Delirio pop
De gira con Lali Espósito para conocer la pasión por las nuevas figuras que hacen furor en los adolescentes
Son las 20.29 de un viernes de mayo y el teatro Astengo de Rosario está repleto. En un minuto, 1200 adolescentes –que entraron corriendo aunque las entradas son numeradas– quedarán a oscuras. Tienen entre 14 y 18 años, la gran mayoría son chicas y se hablan muy cerca, gritando. En off, una voz femenina dice que todos nacemos para algo, pero no se escucha más porque el grito acuchilla la locución.
La banda toca, la histeria sube.
–"Es una droga. Dar ese primer paso para salir y el público que te recibe gritando… En ese momento se siente poder", dirá Lali Espósito.
Quince horas antes, a las 5.50, diecinueve personas, entre bailarines, músicos, técnicos, conductores, productor y manager se juntan en la estación de servicio Esso de Congreso y Galván, en Buenos Aires. Pocos minutos después llegará Lali Espósito. Borcegos altos, calzas y campera negra, buzo rosa y pañuelo verde al cuello. Es pequeña –no supera el 1,55 metros–, con piernas fuertes y habla claro: la última palabra de cada oración jamás se desvanece.
En la tele, que cuelga alto, un hombre habla de relojes con un pésimo doblaje. Abajo, frente al revistero, ella elige revistas envueltas en papel celofán que leerá durante el viaje. Junto a uno de los músicos se ríe de la tapa de una. Se ríe de ella.
En el micro, durante las primeras dos horas de las más de cuatro que demoraremos en llegar a Rosario, se charlará sobre posibles fechas de conciertos de la gira A bailar, el embarazo ectópico de la mujer de uno, lo que soñó otro, de polenta y del frío. Hace 6°C. Pocos duermen.
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La visitadora médica María José Riera y Carlos Espósito, entrenador de fútbol del club Bristol, tuvieron tres hijos: Ana Laura, Patricio y la menor, Mariana, que nació el 10 de octubre de 1991, en el pasaje La Cooperación, en Parque Patricios. La primera vez que vio un recital de Queen, Mariana (Lali), preguntó si Freddie Mercury era de verdad. "¿Es una persona?"
–Ponía cuatro sillas frente al espejo del living y los imitaba. Galileo, Galileo, Galileo, Galileo –dice, simulando asomarse desde un lugar diferente con cada palabra, María José Riera, su mamá.
A los 7 años, en 1998, se pintó un lunar cerca de la boca y fue a Caramelito y vos. Imitó a Natalia Oreiro, cantó Cambio dolor y se ganó una cocinita.
Cuatro años después entraba a la fábrica de Cris Morena: Rincón de Luz, Chiquititas y Casi Ángeles. Con los Teen Angels, la banda musical que se formó en el programa, grabaría siete álbumes y recorrería América latina, España e Israel hasta 2012, cuando se despidieron en el Gran Rex.
–Lali –preguntaron en el camarín el baterista y el guitarrista–, ¿qué vas a hacer después?
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Ahora son las 12 de un viernes de mayo de 2014 en Rosario y Luis Burgio y Pablo Akselrad charlan en el lobby del hotel Esplendor, a horas del show que darán para presentar A bailar, el álbum que escribieron junto a Lali Espósito y que vendió 10 mil discos en dos meses. Son los músicos detrás del delirio: tocaron en Rebelde Way, Floricienta, Bandana, Violetta. Y alternadamente, con Alejandro Lerner, Miguel Mateos, Pimpinela. En el tiempo que les queda, funk, con su banda Suprafónicos. Conocen la cocina de los shows a repetición industrial de Cris Morena y de Disney porque fueron sus proveedores; lo son, porque hasta febrero estuvieron con la gira europea de Violetta que organizó DG Medios y Espectáculos SA, la empresa de Daniel Grinbank, el mismo que trajo a los Rolling Stones, AC/DC y Roger Waters, inventó la Rock&Pop y fue manager de Charly García.
