El engaño de las apariencias: William Turner, un excéntrico iluminado
Tiene un aire a Scrooge, el protagonista de la novela que escribe Charles Dickens a comienzos de la década de 1840. Parece un marinero y se hace llamar "almirante Booth", aunque su verdadera identidad está rodeada por el misterio. Es sabido que les pide a los taxistas londinenses que lo dejen a varias cuadras de su casa para que nadie descubra dónde vive.
Su apariencia andrajosa y sus toscos modales lo mantienen a salvo. Nadie en Chelsea parece sospechar que se trata de Joseph Mallord William Turner, académico poseedor de una fortuna y uno de los más grandes pintores de la historia universal. El "artista de la luz" que será señalado décadas más tarde como un precursor del impresionismo y del arte abstracto, el que abrirá con su experimentación la puerta del arte moderno.
La representación del paisaje ya no volvería a ser la misma después de los miles de registros realizados por este viajero romántico en varias ciudades de Europa. Entre ellas Venecia, donde pintó en 1836 Julieta y su niñera, el cuadro que Amalita Fortabat compró en 1980 por 6,4 millones de dólares. Fue un récord entonces para una pintura vendida en subastas, donde las obras de Turner llegarían a rozar los 50 millones en el siguiente milenio.
El talento era evidente desde aquellos primeros dibujos que su padre exhibía en la vidriera de su barbería, y que vendía a los clientes por unos chelines. Con solo catorce años fue aceptado en la Real Academia, y antes de los treinta ya tenía su propia galería en el centro de Londres. Con agujeros en el techo y ventanas opacadas por el polvo, el lugar alojaba piezas dignas de un museo. Como las tormentosas escenas que pintó Turner, según cuenta la leyenda, tras haberse atado al mástil de un barco durante horas para ser testigo privilegiado de la fuerza de la naturaleza.
Su madre murió internada en un psiquiátrico, y él fue criticado por excentricidades que podían confundirse con locura. Pocos comprendieron en su momento el estilo libre, casi abstracto, hacia el cual evolucionó su obra. Los temas clásicos cedieron espacio al registro de la luz y la atmósfera en escenas de actualidad, como el incendio de la Cámara de los Lores o el paso de una locomotora a vapor.
Su monumental legado fue heredado por la Tate, que exhibirá 85 de sus acuarelas en el Museo Nacional de Bellas Artes. La misma institución creó en su homenaje el premio Turner, destinado a jóvenes artistas contemporáneos; a aquellos que, como él, buscan crear algo nunca antes visto, sin importar el qué dirán.
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