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En pleno Bajo de San Isidro, en la calle Roque Sáenz Peña al 1138, escondida entre árboles y plantas, se encuentra una típica casona de estilo alpino. Su fachada con ladrillos a la vista, techos a dos aguas con tejas, paredes blancas y varios ventanales con postigos de madera; recuerda a las bellas aldeas centroeuropeas.
“Bolos”, se lee en una pieza de madera de antaño. Es tan solo un anticipo de la variedad de deportes que se practican en el interior del Club Social y Deportivo Austria. Al traspasar una puerta de hierro con arcada, se llega al amplio salón del restaurante repleto de mesas vestidas con individuales de diferentes monumentos emblemáticos y estatuas de Viena. “Marche un leberwurst (de entrada) y un Currywurst”, canta Kevin, uno de los jóvenes camareros.
En otra de las mesas, unas veinte coquetas señoras se reunieron a festejar el cumpleaños de Silvita. Cantan y aplauden, una y otra vez. Se sienten cómodas, como si el luminoso comedor fuera una extensión de su hogar. En el amplio patio con jardín junto a una bellísima parra, varios parroquianos contemplan el cálido sol invernal ubicados en las mesitas del exterior. Aunque el clima está fresco, entran en calor ni bien prueban un bocado del afamado goulash con Spätzle.
“Lo piden todo el año, pero en invierno es la estrella indiscutida”, confiesa Johnnie Giebert, uno de los encargados de la concesión de Austria Restaurante. Entre los meses de junio y julio, las cifras fueron un éxito: han salido más de 500 kilos.
Los inmigrantes de Zona Norte
Cuentan que la historia del emblemático “Sportklub Austria” comenzó a escribirse en 1929, cuando un grupo de inmigrantes se instalaron en la Zona Norte del Gran Buenos Aires.
Al tiempo, construyeron su propia sede e inauguraron una amplia pileta de natación, bolos y canchas de tenis. Tiempo después llegó el restaurante: las familias comenzaron a deleitarse con los suculentos platos típicos que tanto añoraban de la tierra de sus antepasados. Desde entonces, han hecho su entrada triunfal los sabores inconfundibles del goulash, el leberwurst y el strudel.
En poco tiempo, se transformó en un punto de encuentro de la comunidad. “Vengo acá hace años con mi familia y ahora traigo a mis hijos. Mi plato preferido es el goulash. Ahora en invierno también suelo pedirlo envasado al vacío para comer en casa”, asegura Verónica de 45 años. Ernesto, otro fanático, cuenta que se da una vuelta todas las semanas junto a su grupo de amigos. En las tertulias les gusta compartir la picada “Nórdica” con lomito y bondiola ahumada, leberwurst, cracovia, chorizo alemán, queso, pepinillos, relish y las infaltables papas fritas. Como ellos, son varios los que eligen al sitio por su ambiente familiar, calidez y abundantes platos.
Es casi la una del mediodía y el amplio salón está repleto. Con gran velocidad, los cocineros escuchan atentamente las comandas y preparan los pedidos: desde Currywurst con Coleslaw; pasando por la rosca polaca, hasta un “Kassler”, una suculenta costilla de cerdo curada y ahumada con chucrut y manzanas asadas. En una de las mesa rectangulares cuatro amigos picotean un clásico: la degustación de salchichas. Trae seis variedades diferentes y un par de guarniciones (entre ellas, ensalada de papa y Coleslaw). “Todos los embutidos y salchichas los elaboramos aquí artesanalmente”, relata Giebert, quien de pequeño se crio en el campo familiar en La Paz, Entre Ríos. Allí, durante la época de las carneadas descubrió su verdadera pasión.
“Me fanaticé con la charcutería y la verdad que me encanta. Hace más de una década conocí a César “Wilson” Sagario y él me contagió aún más la pasión por este mundo que nos permite ir probando recetas y fórmulas todo el tiempo”, relata, a quien le encanta incursionar con diferentes especias y aromáticas: desde curry, pimentón cachi salta (con sabor intenso picante), jengibre cilantro, albahaca, perejil y menta. “Es divertido sorprender al comensal con novedades. Mensualmente presentamos una nueva salchicha”, adelanta. Dentro de los clásicas, se destaca la emblemática “Currywurst” con base de pollo y tocino con curry, cáscara de limas y hierbas frescas; la Rosca polaca, un mix de cerdo, carne vacuna, tocino y especias con un ligero sabor ahumado y la de “Viena”, elaborada con carne de novillo, carne de cerdo y tocino. Ligeramente ahumada. “La Weisswurst, con 50% de carne de pollo y el otro restante de panceta magra con agregado de hierbas, leche y huevo, también tiene muchos fanáticos”, asegura. Su versión del Leber, incluye jengibre, cardamomo, pimienta negra y blanca, nuez moscada, clavo de olor, entre otras especias. Viene acompañado con un pan casero de centeno.
El plato preferido de todos y los clásicos postres austríacos
El viaje culinario por las tierras del genio musical Amadeus Mozart continúa con el goulash con Spätzle, el gran caballito de batalla de la casa.
Los habitués se desviven por este plato en cualquier época del año. “En junio fue impresionante la demanda. Batimos records”, adelanta Johnnie. Aunque existen infinidad de recetas, la que ofrecen aquí es súper simple. “Utilizamos carne de roast beef. El ragout está cocido a baja temperatura y lleva cebolla, pimentos de cachi (no usamos paprika), sal y pimienta”, resume. Cuando son grupos numerosos, suelen pedir la porción para cuatro: llega al centro de la mesa una cazuela de gran tamaño para compartir.
Para el momento dulce, pica en punta el " Apfelstrudel”, el strudel de manzana con una suave masa hojaldrada y coronada con helado de crema americana. Otro emblema es la afamada torta Sacher, un pastel originario de Viena a principios del siglo XIX. Se trata de un suave bizcochuelo de chocolate relleno con mermelada de damascos y cubierta con chocolate.
“La belleza de lo simple”, dice un rústico cartel en la puerta del restaurante. En el club ya se están preparando para recibir a los fieles comensales del fin de semana. Entre los habitués estará Erni, una señora de 94 años, disfrutando de su porción de goulash debajo de la parra.
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