Pero ahora armaron su propia empresa: Lali Espósito es el primer proyecto de 3Música, y para eso contrataron, por ejemplo, al operador de sonido de Illya Kuryaki and the Valderramas, Néstor Stansoni. "Es un producto pensado, cuidado", dice el manager, Ariel Chichotky. "Llamarlo así quizá suena mal, pero llega un momento en el que te das cuenta de que todo es un producto, pop o rock", explica Pablo. Y para Luis, "Kiss y Floricienta son lo mismo. Hay personas que se sientan a una mesa y dicen adónde quieren apuntar. Kiss es una empresa que manejan Gene Simmons y Paul Stanley".
En 1991, con el disco Canción animal, Soda Stereo hizo 14 recitales en el teatro Gran Rex. Ocho años después, Sandro superaba las 40 funciones. Pero el récord del teatro es de Chiquititas: 94 funciones en 1998.
–¿Por qué es tan grande la convocatoria infantil?
–Las entradas son por dos o por tres –explica Pablo–, los chicos no van solos. Y el poder de la tele, que es tremendo.
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De su billetera, una chica de unos 16 años saca, de a uno, muchos billetes. Hay varios de 10, pero son muchos más los de 5 y 2 pesos. Los apila y estira frente a Fermín, el boletero del teatro Astengo, y cuenta hasta llegar a 150 pesos, lo que cuesta la entrada más barata.
La escena se repetirá varias veces durante los quince días previos al show: "Vienen con sus ahorros, rompen el chanchito".
En mayo, y con la venta de tickets agotada desde hacía casi un año, los One Direction llenaron Vélez dos veces. Antes, a fines de 2013, pero a River, llegó Justin Bieber. El ticket más caro estaba 1700 pesos. Para merendar y sacarse una foto con él, y llevarse una bolsa con merchandising, había que ser miembro del club de fans y pagar 1500 dólares. Había lugar para 100; se agotó rápidamente.
Uno grande y por venir es el recital de 30 Seconds to Mars. En su Web ofrecen cuatro paquetes de meet & greet para el 11 de octubre en el Luna Park: por 75 dólares entrás a la prueba de sonido; por 450 los conocés, te llevás un póster firmado y entrás antes al estadio; por 625, además, los mirás desde el costado del escenario, y por 925 subís a bailar un tema. Los dos últimos son los que se agotaron primero.
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Entrevistado por Natalia Trzenko el 10 de agosto de 2013, Andy Bird, presidente de Disney internacional, decía de Violetta: "(…) realizada en Buenos Aires, una suerte de telenovela destinada al público femenino adolescente, es un fenómeno tan grande que se estrenó en Gran Bretaña, doblada al inglés (…). Es un ejemplo perfecto de un programa en el que se pensó en todo desde el comienzo. Desde el guión y las canciones hasta el merchandising".
En ese momento, la cara de Martina Stoessel sonreía desproporcionada sobre la avenida Corrientes: Violetta en vivo estaba en cartel, en el Gran Rex, con dos funciones diarias desde mediados de julio. Hizo 77 conciertos y arrancó la gira mundial, donde actuó 72 veces en 27 ciudades, en 12 países. En París, como la demanda superó la capacidad de las ocho funciones agendadas, transmitieron el recital en cines.
Pero fue el feriado del 1° de mayo cuando los adultos sin hijos se enteraron de quién era Martina Stoessel. Ese día, Tini anarquizó los bosques de Palermo: miles de nenas y sus padres acampaban para, al día siguiente, cuando fueran 250.000, verla en vivo en el recital gratuito que ofreció auspiciada por el gobierno porteño.
