
Dolores Fonzi: belleza con caracter
Le tocaron papeles bastante comprometidos, pero ha probado que le sobra talento. En agosto se estrenará Caja negra, película que la tiene como protagonista y guionista
Dolores Fonzi tiene 23 años y una carrera impecable sobre sus hombros. Tal vez sea pronto para hablar de trayectoria (empezó a los 16), pero no por corto su camino tiene poco de intenso. Primero se la vio interpretar a una desquiciada en Verano del 98 , aquel culebrón para escolares del que también surgió su hermano Tomás. A los 18 debutó en el cine con un papel de prostituta en la película Plata quemada ; luego interpretó a una lesbiana en Esperando al Mesías , a una mujer histérica en El señor Bergman y Dios , en el Teatro San Martín, e hizo delicias en tevé cuando en El sodero de mi vida se puso en la piel de Romina, una chica retrasada mental que daba lecciones de amor a su complicada familia.
Ha demostrado frialdad a la hora de mantener a salvo esa eficacia que la distingue del resto de los actores de su generación. Sin ir más lejos, a fines del año último rechazó el papel protagónico en una telenovela con Pablo Echarri, y a cambio armó las valijas y viajó a México para promocionar la película Vidas privadas, donde, a las órdenes de Fito Páez, encarnó a una abogada cuya personalidad e intereses se oponen a los suyos personales. Ese personaje es uno de los pocos que podría integrar su lista de olvidables, pero, entre otras cosas, porque en la vida de Dolores Fonzi hay un antes y un después de Caja negra, la ópera prima de Luis Ortega que en el último Festival de Cine de Mar del Plata ganó un premio y la admiración unánime de la crítica. Esta película es la primera donde, además de actuar, hace las veces de productora, guionista, maquilladora y vestuarista. Acaba de participar en un festival en Los Angeles, pero ya había sido invitada a competir en la última edición de Cannes, aunque por problemas técnicos no llegó a tiempo.
Su aspecto aniñado no condice con esa imagen de estratega profesional. Ha llegado una hora tarde a la cita. Lleva puesto un pantalón anchísimo y una campera tipo astronauta color rosa viejo. A juzgar por el tamaño de su zapato se podría afirmar que no supera el metro y medio de estatura, y que bajo ese abrigote inflado esconde una anatomía lacia y ligera. Las uñas cortas y pintadas de rojo sangre realzan el caudal de sus dotes fotogénicas, aderezadas por una buena cantidad de mohínes y guiños sospechosamente conscientes. Emana un aire de diablillo tierno que resulta conmovedor. Y podría ocupar un sitio en el estante de las muñecas si no fuera por esa mirada de gatito rubio a punto de dar el zarpazo.
–Decime, che, ¿y por qué me van a entrevistar?
–Bueno, en principio parece que Caja negra va a dar que hablar...
–Aaah, sí, sí, está bien –dice, y apura un cigarrillo en señal de que está dispuesta a hablar cuanto sea necesario.
Ordena un tostado, un cortado y agua mineral sin gas. "Esta película tiene una importancia especial, única. No sólo porque es la primera que sale de mi cabeza y en la que trabajo un año y meses antes de empezar a rodar, sino porque nace del encuentro entre Luis y yo, de la voluntad de crear y la convicción en un proyecto. Pensá que cuando la hicimos él tenía 19 años y yo 21, que teníamos unos pocos ahorros. Y nadie confiaba en nosotros."
La nena
Antes de cumplir los 7 años ya había mutado en mujercita tremenda. Quería trascender, no sabía cómo. Su abuela la llevó a estudiar declamación con una actriz de barrio venida a menos.
"En la familia hay una abogada, un ingeniero agrónomo y varios jubilados. Pero son todos un poco actores. Primero me mandaron a unos cursos de actuación muy pedorros, en instituciones que ya ni existen. Después, como mi abuela había estudiado cuando era joven me llevó con esta especie de diva rarísima de conservatorio. La suya era una forma muy inocente de entender la actuación, muy gestual. Pero estuvo bien, hasta que Carlos Gandolfo me partió la cabeza. Desde que tengo uso de razón quise ser actriz. Veía cualquier película, sobre todo si la chica era heroína, y quedaba una semana como tomada por la historia. Splash, la de la sirena, me mató, y con Castillos de hielo empecé a decir que quería ser patinadora. El cine me sumergía en una realidad que no era la mía y de la que evidentemente no quería salir."
