“Las mujeres de Capote: una verdadera historia de amor, traición y un canto de cisne para una época” de Laurence Leamer con la saga de chismes y traiciones salidas a la luz en 1975 es el eje de la nueva temporada de Feud
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La calle Perry -entre Hudson y Bleecker, en Soho -suele llenarse de fans de Sex and the City. La mítica casita con sus escaleras, que fue refugio del personaje de Sara Jessica Parker y sus amigas atrae admiradoras y a decenas de clones de la famosa Carrie, pero para los menos fashionistas resultará más atractiva (y en particular por su arquitectura) la mansión de Truman Capote en Brooklyn, exactamente en Brooklyn Heights (70 Willow St), donde el autor de Desayuno en Tiffany’s escribió otras obras famosas. Para visitarla bastará cruzar en ferry desde Wall Street hacia Dumbo, y de allí caminar por la zona hasta divisar su fachada majestuosa. Construida en 1839, con once dormitorios y sus respectivas chimeneas, Capote rentó ahí un departamento entre 1955 y 1965, cuando aún era considerado una estrella de la literatura, y personaje obligado en las fiestas del jet set internacional.
El morbo aumenta especialmente en estos días con los primeros capítulos de la siguiente temporada de Feud, basada en la publicación Capote’s Women: A True Story of Love, Betrayal, and a Swan Song for an Era (Las mujeres de Capote: una verdadera historia de amor, traición y un canto de cisne para una época) el último libro de Laurence Leamer. En sus páginas repasa la saga de chismes y traiciones salidas a la luz en 1975 tras la publicación de La Cote Basque 1965, entonces un adelanto de lo que sería Plegarias atendidas, obra inconclusa con la que Capote se proponía revelar intimidades de quienes habían sido sus mejores amigas. Venerado por su don para contar historias, y por su lengua viperina, la misma que entretenía a las damas más ricas, bellas y poderosas de la élite neoyorquina, Capote anotaba en su memoria cada detalle de las conversaciones. Tenía un plan mayor, o en todo caso, como dijo en su defensa mucho después, “¿...qué esperaban de un escritor?.. yo uso todo”.
Pero como supone Leamer, quizá fue incapaz de imaginar que, cuando le confió a su íntima amiga Marella Agnelli (esposa de Gianni Agnelli, presidente ejecutivo de Fiat, a quien se le atribuyó un romance con Jackie Kennedy) que estaba construyendo un libro como quien crea una pistola, “con la empuñadura, el gatillo, el cañón y la bala que al salir con gran velocidad y potencia provoca un estallido nunca visto”, ese disparo le saldría por la culata. Y así fue. Entre las víctimas de aquel escándalo figuraba Lee Radziwill, hermana menor de la ex primera dama de los Estados Unidos.
Habían sido inseparables hasta entonces, pero Capote mantenía un litigio judicial con el escritor Gore Vidal, a quien odiaba, y Lee se había negado a dar testimonio a su favor. Como venganza, en 1979 decidió presentarse en un programa de televisión y ventilar la pésima relación de las Bouvier, dos iconos de estilo de su tiempo. “Sé que Lee no querría que yo contara nada de esto, sus celos por Jackie, sus esperanzas con Onassis, el dolor cuando su marido la abandonó. Pero ya saben cómo somos los maricones sureños, no podemos tener la boca cerrada” dijo ante las cámaras, y agregó que Radziwill soñó con casarse con Aristóteles Onassis y que fueron amantes, pero que su hermana se lo arrebató. Aquella traición puso en evidencia un secreto a voces: Jackie era esa clase de mujeres que no daba puntada sin nudo, y para Lee era un agobio vivir a la sombra de su hermana mayor.
Nunca se habían llevado muy bien
El vinculo comenzó a romperse del todo hacia agosto de 1963, cuando Jackie dio a luz un tercer hijo, fallecido a las pocas horas. Lee – entonces casada con un príncipe polaco venido a menos que le legó el titulo nobiliario y una selecta agenda de amigos- le trasmitió una invitación de Aristóteles Onassis para que se recuperara en su yate. Acompañada por su cuñado y su hermana se unió a un largo crucero por el Mar Egeo, y fue ahí cuando puso el ojo en el que sería su próximo marido. “La historia del efecto de Jackie en Ari durante ese crucero se ha contado muchas veces” escribía Diana DuBois en su libro A la sombra de su hermana: una biografía íntima de Lee Radziwill, publicado en 1995. “Lee les diría a sus íntimos más tarde que solo estaba tratando de hacer algo bueno por su hermana cuando la llevó en el Christina, y que Jackie eligió a Onassis en ese crucero”. Dice la leyenda que en esa travesía el magnate griego obsequió un collar de diamantes a la entonces primera dama, y a su hermana menor apenas un pequeño brazalete. Reafirmando aquella teoría, DuBois recordará en su libro que “la expropiación de Onassis por Jackie abrió una brecha profunda entre las dos mujeres, lo que, cuando se combinó con una relación paralela entre Jackie y Robert Kennedy después del asesinato, fue el comienzo de un cambio profundo en su relación, uno que duraría”.
Lee falleció en 2019. Había sobrevivido a su hermana y a su ex amigo. No logró destacarse jamás en ningún emprendimiento propio, salvo cuando asumió las relaciones públicas de la firma Armani. Se había divorciado por tercera vez y seguía siendo la misma mujer delgada, elegante e irónica. Cuando murió Jackie en 1994, no le dejó un solo centavo en su testamento a Lee, “por quien tengo un gran afecto”, escribió, “y porque ya lo he hecho en mi vida”, gesto que se interpretó como la prueba de un vinculo que jamás había funcionado. “De alguna manera divertida, tengo suerte de que haya mucho más interés en mi hermana”, dijo en una entrevista en 2013. “A veces era molesto, a veces divertido. Quizás la parte más deprimente fue que todo lo que hice, o intenté hacer, obtuvo una cobertura desproporcionada simplemente porque Jackie era mi hermana. Pero aprendes a lidiar con el escrutinio, incluso con las mentiras”.
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