Aunque cantó las canciones de Violetta, lo hizo con un atuendo apretadísimo azul eléctrico. Desde Disney, la vicepresidenta y manager para América latina, Cecilia Mendonça, aclara que "la compañía no estuvo involucrada en la iniciativa, sino que se trató de un evento organizado por Martina para agasajar a sus fans". Desde afuera se habla del operativo despegue del personaje. Como Miley Cirus, pero con una transición muchísimo más suave en el caso de Stoessel: hasta febrero de 2011, Miley fue Hannah Montana; el año pasado, en el video de su tema Wrecking ball, apareció bailando desnuda sobre eso, una bola de acero demoledora de edificios. También le pasaba la lengua a una maza.
Éxito multiplataforma: así lo explica Mendonça. Porque además de discos, shows, premios y haber sido doblada al inglés, italiano, francés, ruso, sueco, danés, noruego, polaco, rumano, húngaro, checo, turco, hebreo, holandés y portugués, Violetta es exitosa en la venta de: artículos de librería, diarios íntimos, revistas mensuales, pósters, álbumes de stickers, productos para el pelo, de decoración de fiestas y de habitaciones; comida, accesorios, calzados, fragancias, protectores solares, juegos y juguetes.
En su libro Juegos, juguetes y nuevas tecnologías, recientemente editado por Capital Intelectual, Carolina Duek, doctora en Ciencias Sociales, habla de el niño consumidor como una nueva figura en las grandes ciudades. A ese nicho –explica Duek– se dedicaron, desde los años noventa, empresarios y publicistas, pensando "estrategias y nuevas maneras de presentar productos aparentemente necesarios". La fórmula –sigue– es vieja: "Adorno y Horkheimer, en Dialéctica del iluminismo (1969), identificaban la construcción de deseos y la permanente imposibilidad de su satisfacción como una característica de la industria cultural, una gran maquinaria productora de deseos y necesidades orientados al consumo (…). Si a una niña le gusta un personaje o programa, no alcanza con mirar cada episodio, esa elección debe ser refrendada por productos que identifiquen a su portador como seguidor".
En la Argentina, según cuenta Ivana Vallenari, directora de Marke-Teen, agencia especializada en el mercado infantil y juvenil, el 26% de la población son chicos menores de 14 años.
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Sergio Zabalza, profesor de la cátedra de adolescencia de la UCES, dice esto: "Un artista encarna valores que les permiten a los chicos separarse y poner en cuestionamiento el mundo adulto y formar una identidad". Y también: "Los chicos hacen su presentación en sociedad sin saber quiénes son, qué quieren. Entonces, la identificación adopta un tinte de lo absoluto. La paradoja: no hay etapa en la vida en la que se esté más cerca de la muerte que la adolescencia, por esta cosa de todo o nada".
Y Melanie Mamani se ahoga en su llanto. Tiene 17 años, son las 19.10 y, durante los próximos cinco minutos, se limpiará, con el puño de su suéter, el rímel corrido con la cadencia de una escobilla de parabrisas. Arriba, en el primer piso del teatro, comienza el meet & greet con su artista.
–Mirá –dice un chico grandote, con voz dulce–, ¡tengo tu mismo tatuaje!
–¡Sos loco! –ríe Lali Espósito y lo abraza fuerte.
Más tarde sabremos que él se llama Leonel Cardozo, que en su mano dice Happiness –felicidad–, que tiene 24 años y que trabaja como seguridad en un edificio.
¿Cuándo te lo hiciste?
En 2012.
¿Sabés desde cuándo lo tiene ella?
Más o menos desde la misma época.
¿Tenés más?
No.
¿Te vas a tatuar otro?
Sí: Lali. En el brazo.
¿Por qué?
Porque la amo.
Afuera, en la puerta del teatro, siguen Antonio y Mirta, vendedores ambulantes. Dirán, por separado, lo mismo que a las 18: que trabajan solos, que vendieron poco, veinte remeras a 100 pesos y alguna que otra gorra por el mismo valor. Lo mismo dirán, también, por separado, a las 20.