Decidida a ganar su propio dinero, a los 16 se presentó en una agencia de publicidad. Tan bonita y segura la vieron que la recomendaron para un casting en Canal 9. Y como es de imaginar, el Zar Alejandro Romay quedó eclipsado. Le ofreció un papel en La nena, una tira que tuvo corta vida, aunque la favoreció. "Estaba chocha, porque cuando terminó seguí contratada y durante meses cobré sin trabajar. Después se vino todo en picada. Entonces yo era chica y las cosas me resultaban fáciles porque tenía voluntad, me adaptaba sin cuestionar nada. Ahora no, me cuesta que me den órdenes, sobre todo si sé lo que debo hacer. Bueno, pero miro para atrás y digo, guau: me levantaba a las 6 para ir al colegio, al mediodía comía un pebete en la estación, tomaba el tren, el subte a Chacarita, y a grabar hasta las 12 de la noche. Volvía en subte, en tren, y así..."
Hasta que ingresó en el elenco de Verano del 98, y la mullida familia de Adrogué, donde nació y creció, empezó a quedarle a trasmano. Un día le comunicó a su madre que se mudaría, sola y lejos. "Verano... fue como un punto de inflexión. Empecé con el pelo largo y rubio, y terminé con el pelo corto y negro, haciendo de asesina. Era una ridiculez el personaje, pero yo nunca me arrepiento de nada. Cuando uno está dentro de un proyecto y cree en él, debe defenderlo. Además, me estaba independizando, buscaba un lugar donde hacer mi vida. Yo tengo una gran habilidad para convencerme y convencer, así que de un día para el otro me fui, sin darme tiempo para procesar el hecho de haber dejado ese espacio contenedor que es la familia. Pero era la forma de empezar a aceptar la soledad, que en definitiva es nuestra realidad."
Casi al final de la segunda temporada del ciclo, en 1999, había reunido varios trofeos: tenía plena conciencia de su talento, debutaba en cine con la película de Piñeyro y, sobre todo, había conocido a Luis Ortega.
Caja de sorpresas
Los años siguientes fueron un torbellino. A la mañana grababa, a la tarde filmaba, y a la noche tenía función de teatro. Esa intensidad se completó con una convivencia y un proyecto común, Caja negra. Por todo eso, y en distinto orden de importancia, es que todavía va a terapia cuatro veces por semana.
"El protagonista de la película es Edgardo Couget, un bancario expulsado del sistema al que conocimos una tarde en la que Luis, aburrido de la Universidad, se escapaba a la plaza de San Telmo. Cuando apareció este hombre nosotros ya teníamos algunas ideas y material registrado. Pero él fue la inspiración final que nos animó a contar esta historia, la de un padre y una hija. Cuando empezamos, Luis y un amigo salieron a buscar un lugar en San Telmo para filmar. Así dieron con una señora de 100 años que desde un balcón les hacía señas. Cuando vuelve a casa, Luis me cuenta que alquiló la casa y que había encontrado a la que haría de mi abuela en la historia, a Eugenia."
El guión se escribió en una semana. Se produjo con un bajísimo presupuesto, y se editó en un año. “Es difícil expresarlo, porque fue medio milagroso en un punto. Eugenia tiraba el tarot y había sido cocinera, pero siempre soñó con ser actriz. Tenía hijos, pero no vivían ahí, y una señora la cuidaba, pero como la odiaba empecé a hacerme cargo de ella. Todos los días me instalaba en su casa, dormíamos la siesta, le cambiaba los pañales, la bañaba, le daba de comer y la acostaba a las 7 de la tarde con la tele prendida. Era una relación, y yo aprendí muchísimo de ella. Fue un trabajo del que todavía me estoy reponiendo, porque Eugenia se murió a los pocos meses, sin haber visto la película. Además, después me separé de Luis."
De esa relación quedaron muchas cosas en pie. Una productora, un grupo de amigos incondicionales y proyectos en agenda. Algunos, en el exterior. "Caja negra fue el despegue. Ahora viene una época de trabajo comunitario, pero sé que es ése el cine que quisiera seguir haciendo. No sueño con irme a Estados Unidos, ser camarera y estudiar en el Actor’s Studio, ni con hacer una película mexicana tipo Pancho Villa. Pero creo que es bueno conocer más gente, crear grupos de trabajo y cambiar experiencias. Es un momento fundamental para la creación, aunque no haya dinero para ponerlos en práctica. Estamos tan abajo que creo que cuando salgamos a la superficie, vendrá una época de oro para este país. Y cuando eso pase quiero estar acá."
Asistente: Agustina Butler. Peinó: Diego Lacassagne para BCN peluqueros. Maquillaje: Poli para Regina Kuligovski.
Agradecimientos: Jazmin Chebar , Libertad 1661. De Maria , Libertad 1699. Regina Kuligovski , Uriarte 1596 4832-3895. BCN, Peña 2128 1 piso.