El excéntrico noble que abandonó su castillo e indigna a la aristocracia europea
Randal Plunkett tiene 38 años y su radical decisión le valió amenazas y vandalismo; sin embargo, asegura que tiene una deuda con el medio ambiente
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Afuera las podadoras y el ganado, bienvenidos los animales salvajes, los hongos y los pantanos: el excéntrico y comprometido Randal Plunkett, 21º barón de Dunsany, apostó por dejar que la naturaleza retome sus derechos sobre el dominio de su castillo irlandés. A 25 km al norte de Dublín, la fortaleza de Dunsany cambió totalmente de aspecto bajo el mando de este aristócrata, heredero de la dinastía que ha reinado en el sitio desde hace 900 años.
A lo lejos, un ciervo rojo aparece por un instante entre los árboles de un verde impresionante, luego desaparece entre las 300 hectáreas de dominio ancestral, ahora en manos de la naturaleza. Tenía “una suerte de deuda con el ambiente”, declaró a AFP el aristócrata de 38 años, sentado sobre un tronco en descomposición sobre el que crecen hongos.
“Yo soy el guardián del dominio para esta generación y el dominio no es solamente el castillo, es también el medio ambiente”, afirmó el barón, vestido con la camiseta de una banda estadounidense de death metal y chaleco de cuero sintético, un contraste con la imagen de sus ancestros en las pinturas del castillo.
Hace ocho años, este metalero vegetariano de cabellos largos lanzó el proyecto “radical” de dejar su vasto dominio a la naturaleza. El ganado fue evacuado y las podadoras abandonadas. Plunkett dejó que la naturaleza siguiera su curso.
Comprender la tierra
Y los resultados se hicieron sentir. Las martas de pino, una especie rara, volvieron a aparecer en el dominio, donde prosperan también la nutria y el ciervo. Águilas, halcones, gavilanes, cernícalos y agachadizas: el cielo ahora está lleno de aves. Incluso apareció un pájaro carpintero, el primer observado en la región desde hace un siglo, según Plunkett.
Del otro lado de la almena, el pasto se transformó en una gran ciénaga, colmada con 23 especies de hierbas y numerosos insectos. “A medida que observo, comencé a entender lo que hacía la tierra”, explicó después de atravesar a pie un sotobosque sinuoso.
Según el Programa de Naciones Unidas Para el Medio Ambiente (PNUMA), habría que volver salvaje el equivalente al territorio de China a lo largo de la próxima década para contener la “degradación de las tierras y mantener el aumento de las temperaturas por debajo de 2ºC”. La semana pasada, cientos de militantes ambientalistas se manifestaron frente al palacio de Buckingham para entregarle a la familia real británica una petición con 100.000 firmas para que deje que sus tierras retornen al estado silvestre.
Esperan también que la reina Isabel II envíe un mensaje fuerte a la cumbre climática de la ONU, COP26, de Glasgow, donde autoridades mundiales se reunirán durante dos semanas a partir del 31 de octubre para discutir acciones contra el calentamiento global.
Guerra por la naturaleza
Irlanda es conocida por su verdor, que le ha valido el sobrenombre de “la isla de esmeralda”, aunque 65% de su superficie está dedicada a la agricultura. Según la ONU, la ganadería es responsable de 14% de las emisiones de gas de efecto invernadero. Dejar las tierras volver a su condición silvestre permitiría reducir las emisiones de CO2 y aumentar la biodiversidad.
Pero la idea de no explotar al máximo una tierra agrícola no es fácil de explicar. Al inicio, los pobladores del sitio tomaron a Plunkett por un “imbécil”, recuerda él: “Ellos pensaban que yo destruía tierras agrícolas en perfecto estado”, que “yo era un decadente”. Incluso se enfrentó a “amenazas” y a “vandalismo”. El barón considera su dominio como un “oasis” donde se prohíbe la caza del ciervo, y patrulla al amanecer para mantener alejados a los cazadores furtivos.
“Se volvió una guerra y nosotros la ganamos lentamente porque la verdad tiene que imperar por el cambio climático”, sostuvo. “Pienso que debemos hacer mucho más de lo que hacemos”, y “lamentablemente no será hecho por los gobiernos”, agregó.
Aun así, él se alegra de “recuperar al menos” un animal nuevo cada año. “Yo intento popularizar una idea que yo sé que oportunamente será útil”, afirmó. “Traemos de vuelta lo silvestre a Irlanda, este lugar que antes era conocido por ser verde”, concluyó.
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