Pero a las 21, Antonio contará que viajó desde Constitución, que llegó al mediodía en El Pulqui, que mañana va a Santa Fe, donde habrá un segundo show, y que, por eso, dormirá en un hotel enfrente de la terminal de ómnibus. Aunque no sabe cómo se llama. Mirta sí: hotel Continental. "Hicimos el Indio Solari, One Direction. Pasa que de los 100 de la remera tenés que ver cuánto te queda: hay que comer, dormir."
A lo largo de la cuadra hay entre ocho y diez vendedores más.
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El sitio www.mundotkm.com recibe 900 mil vistas diarias y en los comentarios pueden leerse cosas como: "Flechita arriba si sos lalista y suicidate si sos tinista ah jajaja". O: "Nada tini ya tiene cuatro cd nena sabés y es mejor que lali rubia teñida".
La nota se titula Tini Stoessel y Lali Espósito: más parecidas de lo que pensabas. Sabrina López Rodríguez es la editora de la revista TKM. "Es normal, en este tipo de celebridad teen, tener fans que son muy pasionales a la hora de defender a su artista. Pasa con One Direction y las Directioner, con Justin Bieber y las Beliebers. En el caso de las lalistas y las tinistas, el tema está en quién se copió de quién, quién es más talentosa, quién se viste mejor, si tuvieron el mismo novio (Peter Lanzani), etcétera."
La nota tiene 3912 comentarios.
En Twitter, a Lali Espósito (@laliespos) la siguen 1.890.000 personas. Stoessel (@TiniStoessel) tiene 1.020.000 seguidores. Ambas superan a Mick Jagger: 1.011.000.
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Con pantalón negro y en cuero, un bailarín está, encadenado, en el centro del escenario. También de negro, Lali Espósito le baila y le canta:
Me gusta que mires así
Mi juego está creciendo en ti
Soy parte de tu sueño
No quieras despertar, nooo
Soy tu asesina
"Los niños, sea de la edad que sea, siempre van a querer ser, tener o consumir lo que es, tiene o consume el más grande. Se muestran orientados a la edad aspiracional, la adolescencia", explica Vallenari. Duek, en Juegos..., hace referencia a publicidades de niñas en TV: "Esas nenas que hacen de cuenta que son modelos (…) no sólo transportan el objeto a desear por parte de las audiencias, sino que ellas mismas, representando ese rol que les tocó, pueden ser percibidas ya no como objetos de deseo, pero sí como horizonte de cómo vestirse, como peinarse, cómo maquillarse y cómo usar el cuerpo. Ese mundo de niñas es cerrado: no hay adultos ni niños aceptados".
Ya pasó Asesina. Detrás del escenario, María José (mamá y road-manager) baila y espera con algo que parece una sábana chica. Con eso, y durante lo que tarden tres bailarines en pisar una mancha de gaseosa para evitar resbalarse en el escenario, la rodeará para que haga el primer cambio de atuendo.
De vestido blanco, transparente, con detalles plateados y zapatos altísimos, Lali Espósito volverá al escenario y contradecirá al sonido ambiente: aunque los gritos de la platea no paren, ella cantará una balada.
Zabalza dice que la sexualidad femenina "admite una plasticidad mucho mayor que la masculina. Las chicas se permiten explorar con sus amigas mucho más de lo que se permiten los varones. Esto explicaría una identificación donde corre una corriente erótica con una artista del mismo sexo".
Para cuando sean las 22.30 y el teatro quede mudo, Lali Espósito pesará dos kilos menos.
"Cuando termino los shows, hacés así –mete su mano derecha entre el pantalón ceñido y su cintura– y entra. Claro que al bailar la ropa se estira también, ¿no?"
Rihanna, Beyoncé o Shakira: ¿por qué no hay cantantes así en la Argentina?
Bueno –sonríe–, estamos trabajando para usted.