Lángos, cordero a la Transilvania y strudel, son algunas de las especialidades de la cocina, pero es el goulash el que se roba todas las miradas.
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Es un jueves de abril a las ocho y media de la noche. En el fondo de un club en la localidad de Olivos, en Vicente López, un grupo de jóvenes del conjunto folklórico “Regös” baila al compás de la música típica. En el ensayo, que dura más de dos horas, ríen y se divierten. Tienen gran complicidad: muchos se conocen desde que eran niños.
Mientras tanto, en la cocina se preparan para deleitar a los comensales del día con algunas de sus especialidades: lángos, goulash, cordero a la Transilvania y strudel, entre otras. Poco a poco, el salón comienza a llenarse. En las mesas, con mantelería de color blanca, rojo y verde, hay varios parroquianos, parejas, familias y grupos de amigos. “Me gusta que este sea un lugar de encuentro. Viene gente de todas las edades”, afirma, Stanko Vlaho, a cargo de la concesión del restaurante del Club Hungaria.
De espacio de reunión a club con restaurante
En los inicios el club fue un espacio de reunión de la colectividad húngara. Con los años fue creciendo con la diversidad de actividades: desde scoutismo, danza y música, clases de yoga, tenis, gimnasia, taekwondo, hasta una biblioteca repleta de obras de historia y cultura. “En uno de los salones aledaños al restaurante por la tarde brindan clases de esgrima”, ejemplifica Stanko, en tanto, recorre las mesas y saluda a algunos habitués. Él está al frente de la gastronomía del centro junto a tres amigos y socios: Germán Robasto, Walter Bonnet y Mariano Aragón.
Un viaje culinario por los secretos de Hungría
Para comenzar el viaje culinario una pareja solicitó una ensalada de arenque con pepino agridulce, cebolla y crema y un “Lángos”, una de las comidas callejeras más clásicas de Hungría. “En Budapest es una típica comida urbana, hay puestitos en todos lados. Se trata de una figazza de pan frita (que preparan en el momento) que luego “pintan” con aceite con ajo. Después el comensal elige los ingredientes para ponerle encima: queso crema, parmesano, cebolla de verdeo, entre otros. Uno lo arma como quiere. Acá tratamos de replicar aquella experiencia”, describe.
Ofrecen una versión simple acompañada con crema agria y queso parmesano y otra más completa: la “Hungría Lángos”. La figazza de pan frita (calentita) frotada con ajo incluye queso, pepino, cebolla morada, tomate y salame artesanal. El Rétes (un arrollado de masa filo, ricotta, cebolla salteada y espinaca), también despierta más de un suspiro.
De plato principal, la gran estrella de la casa es el goulash. “El 90% de los clientes que viene lo piden. Cuando arranca el frío sale muchísimo y en verano, aunque cueste creerlo, también. Es un éxito todo el año”, asegura. La porción de estofado de carne, que puede ser vacuno (roast beef); de cerdo o mixto viene acompañado con Spätzle, llamados Nokedli en Hungría. El plato es delicioso y súper abundante. La carne tiene una cocción de más de tres horas y aseguran que, además de la buena materia prima, es fundamental un condimento: la paprika.
“Lo adaptamos al paladar local y es más suave. En cada casa hay una receta, aquí tratamos de que sea lo más auténtica posible. Varias señoras de la comunidad con gran experiencia culinaria nos asesoran continuamente con sus consejos y sugerencias constructivas”, dice y recomienda probar una nueva versión vegetariana con champiñones y hongos de pino. “Es deliciosa y últimamente está teniendo gran demanda”, agrega.
Muchos habitués, cuando bajan las temperaturas, tienen la costumbre de acercarse al club con sus ollas para llevarse su porción de goulash. ”Nos suelen encargar para compartir con su familia. Lo entregamos cocido. Simplemente hay que calentarlo en una olla hirviendo durante menos de un minuto”, describe. Otros imperdibles son el “Székelykáposzta”, un chucrut acompañado con estofado de carne de cerdo y algunos cortes ahumados (como panceta); y la pieza de cordero “a la Transilvania” guisada en cebolla, morrón, paprika y acompañada con nokedli.
Los dulces merecen una mención aparte. El strudel artesanal con manzana, nueces y pasas de uva, es su gran caballito de batalla. Viene servido tibio y acompañado con helado de crema americana o chantilly. “Este postre me hace acordar a mi madre y a mi abuela que se ponían a estirar la masa casera en la mesa del comedor de casa”, rememora. En una de las mesas del fondo, un grupo de señoras disfrutan de la charla acompañadas de un café con una porción de torta “Dobos” (con seis capas de pionono con crema moka bañada y coronada con caramelo) y otra llamada “Rigo”, ideal para los fanáticos del chocolate. Es un delicioso bizcochuelo de cacao con crema de chocolate y cobertura. El preferido de Stanko es el pastel tipo “Krémes”, con masa hojaldrada, crema de vainilla y de leche.
“Me siento en casa en el club. Es lindo poder compartir un rato ameno con la gente. Me gusta mucho cuando se van contentos y hasta me suelo emocionar cuando los clientes se acercan y me dicen que algún plato les hizo recordar a su infancia o a la cocina de sus raíces”, concluye Stanko. Los amigos del grupo “Regös” ya finalizaron su ensayo y con una sonrisa se acercan a la barra a disfrutar de la noche.
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