Cocinar casero, hornear budines, usar Zoom o entrenar en casa. Son algunos de los nuevos hábitos que generó el aislamiento social por el coronavirus para la mayoría de las personas. Pero hay otras que fueron un poco más allá: decidieron tener un perro.
El refugio El Campito, que concretaba diez adopciones por mes en promedio, lleva encontrados 50 nuevos hogares para otro tanto de animales rescatados.
"En efecto, subió mucho la cantidad de gente que nos contactó para llevarse un perro", cuenta Sergio Moragues, director de Relaciones Institucionales de la institución, que tiene 450 perros rescatados del abandono entre su locación y los hogares de tránsito. El interés, sin embargo, no siempre es suficiente. "Somos muy cuidadosos a la hora de concretar una adopción. En muchos casos solo buscan un compañero de juegos para los chicos que ahora que están en casa pasan mucho tiempo solos", señala. Esa no es una razón legítima: adoptar una mascota es, ante todo, un gran acto de amor, de por vida y cargado de resposabilidad.
Convivencia intensiva
Lucía Barragat y Siena viven juntas hace dos semanas. La perra, de 6 años, habia llegado al refugio sufriendo una discapacidad. Allí le brindaron el cuidado y los tratamientos que la llevaron a su recuperación pero debe continuar tomando medicamentos. Lucía, que tiene 29 años, es periodista y trabaja en el centro porteño, aceptó el desafío: decidió adoptar durante la cuarentena para poder hacer mejor la adaptación. Pasa muchas horas fuera de su casa, por lo que estos días de confinamiento podían resultar positivos para atravesar esta etapa, que suele tener sus contratiempos. "Los dos primeros días que estuvo en casa dormía muchísimo y no comía nada, así que me preocupé. Pero fue porque se estaba adaptando al nuevo hogar, ahora está muy conectada conmigo, me sigue a todas partes, come, la veo feliz", cuenta.
Una compañía mutua
El encuentro entre Vero y Gina, también durante la cuarentena, estuvo cargado de emociones ambivalentes. Por un lado, la alegría de tener una compañía durante los meses de encierro y por el otro, la tristeza de saber que un día se iba a terminar. Es que Verónica Perez Irigoyen, acompañante terapéutica y estudiante de psicopedagogía, tuvo a Gina en tránsito, es decir, hasta que le encontrara un hogar definitivio.
A ella encantan los perros pero vive en un departamento chico. Desde los 15 tuvo una caniche pero cuando su mamá y su abuela se mudaron a provincia se la llevaron. Hace tres años que quería tener un perro pero está poco tiempo en casa y el animal quedaría demasiado tiempo solo. La cuarentena fue la oportunidad de ejercitar esa capacidad de amor y cuidado.
"El tránsito es una forma de darle una mano a un perro y al mismo tiempo tener una compañía durante estos días en que estoy siempre sola", explica. No conoce nada de la historia de Gina antes de que llegara a vivir con ella. "No sé si se escapó de la casa, si la dejaron en la calle, solo sé que apareció por Almagro corriendo, que una chica la encontró, la llevó a su casa pero en el edificio se quejaron y no la pudo tener más".
Vero entonces asumió la tarea: rehabilitar a Gina para que esté lista para un nuevo hogar. "En este proceso seguí en contacto con la chica que la rescató, compartimos los gastos y ella se encargó de buscar un adoptante. Es un chico que se mudó solo a un departamento, que le encantan los perros y tiene una vida bastante tranqui, va a poder pasar tiempo con ella", se reconforta.
La idea de que se vaya no está buena, se encariñó mucho y la perra también: "Muchas veces pense en quedármela, pero el departamento le queda chico y el dia de mañana sería vivir con incertidumbre. Entonces acepto que fue este tiempo el que teníamos que estar juntas. Para mí fue un gran aprendizaje".
