El 1 de diciembre de 1974, hace 49 años, un comando guerrillero atacó a la familia Viola en Tucumán; los asesinos fueron condenados, luego indultados y, finalmente, indemnizados por el Estado
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En marzo de 1975, María Fernanda Viola (55) despertó de un coma de cuatro meses. El 1 de diciembre de 1974, en la ciudad de Tucumán, su familia había sido emboscada por una unidad del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En ese episodio su padre, el capitán Humberto Viola, de 31 años, y su hermana bebé, de 3 años, María Cristina, fueron brutalmente asesinados, a quemarropa.
Los Viola tenían una costumbre que repetían casi religiosamente: cada domingo, iban a comer a casa de los abuelos paternos de María Fernanda. El domingo 1 de diciembre de ese año fueron en auto. Humberto Viola iba en el asiento del conductor. María Fernanda estaba sentada en el asiento trasero, al lado de su hermana. Adelante, en el asiento del acompañante, iba su madre, “Maby” (que, al igual que la bebé, se llamaba María Cristina). Estaba esperando una nueva hija, Luciana. Llevaba 5 meses de embarazo.
Hay datos imposibles de soslayar a la hora de analizar la historia que María Fernanda describirá en instantes. El primero: el ataque que sufrió esta familia se produjo en democracia. Segundo: Viola era un hombre de paz, estaba dedicado a su trabajo y a su familia, y no había participado, en ninguna instancia y en ningún momento, de algún acto represivo. Su único “delito” fue usar uniforme.
“Se meten con nosotros, no con la familia”, nos decía papá
-María Fernanda, ¿qué recuerda de ese mediodía?
-Ya estábamos en Ayacucho al 200, entrando a lo de mis abuelos. Mi papá paró el auto y mi mamá se bajó para abrir el portón. Ahí empezaron las estampidas hacia el auto. Fuimos rodeados por 3 coches con hombres del ERP que comenzaron a ametrallarnos. Mi papá, para resguardarnos, se bajó del auto y se alejó, para atraer los disparos hacia él. Empezó a correr hacia una esquina, ya con una herida de bala, y ahí lo remataron con un tiro por la espalda. También mataron a mi hermanita, María Cristina, que tenía tres años. Yo recibí un tiro en la cabeza, una bala que se había colado por la ventanilla. Las esquirlas me dieron en el nervio óptico. Quedé inconsciente. La única persona que salió ilesa fue mi mamá. Yo sobreviví gracias a ella: mi mamá me levantó, yo estaba llena de sangre, pero ella no sabía de dónde me salía... Me palpaba, pero no encontraba el origen de la hemorragia. Un vecino nos llevó al hospital de niños. Ahí, mi madre le movió el pelo a mi hermana bebé y vio que los disparos le habían sacado la mitad de la cara. A mí me hicieron unos estudios preliminares, pero los médicos se dieron cuenta de que necesitaban a un neurólogo, por la gravedad de mis heridas. Y como ahí no había ninguno, me pusieron un suero y un amigo de mi tío me llevó en un Fiat 600, con el suero colgando por la ventanilla, al hospital Padilla, donde me internaron y me pusieron en coma.
-Un coma de 4 meses, siendo una niña.
-Diciembre, enero y febrero. Volví a la vida en marzo de 1975, con 5 años.
-¿Qué le dijeron los médicos cuando se despertó?
-Dijeron que era un milagro que estuviera viva, y que a lo largo de la vida me tendría que hacer una serie de estudios para ver con qué secuelas había quedado.
La versión del ERP: “Los balines dan de rebote sobre la hija”
En su “parte de guerra”, el Ejército Revolucionario del Pueblo, responsable de la masacre, describió:
“A las 13.13 el automóvil se aproxima hasta la misma altura que el objetivo, quedando medio auto adelantado. Siempre en los chequeos el sujeto descendía, en esta oportunidad la que descendió fue la esposa, quedando él al volante a la espera. Al frenar el automóvil disparan el primer escopetazo, que da en el parante delantero izquierdo del parabrisas, el sujeto se agacha en ese momento y los balines dan de rebote sobre la hija de tres años que estaba atrás. El compañero de la ametralladora desciende y metiendo el arma por la ventanilla, dispara una ráfaga corta, 4 tiros que dan en el sujeto que alcanza a descender, la ametralladora se traba, pero los disparos le dan a la altura de la base del pulmón izquierdo desde atrás, se adelanta más y dispara con su pistola y remata al Capitán con un tiro en la cabeza y retoma el auto, mientras que el camarada de apoyo dispara a quemarropa con su ametralladora, hiriendo a la hija de 5 años que corre escapando hacia delante”.
