En 1864. Bailar, caminar y serruchar, entre los ejercicios físicos aconsejables
A partir de 1860, salió a la venta, a comienzos de año, el Almanaque Agrícola Pastoril e Industrial de la República Argentina y de Buenos Aires, que publicaba Paul Morta, un librero parisino a quien solían visitar en su negocio de la calle Bolívar (actual Librería del Colegio), Bartolomé Mitre, José Mármol, Dalmacio Vélez Sarsfield, Lucio V. Mansilla y Marcos Sastre, entre otros.
Su Almanaque fue popular por el caudal de información que ofrecía en sus doscientas páginas. La edición para el año 1864 nos ofrece una pauta de la importancia que empezaba a dársele al cuidado físico. Allí quedaron plasmados los consejos del higieniza francés Apolinario Bouchardat, considerado el padre de los tratamientos contra la diabetes. Considerando el prestigio de este hombre de ciencia (profesor de Higiene en la Facultad de Medicina de la Universidad de París), podemos estimar que fueron muchos los argentinos que siguieron los consejos publicados. ¿Cuáles eran los ejercicios saludables que pregonaba el francés? Caminata, carrera, salto, labranza y jardinería, caza, esgrima, pelota vasca, baile y equitación. Veamos un resumen de sus propuestas:
La marcha o caminata:
"Si la quietud prolongada -escribió- presenta graves inconvenientes, la marcha en relación con las fuerzas, solo presenta ventajas. Es un ejercicio excelente, que anima la circulación y por consecuencia todos los actos de la vida orgánica". El higienista planteaba el buen provecho de la actividad para las piernas. Pero sostenía que era incompleto y debía trabajarse los brazos. Para ello, proponía copiar oficios como los del carpintero o el tornero, por ejemplo. "Las operaciones de aserrar o de partir madera, que pueden entrar sin dificultad en la higiene diaria de todos los hombres, bastan para completar con la marcha, todos los movimientos útiles". En cuanto a las damas, consejera otra actividad: "Para las mujeres, la marcha y el piano se asocian admirablemente para armonizar los esfuerzos".
Respecto del paseo como ejercicio, pero aclarando que era necesario que fuera "lo bastante continuado para atraer el calor, bastante, acelerado para producir un suave sudor, y seguido de fuertes fricciones que animen todas las funciones de la piel y que prevengan los enfriamientos".
Además, sostenía que era "muy conveniente habituarse a marchar con un peso, que podrá aumentarse progresivamente, con el desenvolvimiento de las fuerzas. Contó que la marcha transportando peso de dio a legiones romanas una ventaja física y una eficaz arma para prevenir "los desastres de las epidemias".
La carrera:
"Es muy útil a la juventud, aumentar las fuerzas, mantener y activar las funciones de la piel, por este sistema de transpiración natural, que como he dicho antes debe ser completado por fuertes fricciones para ser del todo saludable". Bouchardat aseguraba que la carrera, "como todos los ejercicios violentos, debe ser graduada por el tiempo que se consagre a ella y por la rapidez obtenida".
El salto:
"Entra más especialmente en la clase de esfuerzos que solo convienen a la juventud y que reclaman también el poder de la habitud", es decir, reclamaba que fuera una un hábito, también progresivo, ya que debía comenzarse con "movimientos más ordinarios" y luego pasar a "ejercicios combinados y profesionales".
La labranza y la jardinería:
"De estas importantes ocupaciones que requieren la atención de casi todo el año, resultan dos condiciones muy favorables para la salud, la continuación de los trabajos y la variedad de los ejercicios". El francés entendía que la actividad demandaba suficiente esfuerzo para mantener un buen estado. Sin embargo, le preocupaba el cambio de temperatura corporal. "Cuando han trabajado valerosamente, soportando el calor del día, es necesario recomendarles que durante el tiempo del reposo, eviten con cuidado los enfriamientos que les son tan nocivos. Beben a grandes tragos el agua helada, se acuestan sobre la tierra húmeda y a la sombra de un árbol. No puede haber nada más peligroso". Además, les sugería a los hombres de campo, "limpieza del cutis, buenas habitaciones y una alimentación reglamentada" para que su cuidado sea perfecto.
La caza:
"Nada hay tan conveniente como la caza: marcha acelerada con un peso, piernas animadas por una pasión, aparatos de los sentidos, el oído, y la vista, ejercitados sin fatiga". El experto comentó que la caza era "excelente para los trabajadores sedentarios". Solo agregó que, al regresar, no dejaran "de cambiarse inmediatamente su ropa mojada por el sudor".
La esgrima:
"Por la variedad y la gracia de las actitudes, por la energía de los movimientos, la esgrima pertenece al primer rango de los ejercicios". Y aconsejaba: "Cuando salgáis de un asalto, no olvidéis las fricciones y las frotaciones que forman su complemento higiénico".
La pelota:
Se entendía con claridad que hacía referencia al juego de pelota vasca, muy popular en la década de 1860 y siguientes. Al respecto, decía: "Es un juego que proporcionando reposo al pensamiento, ejerce y fortifica el cuerpo, provoca la destreza y admite una transpiración siempre creciente". Y finalizaba: "Este ejercicio desenvuelve las facultades naturales, satisface el amor propio por progresos sucesivos, fortifica la salud sin ningún riesgo, prolonga el vigor y aleja de la muerte".
El baile:
"Por sus movimientos variados y acelerados, desarrolla a la vez la salud y la gracia. Es el ejercicio querido de la juventud, lo que fácilmente se comprende. Se le descuida con la edad, a pesar del ejemplo que nos ha dejado Sócrates, que bailaba a una edad muy avanzada". El higieniza promovía el ejercicio diario del baile, "con perseverancia, como cuando se trata de un trabajo profesional". Según su criterio, el baile "puede reemplazar para la joven débil cuya talla se desvía [se refería a la debilidad de no mantener un peso saludable], la mayor parte de les ejercicios gimnásticos.
La equitación:
"El hombre se identifica, en cierto modo, por los movimientos, con el noble animal que conduce. Pero sin embargo, la equitación pone en acción y desarrolla principalmente ciertos músculos en detrimento de otros órganos de la locomoción". Advertía que si se practicaba en exceso, "los movimientos generales se hacen insuficientes, y no es raro ver a antiguos y excelentes jinetes, ponerse obesos y caminar irregularmente".
Al finalizar su serie de consejos, se propuso marcar los inconvenientes de trasladarse en carros, en vez de caminar. "No envidiéis esos brillantes carruajes que arrastran a las mujeres ociosas de las ciudades. Ellos son instrumentos que contribuyen a rebajar, poco a poco, el nivel normal de las fuerzas y, por consecuencia, a adelantar la hora fatal". El profesor francés planteó: "Nuestras piernas son hechas para caminar. El carruaje es para mí la negación del ejercicio y además nos expone al frío, privándonos del mejor medio de resistirlo, el movimiento".
De esta manera, los argentinos de 1864, durante la presidencia de Bartolomé Mitre, contaron con pautas de acción para mantener un buen estado físico. Que no fueron las únicas. A fin de año, en la plaza donde hoy se encuentra el majestuoso Planetario, se fundó el Buenos Aires Cricket Club, la primera institución deportiva del país.
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