Demetrio Elíades era un empresario nacido en la isla de Creta que, en 1947, junto a dos socios, creó la fórmula del alfajor Havanna, producto que fue puesto a consideración del público, por primera vez, el 6 de enero de 1948. Años después, y debido al éxito de ventas, decidió invertir parte de sus ganancias en la creación de la empresa Delco, que se especializaría en la construcción de edificios de gran altura en la ciudad de Mar del Plata. El rascacielos que llevaría el nombre del propietario de la empresa, y que se haría popularmente famoso como el Edificio Havanna, se convirtió en la obra icónica de Delco. La torre Demetrio Elíades fue responsabilidad del arquitecto Juan Antonio Dompé, artífice de otros puntos de gran valor patrimonial marplatense como el Edificio Edén sobre Plaza Colón o el Palacio Cosmos, esa monumental obra que se abre como dos hojas de un libro en la base de la loma de la avenida Colón.
El Demetrio Elíades es una de las referencias ineludibles de la postal del principal centro turístico de la Argentina. Allí, sobre el Oceáno Atlántico, en el Boulevard Marítimo Patricio Peralta Ramos esquina Olavarría, a pocos metros del Torreón del Monje, Gran Hotel Provincial y del Casino Central, la faraónica construcción forma parte del imaginario colectivo. Imposible pensar en la foto marplatense sin el Havanna, ese mojón que se observa imponente desde toda la ciudad. Se lo ve a varios kilómetros de distancia y es uno de los puntos salientes que primero se aprecia desde la ventanilla del avión. Verlo es confirmar la cercanía de la ciudad y todo lo que ella despierta. Esconde una rica historia, vecinos ilustres y es signo de un tiempo en donde La Feliz comenzó a crecer hacia arriba.
Nacimiento de un coloso
Durante la década de 1960, un discutible progreso edilicio fue sumando metros cuadrados en altura. En aquellos tiempos, se levantaron edificios de gran porte que iban modificando el paisaje urbano marplatense. Así, muchas de esas casonas, los típicos chalets marplatenses de paredes recubiertas con piedras y techos de tejas, que formaban parte de la postal tradicional, iban mutando en moles de cemento menos pintorescas. Con todo, algunas de esas torres se convirtieron en icónicas. En pocos años, el skyline de Mar del Plata se modificó radicalmente, sobre todo en el radio céntrico.
Los acontecimientos sociales siempre se ven plasmados y están relacionados indisolubles con la fisonomía y características de las ciudades que los albergan. Mar del Plata no fue la excepción. A partir de la segunda mitad de la década del ´40, se produjo un fenómeno inclusivo que permitió que los sectores menos favorecidos pudiesen veranear en la ciudad. La inauguración de los hoteles sindicales contribuyó a convertir a Mar del Plata en un balneario popular. Por otra parte, la llegada de aluviones de turistas, que no se hospedaban en esos hoteles, incrementó, lógicamente, la necesidad de albergue. Así comenzó la masiva construcción de edificios para alojar a las multitudes que se acercaban para disfrutar de una ciudad que, vista desde el mar, modificaba su horizonte artificial con una silueta nueva que la iba acercando a las grandes capitales cosmopolitas del mundo. Mar del Plata se convirtió, rápidamente, en un lugar priorizado por una clase media que podía comprar, créditos mediante, su departamento cerca del mar. Entre 1950 y 1970 se construyó la mitad del parque habitacional con el que hoy cuenta la ciudad.