-¿Cree que el ERP atacó a la familia entera de manera deliberada?
-Hoy sí lo creo. Pero no deja de sorprenderme. En esa época vivíamos con mucho miedo a ser el blanco de un ataque terrorista. Mi papá solía decirle a mi mamá: “No tengas miedo. Si [la guerrilla] se mete con alguien, se mete con nosotros [los militares] no con la familia”. Pero nosotros vivíamos en Sarmiento, entre 25 de mayo y Muñecas. Y mi papá trabajaba a la vuelta. Él iba y volvía caminando solo, todos los días. Si lo hubiesen querido interceptar solo a él, lo hubiesen hecho mientras volvía del trabajo. ¿Por qué esperaron a un domingo para meterse con toda la familia?
“De la mitad del ojo para abajo, no veo”
-¿Cuántos estudios tuvo que hacerse, durante su vida y hasta hoy, para monitorear los efectos causados por el ataque?
-Me tuve que hacer 8 cirugías en la cabeza durante los años siguientes. La última fue en 1981, cuando yo estaba en sexto grado de primaria. A pesar de todo lo que ha pasado, yo no he perdido años de escuela. Hice salita de 5 operada. Tengo foto de mi jardín de 5, con un pañuelito blanco en la cabeza. Me pelaban en esa época, por las operaciones.
-¿Qué secuelas físicas le quedaron?
-Me faltan dos huesos en la cabeza, el parietal y el occipital. Sabía que iba a poder llevar una vida normal, aunque con algunas limitaciones. Por ejemplo, no iba a poder practicar deportes bruscos; tampoco ir a parques de diversiones y subirme a montañas rusas. También tengo una limitación visual tremenda que sufro mucho: se llama hemianopsia altitudinal, es una disminución en el campo visual; de la mitad del ojo para abajo, no veo, entonces a veces me llevo puestos los umbrales. Ya me esguincé 5 veces al ir caminando por la vereda, porque no veo los desniveles... Después me dijeron que, en caso de tener hijos, no los iba a poder tener por parto normal... Pero no todo es malo. Hoy tengo dos: Felicitas María, de 20 años, y César Agustín, de 18.
-¿Usted y su familia siguieron viviendo en la misma casa después del ataque?
-No, porque nosotros vivíamos en edificio militar. Entonces, después de que lo mataran a mi papá, como no éramos “de familia militar”, tuvimos que entregar ese departamento y nos fuimos a vivir con mi abuela materna. Estuvimos con ella un par de años. Luego, mi mamá reconstruyó su vida. Se casó con un joven que había conocido en su adolescencia, se lo encontró en un taller mecánico. Él es un sol, es como si fuera mi papá. Vivimos un tiempo en el centro, y luego ellos compraron una casa juntos.
Siete integrantes del pelotón que emboscó al capitán Viola fueron capturados. Francisco Antonio Carrizo, Rubén Jesús Emperador, Fermín Ángel Núñez y José Martín Paz recibieron cadena perpetua. Florencio Antonio Nieva, 8 años de prisión; Rolando Oscar Figueroa no tuvo condena por ser menor de edad, y a Alberto Vivanco se le declaró extinta la acción penal. Svante Grände, de nacionalidad sueco-chilena, fue abatido, en el monte tucumano, integrando la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez del ERP, tiempo después. Mientras que Hugo Irurzun, el jefe del “pelotón de fusilamiento” de Viola, fue asesinado “en acción” 6 años después en la “Operación Reptil”, que constituyó el asesinato del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, en Asunción del Paraguay en 1980.
Después, en 1989, los que seguían con vida fueron indultados, al igual que varios de los militares que habían ido presos por crímenes de lesa humanidad cometidos durante el régimen militar.
Hace años que la familia Viola demanda que se cancele el indulto a los responsables de la emboscada, mientras exige que el crimen sea considerado de lesa humanidad. “Estuvieron debidamente juzgados. Lo que pasa es que, si estamos ante un crimen de lesa humanidad, el indulto no es válido”, argumenta Javier Vigo Leguizamón, abogado de María Fernanda Viola, en diálogo con LA NACION. El caso Viola ha pasado por todas las instancias judiciales en la Argentina, incluida la Corte Suprema de Justicia. Aunque hasta ahora, dicen desde la familia, no hubo novedades.
