño se había deteriorado tanto que su vida pendía de un hilo. “Fue muy doloroso para mi familia y nuestros amigos también. Nadie entendía lo que estaba pasando. Mi mamá era una persona muy querida, llena de luz. Era instructora de yoga, transmitía mucha paz y siempre estaba con una sonrisa. Era una mamá presente, dedicada, de las que mandaban mensajes al estilo ¿te espero a comer? A la vez muy independiente, muy trabajadora y me inculcó lo mismo”.
Criada en el barrio de Colegiales, en la ciudad de Buenos Aires, Eugenia había mostrado una clara inclinación por las materias sociales y de comunicación desde que era pequeña. “Me gustaba el mundo de las ideas, de la creatividad. En un momento pensé estudiar cine, pero al final me incliné por una carrera universitaria: publicidad. Ya recibida, mientras buscaba trabajo en el portal de la universidad, entré al mundo de la producción de eventos y me gustó tanto que luego decidí emprender. Organizaba eventos sociales y corporativos. A su vez, tenía un trabajo fijo en una empresa de catering como vendedora y luego como gerente de un salón”.
A pesar de que no se consideraba una persona “cholula”, por su trabajo siempre había estado rodeada de famosos. Los contactaba para eventos: desde Marley, el periodista Germán Paoloski, la modelo Andrea Frigerio para conducción, hasta cantantes como Vicentico, Miranda, humoristas, entre otros. “Yo vivía con mis papás y mi hermano, mientras trabajaba en eventos bajo relación de dependencia y, a su vez, tenía mi emprendimiento. Me apasionaba, trabajaba full time, incluso los fines de semana. Creía que el multitasking y la adrenalina eran el camino correcto”.
Mano a mano con la muerte
Eugenia se caracterizaba por ser una mujer introspectiva. Sin embargo, cuando falleció su mamá, estar mano a mano con la muerte, la llevó a repasar preguntas existenciales. ¿Había vida después de la muerte? ¿Quién era ella, qué quería dejar en este mundo, cuál era su propósito?
Hasta ese momento era muy inquieta, trabajaba en eventos, no paraba un segundo y era apasionada por la adrenalina y las exigencias del rubro. Cuanto más hacía, mejor se sentía. Pero de pronto se dio cuenta de que no podía seguir el ritmo, que los clientes le gritaban por los mismos detalles de siempre, pero que ahora esas quejas le resultaban ridículas y sin sentido. Y fue en ese contexto que su amigo Martín de la facultad la llamó con una urgencia laboral.
— Me voy a Suecia y necesito una socia para mi proyecto sustentable, así que pensé en vos, le dijo sin vueltas.
“Si bien yo estaba bastante confundida y desconectada de mí misma, le hice caso a mi intuición y le dije que sí. Qué ironía, Liveslow (del inglés vivir despacio) el nombre de la empresa que estaba en pleno comienzo. Lo opuesto al modo que estaba acostumbrada a vivir, pero muy casual con lo que estaba sintiendo. En estado de duelo ves todo en modo slow, como si estuvieses flotando en una nube. Para mí era un nacimiento. Era volver a emprender, a conectar con lo que había estudiado y con lo que me gustaba: la publicidad. Era la luz en el fondo del túnel y la oportunidad de convertir mi dolor en creatividad. Era eso que me daba ganas de hacer”.
Armaron equipo y la rueda comenzó a girar. Junto con Mario, el papá de Martín y otro de los socios del proyecto, Eugenia se hizo cargo de la producción. Su casa comenzó a funcionar como el punto de entrega de las botellas de la marca, producidas totalmente en Argentina con vidrio y silicona y en reemplazo a las 110 de plástico que usa una persona promedio por año. “Antes de que Martín saliera de viaje hicimos fotos para comenzar la cuenta de Instagram y ahí es donde volví a conectar con la publicidad, volcando toda la creatividad en el nuevo proyecto. A partir de eso, me hice cargo de la comunicación de la firma, mientras que me ocupaba también de hacer las entregas”.
Adiós a la adrenalina
Corría diciembre de ese cambiante 2017, temporada alta de eventos, el momento más esperado del año para el rubro de organización y cuando más se trabajaba. En la empresa donde trabajaba invitaron a Eugenia a seguir, la apoyaron en todo momento, pero ella ya se había daba cuenta de que no podía seguir el ritmo. “Sentía que no era el momento para dedicarme a eso, decidí renunciar y empecé a soltar mi emprendimiento de eventos. El nuevo proyecto de la empresa de botellas era para mí era la luz en el fondo del túnel y la oportunidad de convertir mi dolor en creatividad. Era eso que me daba ganas de hacer, en un momento donde nada parecía motivarme”.
Una estrella como guía
De aquellos tiempos también recuerda una anécdota con la actriz Marcela Kloosterboer. Le propuso hacerle llegar una botella porque daba con el perfil de la marca y ella le respondió que se la llevara a Polka. “Yo pensé que la iba a usar en su vida privada. A las semanas siguientes salió en la novela Las estrellas por canal 13. Era muy loco ver la botella en la tele al mes de lanzar, programa tras programa. Parecía mágico. Después de eso me enteré que para mi mamá las estrellas eran señales y justo el programa se llamaba así”.
Como en la propuesta de la que ahora formaba parte, Eugenia comenzó a vivir su vida en modo slow. Y, desde luego, el proceso de duelo, también le llevó su tiempo. “Me desconecté completamente y tuve que reencontrarme. Mi estilo de vida fue cambiando. Un día, la profesora de yoga Nancy Nakazato me invitó a sumarme a su instructorado. Mi mamá había estudiado con ella, por lo que eran muy amigas. Para mí esa invitación fue una oportunidad, no solo de aprender, sino también una forma de conectar con mi mamá, de conocer su mundo. Hoy comparto clases con personas que fueron sus alumnos y alumnas. Eso me emociona y a la vez me hace sentir cerca”.
De a poco, Eugenia fue adoptado un estilo de vida más sustentable, más minimalista. La propuesta estaba muy alineada con el camino de su mamá. Ella siempre decía hay que había que vivir el hoy y, luego de su muerte, su hija comenzó a transitar ese camino: a vivir despacio, conectar con el presente y ser consciente de lo que le hacía bien a ella y al planeta.
“Me gusta ver que dejó una huella positiva en las personas que la rodearon y eso es un poco lo que me llevó también a mí a preguntarme cuando me encontré con la muerte de cerca qué huella quería dejar en las personas y en el planeta. Aprendí que el dolor se puede convertir en impacto positivo y que viviendo despacio podés redescubrirte y transformarte. Que la vida es más linda y se disfruta más si aprendemos a contemplar y apreciar cada momento lentamente”.
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