Si llegás a i Latina a las 21:00, el salón está repleto. No porque las mesas sean extremadamente puntuales o el restaurante tenga una política estricta, si no porque gran parte de los que están sentados reservaron para cenar antes de las 20:00. Temprano para los porteños, pero ideal para los turistas que representan al 50% de la clientela. Este spot latinoamericano de Villa Crespo es muy popular en este público, y fue elegido en el podio de los Traveller's Choice Awards de Tripadvisor entre todos los restaurantes de Argentina. Hasta Scarlett Johansson pasó Nochebuena en una de sus mesas.
En esta casona antigua típica de la zona que abrió en 2011 en Murillo 725, se sirve un menú por pasos muy detallista y lleno de sabor. Dicen que es un recorrido por el continente, que le hace honor a su materia prima y sus tradiciones. Desde México a la Patagonia. Siempre hay algo de maíz, pesca local, panificados colombianos y salsas picantes para quien las pida.
Santiago Macías es el dueño y chef ejecutivo del lugar, y dice que está contento por haber sido votado por los que lo visitan, pero que no se siente cómodo con el rótulo de "el mejor". Sobre todo porque hay algunos que llegan esperando un restaurante lujoso a la vieja escuela, y se encuentran con música caribeña y un ambiente relajado. Es alta gastronomía y la atención es súper cuidada, desde quien te abre la puerta a quien te sirve el vino, pero no hay que ir de saco y pantalón largo. Para nada.
Del vermú al café
Para quienes todavía no sepan qué es un menú por pasos, se trata de una comida en varias instancias que vienen en porciones pequeñas. Por eso se pueden comer hasta 10 o más platos. En el caso de i Latina, son siete y se maridan con una bebida diferente cada uno (abstemios, o quienes prefieran pedir una sola botella o tragos pueden pedir el menú sin maridaje). Se arranca con vermú de La Fuerza hecho con hierbas de Mendoza y se termina con una ceremonia del café Yumai Estrella Dorada, 100% colombiano. En el medio, circulan vinos especiales de tiradas pequeñas y hasta una sidra patagónica.
De la cocina que está a la vista, salen con buen ritmo los platos siempre encabezados por su Oda al maíz (con arepas, buñuelos y empanaditas, todo hecho con la misma materia prima). Entre muchos, puede salir una molleja crocante con naranja asada; una codorniz con salsa de mole mexicano; y un cachete de res con salsa de café colombiano, dulzón y delicioso. Entre los postres siempre hay un balance entre lo ácido, lo empalagoso y un toque de salado para romper.
Algo que los hace muy accesibles para los turistas es que su menú es camaleónico y está listo para cambiar en caso de alergias o restricciones alimenticias. Que existen acá, claro, pero no se ven tanto como en el norte del continente. Los pasos pueden salir sin lácteos, vegetarianos, libres de glúten y demás. Una noche sirvieron un récord de 10 menús veganos.
La cruzada
Si pedís agua, lo que llega a la mesa es una botella de vidrio cerrada con el nombre del restaurante. Esto es solo la punta del iceberg de un gran proyecto de reducción de residuos que encaró Macias hace un tiempo. El agua es filtrada que se embotella en la casa y gran parte de lo que no se consume se recicla o se reutiliza. En su centro de producción que está a una cuadra del lugar, hacen compost con los residuos orgánicos y se ocupan de usar los restos de todos los vegetales con inteligencia. Hasta entregan gran parte a un criadero de chanchos para que sea su alimento. El resultado es que cada noche sacan a la calle solo una bolsa chica de basura.
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