Tomar la decisión para cuando pase la cuarentena
Male tiene 8 años y vive con sus padres, Patricia y Alberto. No para de reclamar un hermano, pero eso está fuera de discusión. Entonces fue por el perro, uno como el de su mejor amiga, un caniche toy suave y juguetón, como un oso de peluche. Promete que lo va a cuidar, lo va a alimentar, lo va a llevar a sus paseos, se va a ocupar de él. Insiste con los argumentos: ya estoy grande, dejame ser responsable, necesito una compañía. Cuando un hijo te desarma, te habla con su verdad, entonces no hay otra opción que escucharlo. Patricia y Alberto lo conversaron y finalmente le dieron el sí. Cuando termine la cuarentena Male va a poder tener un perro. "Ella siente mucho la falta de un hermano", confiesa Patricia. "Creo que cuidar a otro ser vivo, tener una compañía le va a hacer mucho bien", resume. Es una apuesta fuerte, pero este tiempo de falta de contacto con los amigos, de no tener escuela, puso en evidencia la necesidad de sumar lazos afectivos a la cotidianeidad familiar y un perrito cariñoso parece ser una buena solución.
Que saber antes de tener un perro
Un perro es un ser vivo, se sabe. Y como tal, su salud es primordial. ¿Qué cuidados necesitará?¿Estaré en condiciones de prodigárselos? El médico veterinario Darío Omar Laham, de la veterinaria Vet & Pet, brinda algunas guías de salud a considerar:
1. El espacio. Depende del lugar que uno tenga, debería ser el tamaño del perro, por lo cual es importante tener en cuenta su raza (o poder anticipar cuánto crecerá). Es distino un departamento o un lugar muy chico a una casa grande con jardín. Igual una mascota es una animal de costumbre y la variable más importante es el cuidado.
2. Si es adoptado. Si es adoptado hay que tener en cuenta que si viene de un refugio ya fue desparasitado y rehabilitado para ponerlo en manos de la gente. Que tenga sus vacunas, que esté en condiciones de salud aptas para vivir con una familia. De lo contrario, hay que acercarse a un veterinario.
3. Si es un cachorro de raza. Pedir fotos de la madre para ver su estado de salud, conocer el origen. En cuanto llega a casa hay que llevarlo al veterinario para establecer un control de fechas de desparasitación y vacunas.
En estos puntos concuerda Sergio Moragues, referente del refugio El Campito: "Hacemos un trabajo a conciencia. No damos a los camperitos como si fueran una papa caliente y hacemos un trabajo minucioso de conocer al adoptante. Muchas adopciones en cuarentena justamente tienen que ver con la responsabilidad de los adoptantes que sienten que tienen más tiempo ahora para hacer una adaptación. Y además siempre seguimos en contacto con ellos", señala. A lo dichoe, suma que también rechazan muchos pedidos, cuando perciben que puede tratarse de un entretenimiento para la casa.
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Por su parte la licenciada Susana Merlo, psicopedagoga y psicóloga de niños, adolescentes y adultos, miembro de APdeBA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires) pone el foco en la cuestión emocional de la convivencia entre el niño y el perro. "La familia que tome esta decisión tiene que asumir lo que implica un animal en una casa: un nuevo integrante con necesidades, para poder sostenerlo mientras se organizan y no desembarazarse de él rápidamente. Sería una pérdida muy dolorosa para el niño y, en algunos casos, podrían sentirse culpables de no haber logrado la permanencia de este integrante. Es decir que estén dispuestos a conservarlos", analiza.
Cuando existe la expectativa de que el animal supla alguna carencia afectiva, como puede ser el deseo de tener hermanos, la analista subraya que la mascota no reemplaza la riqueza de una relación fraterna, en la que están presentes algunos conflictos como celos, rivalidad, competencia,. Sin embargo lo que ofrece es la posibilidad de crecer con una gran fuente estímulo: amor y admiración.
"Gracias a la corriente afectiva que se genera entre el niño y su mascota, los sentimientos de confianza y seguridad en sí mismo se afianzan cuando puede cuidar a otro y sentirse responsable por él", destaca como variable positiva, sin dejar de señalar que "La inclusión de un nuevo integrante pone a prueba a la familia: será necesario adaptarse a sus necesidades de espacio, ritmos y alimentación. Es una gran experiencia para un niño al tener que tener en cuenta lo que la mascota necesita", concluye.
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