Asimismo, la familia Viola quiere que se juzgue no solo a los autores del crimen, sino también a sus ideólogos, muchos de ellos integrantes del Buró Político del ERP. “Nosotros pedimos puntualmente que se juzgue como autor mediato a Juan Arnold Kremer -alias Luis Mattini-, que fue quien sucedió a Mario Santucho en el Buró Político del ERP, y quien en su libro ‘Los Perros’ reconoce cómo participó tanto en la planificación del operativo como posteriormente en el análisis del resultado del mismo. Ahí relata la indignación que tenía Santucho por haber atentado en contra de niños”, dice Vigo Leguizamón.
Hasta ahora, el máximo tribunal ha fallado en contra de someter a proceso a los autores mediatos del crimen.
Algunos de los hombres que asesinaron a la familia de María Fernanda fueron, años después, indemnizados por el Estado argentino, a raíz de los excesos cometidos por el gobierno militar entre 1976 y 1983. Carrizo percibió $61.244.080 (monto actualizado noviembre 2023); Emperador recibió $61.900.272 (monto actualizado noviembre 2023); Núñez fue compensado con $64.597.413 (monto actualizado noviembre 2023), y Paz con $58.095.106 (monto actualizado a noviembre 2023).
En 2016, María Cristina Picón de Viola (la madre de María Fernanda) presentó la denuncia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Su petición estuvo fundada en los artículos 8, 24, 25, 44 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en el artículo 3 de las Convenciones de Ginebra de 1949, que aseguran que “la dignidad de las personas sea respetada en los conflictos armados” y que “no se puede atacar, ni atentar, contra los civiles inocentes en ningún tipo de conflicto armado”.
En marzo de 2022 la entidad consideró formalmente cumplidos los requisitos exigibles para dar inicio al proceso de “admisibilidad” de la denuncia y, en una decisión transmitida al canciller Santiago Cafiero, dio un plazo de 3 meses al Estado argentino para que presentara su descargo. El Estado demoró mucho más que 3 meses, pero finalmente respondió. “Mantuvo la hipótesis de que en la Argentina no había existido un conflicto armado, y que en el momento en que ocurrieron los hechos el derecho internacional humanitario no contemplaba que las acciones de la guerrilla fueran crímenes de lesa humanidad”, dice Vigo Leguizamón.
-¿La familia Viola argumentó contra esa respuesta del Estado?
-Sí. Sostuvo que eso era falso por dos motivos. Primero, porque la Cámara Federal, cuando juzgó a los comandantes, concluyó que en la Argentina, en la década de 1970, se había vivido una guerra revolucionaria. Quiere decir que sí hubo conflicto armado interno. En segundo lugar, argumentó que era aplicable el informe 55/97 de la CIDH sobre el ataque al regimiento de la Tablada en 1989. En ese informe se determinó que se había desatado un conflicto armado interno.
“EL DOLOR NO TIENE IDEOLOGÍAS”
María Fernanda nunca fue indemnizada. “El dolor no tiene ideologías. Yo sí sé lo que significa que te violen los derechos humanos. Yo sí sé lo que significa el dolor moral, físico y espiritual. Yo sí sé lo que significa además haber sido ignorada. Yo sí sé lo que implica ver que a los asesinos de tu familia los elogien e indemnicen como héroes pero, además, yo sí sé lo que es buscar la superación y la reconciliación de lo sucedido. Soy consciente de que gente perteneciente a otros sectores también han padecido muertos o desaparecidos y les tiendo la mano para que construyamos un país juntos”, escribió hace siete años.
-María Fernanda, a 49 años del asesinato de su padre y hermana, ¿qué reflexión hace?
-Lo que quería mi mamá era resarcimiento moral. Ella nunca nos fomentó el odio. Perdonó a los asesinos. Mi mamá quería que las muertes de mi papá y de mi hermanita se declarasen de lesa humanidad. Mi papá la tenía más jugada porque era militar, y los militares eran blancos de estas organizaciones, pero nosotras, con 3 y 5 años y con mi mamá embarazada de 5 meses.... ¿Dónde están nuestros derechos humanos? ¿Dónde están los derechos humanos de mi hermana Luciana, que nació sin papá? A mí eso me hierve la sangre. Mi mamá [Maby falleció el 17 de junio de 2021] nos dijo que nunca tuviéramos venganza. Yo, personalmente, quizás perdono. Pero no olvido. Me duele en el alma pensar en todo lo que me ha pasado. Pero es lo que me ha tocado vivir. He salido adelante, padeciendo unas veces y otras, pero soy una agradecida de que soy un milagro. Me queda la cuenta pendiente de seguir luchando en el nombre de mi vieja, que debe estar en un lugar privilegiado, debe estar al lado de mi hermana. Pero, para que descanse totalmente en paz, es necesario que se haga justicia.
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