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“Venta de comestibles y bebidas envasadas. Productos lácteos”, se lee en una antigua chapa blanca en la entrada de un pequeño local ubicado en la Avenida Cerviño al 3719. Llama la atención su estética vintage entre tanta modernidad de restaurantes, bares y tiendas de diseño del concurrido boulevard de la zona del botánico.
“Un cuarto de queso criollo, medio kilo de cremoso, 300 gramos de jamón cocido y 200 de pastrón”, solicita Carlos, un habitué. Lucho, uno de los empleados históricos, enseguida, enciende la fiambrera para prepararle el pedido. “¿Algo más maestro?”, le consulta Norberto Di Lello, luciendo su clásica gorra negra y anteojos, detrás del mostrador. Carlitos agregó un frasco de olivas negras, mayonesa y dos botellas de cerveza bien frías para la picada de la tarde. “Nos vemos Norbert”, lo saluda, antes de retirarse de “Provisión Norte”.
Este almacén, ya considerado un emblema de Palermo, abrió sus puertas en la década del 70 y es uno de los pocos “como los de antes”, que sigue en pie en el barrio. “A la gente le gusta la atención y el trato personalizado”, opina Di Lello, a sus 66 años, sobre uno de sus grandes diferenciales. Él comenzó con esta aventura cuando tenía apenas veinte.
“Arrancamos de cero”
Norbert es hincha de Atlético Platense. “¿Se nota, no?”, dice y señala las paredes y pizarras repletas de escudos, banderines y fotografías de jugadores de fútbol del club de sus amores. De jovencito, su mejor posición en la cancha era de defensor. “Siempre armábamos juntadas con amigos para jugar a la pelota”, cuenta, quien tras terminar la escuela secundaria arrancó a estudiar en la Facultad de Ciencias Económicas.
Fue a principios de 1976 cuando junto a su hermano Rubén apostaron a armar un pequeño almacén con despacho de bebidas, galletitas, fiambres y artículos de limpieza. “Arrancamos de cero, ninguno de los dos sabía nada del oficio”, rememora, mientras acomoda los estantes repletos de mercadería: harinas, aceites, conservas, encurtidos, entre otros. El trabajo demandaba, pero en sus ratos libres el fútbol seguía más firme que nunca: a diario se encargaba de organizar amistosos con los vecinos y empleados. “Antes Palermo era más barrio, nos conocíamos entre todos”, afirma.
“Era impresionante lo que se trabajaba”
En sus inicios, el local estaba ubicado justo enfrente (donde actualmente hay una lavandería) y allí estuvieron durante sus primeros tres años. De aquella época, aún conserva la heladera de antaño que la solían llenar con variedad de gaseosas en botellas de vidrio.
“Era impresionante lo que se trabajaba, gracias a Dios siempre nos fue muy bien. En aquel entonces la plazoleta albergaba una feria municipal y la zona tenía muchísimo movimiento. El almacén estaba abierto todos los días de la semana y se vendían muchísimos productos sueltos. También teníamos cientos de clientes de las construcciones que venían a buscar variedad de fiambres, panes y bebidas para almorzar”, detalla.
Sus padres, Amalia y Oscar, también lo ayudaban a diario con la atención de los clientes. Ella era una excelente cocinera y deleitaba a los parroquianos con un matambre casero delicioso. Poco a poco, ganaron su fiel clientela en la zona. Di Lello, cuenta que fueron pioneros en incorporar el envío a domicilio en el barrio. “Nos anticipamos al llamado delivery. Cuando arranqué hacía los repartos en bici”, dice.
Las estrellas del almacén
En aquella época, las galletitas en lata que se vendían a partir del “cuarto”, eran una de las estrellas indiscutidas del almacén. “Hay muchos clientes que vienen desde que eran pequeños y se acuerdan. Les encantaba elegirlas antes de ir al jardín. Incluso tengo varios que se mudaron y vienen a diario a saludarme. “¿Todavía estás acá?”, dicen, sorprendidos. Las gaseosas en envases retornables de vidrio también generan mucha nostalgia. Durante algunos años su señora Rita sumó algunos platos de rotisería para el mediodía. Preparaba milanesas, tartas y una torta de ricota casera. “Al día de hoy vienen señoras a preguntarme por esa receta. Mi señora fue una gran compañera y un pilar muy importante del negocio. Lamentablemente falleció hace un par de años”, confiesa.
Para Norbert los fiambres siempre fueron su caballito de batalla. “Prioricé siempre la calidad de la materia prima. Los cortamos siempre en el momento según el gusto del cliente. Hay algunos que los prefieren más finito, otros grueso”, dice, mientras toma una horma de queso criollo. Los más demandados son el jamón cocido, crudo y también el pastrón. “Hay muchos que me dicen: ´cuando quiero comer buen fiambre vengo acá´. Eso para mí es un orgullo”, detalla. Otros lo eligen por su gran variedad. “Hay productos que en el supermercado no consigo y están acá”, suele ser una frase habitual de los seguidores.
Ambiente familiar, un sello de la casa
En Provisión Norte hay un ambiente familiar y de camaradería. A los clientes se los llama por su nombre y, en muchos casos, hasta suelen anticiparse con sus preferencias.
“Hay muchos que me acompañan desde que abrí. Me conocen en cada una de las etapas de mi vida: soltero, de novio y hasta con mis hijos Pablo y Daniela. Ya somos amigos y tenemos mucha confianza”, admite. Y rememora algunas anécdotas. “Había una clienta mayor, italiana, que nos traía para compartir un recipiente repleto de pasta con estofado casero. Era espectacular. Otro clásico que organizábamos era la rifa navideña. Armábamos una canasta repleta de productos y participaba mucha gente. Todos se copaban, era muy divertido”, expresa.
El almacén es un punto de encuentro de los vecinos. Charlan, se recomiendan productos y hasta se arman debates de fútbol. Para Di Lello, forma parte de la identidad del barrio. Es por ello, que en todos estos años, jamás pensó en incorporar el autoservicio. “La gente te cuenta sus historias, los escucho. A veces, me siento psicólogo. Creo que el cliente se vuelca al negocio por el trato personalizado y la confianza”, reconoce. Lucho, quien trabaja aquí desde el 2002 agrega: “Nos anticipamos a cada uno y a sus preferencias. Se sienten cómodos y a gusto acá.” De hecho, muchos que descubren el local de casualidad cuando ingresan se quedan sorprendidos. Incluso varios extranjeros le toman fotografías. Otros me dicen " que les recuerda a su infancia” o “qué lindo boliche”, cuenta, mientras le prepara el pedido de fiambres a otro habitué.
Elegido por famosos, políticos y deportistas
Por allí, han pasado varias figuras del deporte, espectáculos y la política. También han filmado algunas escenas de telenovelas y cortos. “Mi madre era fanática de Eduardo Rudy, no podía creer cuando él vino”, rememora. Algunos habitués fueron Narciso Ibánez Menta, Luis Brandoni, Fernando Bravo, Julieta Ortega, Flavia Palmiero, Carla Peterson, Leonor Benedetto, Juanita Viale, Gastón Gaudio, Juan Martín Del Potro o los futbolistas Nelson Chabay y Hugo Gatti, por tan solo mencionar algunos.
“Siempre me gustó la atención al cliente. Pasó todo tan rápido que uno no se da cuenta, parece que fue ayer cuando empecé con el pequeño almacén”, remata Norbert y señala una antigua cartelera con productos (que se cambian las letras y números a mano) y la fotografía de él luciendo la camiseta de “El Calamar”. Enseguida, recuerda los amistosos de fútbol en el barrio.
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