En 1964, en sintonía con ese fenómeno, don Demetrio Elíades comenzó a soñar con su nueva aventura. Mientras su fábrica de alfajores crecía a un ritmo sideral, fue amasando, tratándose de él no podía ser de otra manera, la construcción de un monumental rascacielos que mirase al mar y a buena parte de la ciudad. Perseverante, se rodeó de los mejores. El arquitecto Juan Antonio Dompé le acercó los planos que reflejaban su idea con la precisión técnica necesaria. Elíades aportó lo suyo. Sabía lo que quería. Así, nació lo que, en un momento fundacional, iba a denominarse Palacio Belvedere. El Cosmos, sobre la avenida Colón y coronado con el letrero publicitario de una marca de gaseosa, ya había sido inaugurado ante el asombro de locales y turistas sorprendidos por la altura de ese inmueble. La idea de estas torres era convertir a Mardel en una suerte de Nueva York sudamericana costeando el mar.
En agosto de 1966 se iniciaron las obras en un terreno de 1458 metros cuadrados. Un piso cada diez días. A esa velocidad, un muy buen promedio para la época, se alcanzaron los 125 metros concretados en 39 pisos. La obra comenzó por los dos subsuelos que contienen las salas de máquinas. Por estricto deseo de Elíades, todos los departamentos debían miran al mar, haciendo honor a la ubicación privilegiada de la torre. Para sostener la estructura se utilizaron más de 70 toneladas de acero.
Mientras la mole iba tomando forma, una tragedia hizo peligrar su continuidad: inesperadamente falleció su ideólogo. Luego del cimbronazo que significó la pérdida del gran mentor del proyecto, la construcción siguió adelante. Merecidamente, se decidió que el Belvedere inicial sea reemplazado por Demetrio Elíades. Un verdadero homenaje.
Los famosos que vivieron en él y otras anécdotas
Para la comercialización, se apeló a lo trascendente de la construcción. Una publicidad de la época sintetizaba la idea: "Se trata de alcanzar el cielo. Alcanzarlo mediante la fuerza que da el trabajo y las posibilidades que ofrece a toda empresa una ciudad de las características de Mar del Plata". El 4 de diciembre de 1969, los primeros propietarios pudieron acceder a los departamentos del edificio más alto de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires. En ese momento, era el segundo más alto del país. Solo el Alas, en la porteña avenida Leandro N. Alem, contaba con más metros. El Havanna, incluso, era más alto que el coqueto Kavanagh, ubicado frente a la Plaza San Martín en Retiro. Sobre su terraza, que en no pocas ocasiones se encuentra atravesada por las nubes, se emplazó el famoso letrero luminoso que promociona la marca de alfajores que bautizó al rascacielos. Las letras rojas se convirtieron en una suerte de faro observado desde tierra y mar.
A lo largo de su historia no faltaron las anécdotas. En el Demetrio Elíades se han percibido algunos movimientos sísmicos, como el que tuvo epicentro en Coquimbo, Chile, en el año 2015. Si bien no ocasionó deterioros en su estructura, generó alarma entre los ocupantes. Muchos de ellos decidieron abandonar el edificio y ponerse a resguardo sobre la avenida. Si de vecinos en alerta se trata, el 29 de julio de 2016, un hombre llamó a la policía y a los bomberos. ¿El motivo? Desde la planta baja observó fuego en uno de los últimos pisos. En realidad, se trató de una falsa percepción. La bruma que cubría el edificio generó un efecto óptico muy particular. Las luces rojas del letrero ubicado en la azotea, indescifrable debido a la neblina, hizo creer al vecino que se estaban incendiando los últimos pisos.
El Havanna también cuenta con vecinos ilustres. Carlitos Balá es uno de ellos. El ídolo familiar lo habita desde hace años, por eso es muy común verlo disfrutar de la playa Las Toscas que se encuentra frente al edificio. El pianista Bruno Gelber es un fanático de la ciudad y otra de las estrellas que decidieron comprar un departamento en la torre. En verano es habitual verlo conversar con sus vecinos en el palier principal.
El Demetrio Elíades habla de una época. Es símbolo de un tiempo. Su imponente altura lo convirtió en un verdadero ícono de Mar del Plata. Como los lobos marinos de la rambla o las embarcaciones amarillas del puerto. Y, por supuesto, como los alfajores.
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