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De pronto no la vio más. Entre la culpa y desazón, pensó que quizás alguien podría haberla llevado. O, en el peor de los casos, que no había aguantando el frío o el hambre y la muerte la habría alcanzado. Corría septiembre de 2022 cuando la vio por primera vez frente a una obra en construcción. Estaba muy delgada y merodeaba el lugar probablemente en busca de algo de comida. Días después volvió a cruzarla. Esta vez fue a pocas cuadras de la casa donde vive en la localidad de Alejandro Korn, en el partido de San Vicente, provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, en ninguna de esas oportunidades logró acercarse. La perra tenía tanto miedo que huía ante el primer movimiento de Viviana. Hasta que un sábado por mañana, cuando se dirigía a hacer las compras, la vio recostada al sol en la vereda de una casa cerrada. “Ya habían pasado dos semanas y su estado era deplorable. Trató de huir, pero se tumbaba de lado de lo débil que estaba. ¡Listo, me la llevo! -dije firme- y llamé a Adrián, mi esposo, para me ayudara a llevarla a casa”.
“Quería abrazarla pero se asustaba”
Acostumbrada a la convivencia con otros perros, Viviana reconoció de inmediato la tristeza y el abandono que inundaban el alma de la perra que recién había rescatado. “No tenía expresión facial, sus ojos reflejaban un vacío indescriptible y su cuerpito meses de abandono. Quería abrazarla, pero se asustaba y, al acariciarla, temblaba. Me daban ganas de llorar imaginándome el maltrato y desprecio que debió haber sufrido, los días de fríos sin comida ni abrigo”.
De inmediato la llevó al veterinario. Tenía secuelas de moquillo. El pronóstico no era favorable para una cachorra anoréxica de tan solo seis meses de vida. Pero Viviana no estaba dispuesta a darse por vencida. Buscó información, consultó con otros profesionales y comenzó un tratamiento para que la perra tuviera una segunda oportunidad.
“Empezó a mover la colita cada vez que me veía”
“El veterinario que nos ayudó, nos alentaba mucho. La esperanza crecía. Fueron días expectantes. Aprendí fisioterapia para que recuperara movilidad y fuerza. Me dediqué a cocinarle comidas específicas. Le hice masajes con aceite de coco para las zonas extremadamente secas y los combiné baños tibios y ratos de mimos suaves”.
La llamó Ava, que significa Vida. Y, con el paso de los días, la perra se convirtió en un ejemplo de lucha por la vida. La recuperación fue una mezcla de ansiedad y esperanza. “La veía tratar de levantarse cada vez que caía. De a poco dejó que me sentara a su lado y empezó a mover la colita cada vez que le hablaba. Todos esos pequeños avances me llenaban el corazón de emoción hasta las lágrimas. Ava aprendió a confiar de a poquito, en silencio, pero con fuerza”.
“Nos encariñamos con ella”
La idea era buscarle una familia y darla en adopción, pero el plan no funcionó. “Nos encariñamos rápidamente. Y nuestros demás perros también, ya era parte de una manada, todos éramos su familia”. La convivencia con otros animales ayudó con las típicas conductas que nunca había tenido.
Todo era una fiesta cada vez que hacía algo por primera vez. Correr en el jardín, pedir hacer sus necesidades afuera, empezar a buscar a Viviana para jugar, hacerse escuchar cada vez que ladraba. “Me encanta ver lo feliz que es, lo sociable que se convirtió. Descubrir su verdadera personalidad me hace sentir que me enseñó mucho y, por sobre todo, me enseñó que la vida vale tanto para dejar de luchar, que la vida es sinónimo de esperanza. Aprendí que se puede cambiar la vida de un animal mientras no nos volvamos indolentes, ciegos al dolor ajeno, que se le debe devolver la dignidad que merece para entonces ver la nobleza que los engrandece”.
Viviana es una convencida de que cada experiencia deja una huella. A ella, el encuentro con Ava le enseñó paciencia, perseverancia y ternura. Y, sobre todo, a tener esperanza en cada cambio que la vida trae aparejado. “Yo no tenía experiencia en rescates por vocación ni soy activista, solo sabía que quería ayudar. Por ello, no dejo de aprender que siempre se puede hacer algo, no es sencillo, pero tampoco imposible”.
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