Atravesó diferentes etapas: de niña porque en su pueblo no había médicos que aprobaran el naturismo y, en su adolescencia porque la rebeldía la llevó a una adicción por los azúcares, harinas y calorías.
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Hasta que cumplió los cinco años y empezó a ir a cumpleaños infantiles o frecuentar las casas de sus amigas Inti no conocía las gaseosas, las papas fritas, los caramelos ni los panchitos. Ni siquiera había probado un tostado de queso. Por decisión de su mamá, que es vegetariana, Inti recibió un tipo de alimentación basada en los principios del naturismo desde su nacimiento.
“En las casas de mis amigas descubrí alimentos que no conocía”
Aunque a los cinco años ya había internalizado el aprendizaje de no consumir animales, no tenía tan claro aun el riesgo de consumir alimentos procesados y en exceso. Rápidamente, los planes maternos de verla crecer fuerte y saludable se desmoronaron por el peso de una sociedad que desalentaba el tipo de vida que se había propuesto llevar adelante.
Así fue que Inti se volvió una nena vegetariana pero no necesariamente saludable. Todo lo contrario. Al empezar la escuela primaria se enfrentó a un calvario que le tomaría casi dos décadas superar. Engordó a fuerza de una alimentación vegetariana sí, pero al mismo tiempo, muy descontrolada. El sobrepeso afectó tanto a su cuerpo como a su autoestima. Sufrió bullying escolar y, desesperada, se sometió a procedimientos clínicos de dudoso aval científico, algunos ineficaces y otros demasiado cruentos: pastillas, electrodos e hipnosis, entre ellos.
El cambio real llegó cuando se animó a encarar un tratamiento multidisciplinario que incluyó una cirugía bariátrica, psicoterapia y psiquiatría. Y, sobre todo, unas ganas profundas de vivir la vida disfrutándola en toda su potencialidad.
“Es cierto que la teoría de mi mamá fracasó pero no la culpo”
Finalmente llegó el día en que Inti aprendió a quererse a sí misma. Decidió poner en práctica todas las herramientas que aprendió en su proceso de superar su trastorno de conducta alimentaria para comer sano. No lo hizo por su imagen sino por su bienestar. Fue en algún momento de este proceso que nació su cuenta de Instagram @veggieslpoder, episodio central de un cambio de rumbo que la llevó a compartir su experiencia y descubrir que no estaba sola en este camino.
El año pasado publicó su primer libro Veggies al poder en el que enseña a cocinar platos para iniciarse en el vegetarianismo (milanesas de manzana, brownies de palta, pan de zanahoria), a los básicos para el picoteo, pasando por el rebozado como arte, nuevas maneras de entender las guarniciones, tips para freír saludablemente, alternativas para endulzar sin azúcar y un curso veloz de meal prep de viandas.
Desde hace dos años Inti vive con su marido y su perra y sus dos gatos en Mallorca, España, adonde emigró para buscar un nuevo cambio de vida. Pese a su difícil experiencia en el vegetarianismo sigue promoviendo ese tipo de alimentación y nos explica por qué.
- ¿Seguís defendiendo el vegetarianismo a pesar de tu infancia en la que, de algún modo, la teoría de tu madre podría parecer que fracasó?
- Sí, sigo defendiendo el vegetarianismo a pesar de mi infancia. Todo lo que sufrí en cuanto al bullying fue una cuestión contextual. Crecí en Tres Arroyos, en un pueblo ganadero, sojero, de trigo, donde se comía mucha carne y la mente de la gente era muy cerrada. Había muy pocos profesionales de la salud, no había nutricionistas que supieran de vegetarianismo. Creo que fui criada de la mejor manera posible con las luchas que tenía mi mamá en ese momento, con un padre ausente. Valoro que, como una mamá soltera, hizo lo que pudo. Hizo un gran esfuerzo; compró libros en España donde estaba más actualizada la alimentación de niños vegetarianos, armó un plan nutricional para mí. Pero en mi familia hay predisposición al sobrepeso tanto de parte de madre como de padre. Y sí, es cierto que su teoría fracasó, porque en realidad la creencia de que vegetariano es sinónimo de saludable es un mito. Pero en cuanto a los animales estoy convencida de que hay gran parte de verdad.
- ¿Te dijo por qué quería que fueras vegetariana?
- Mi mamá me crió vegetariana por dos motivos: por salvar a los animales, lo cual yo apoyo y agradezco, incluso si el día de mañana decido dejar de ser vegetariana; y por el otro, porque buscaba una alimentación naturista, que sí es más saludable. Pero creo que fracasó por varias razones: el contexto no era el más favorable, en los años ‘90, en un pueblo, siendo una maestra que quedó sola con un hijo a cargo, con toda la gente que tenía en contra acerca de esta decisión. El pediatra llegó a decirle que me iba a morir. ¿Dónde está el profesionalismo médico?
- Pero ella estaba convencida de que era la decisión correcta y la sostuvo
- Ella pensaba que la dieta vegetariana no solo salvaba animales sino que era una dieta saludable y que era la dieta del futuro. En cierto punto tenía razón porque hoy se sabe que es una forma de vida menos contaminante para el planeta. Pero fracasó cuando yo me abrí al mundo y empecé a ver otras realidades en casas de mis amigas. Y, aunque todos sabían que no comía carne, igual me daban coca cola y sanguchitos de queso. Y a mí esos sabores me encantaron. Creo que ella hizo lo que pudo en el contexto que estaba. Otra cosa es si hoy en 2022 yo haría lo mismo con mis hijos, si los tuviera.
“El vegetarianismo es la alimentación del futuro porque protege a los animales”
- ¿Si tuvieras hijos los harías vegetarianos?
- No, no los haría vegetarianos. Sí tengo dos cosas muy en claro. En primer lugar, estamos de acuerdo con mi pareja en que si tenemos hijos quisiéramos que sepan de dónde vienen los alimentos, que si comen un huevo o un queso tengan conciencia que vienen de los animales, y si deciden no comerlos que no los coman pero que sea una posibilidad de ellos la de decidir. En segundo lugar, queremos que lleven una alimentación orgánica, que coman carne cuyo origen no sea de feedlot, de producción masiva. Es decir, queremos que lleven una dieta lo más balanceada posible: nada de hormonas, todo de granja y siempre sabiendo qué es lo que están comiendo. No les daríamos nuggets de pollo industriales porque no se sabe de dónde vienen sus ingredientes.
- En tu libro contás que tuviste un trastorno de la conducta alimentaria (TCA)…
- Sí, padecí un TCA relacionado con atracones que muchas veces terminan en vómitos, en descomposturas o en ataques de hígado. Fue durante mi adolescencia y también durante mi vida adulta, hasta los 25 años. Tenía atracones que oculté primero a mi madre y después a mi marido. Llegaba a situaciones como estar sola en casa, mientras mi marido se iba a trabajar a la oficina, y comerme un paquete entero de fideos. Le ponía un paquete entero de queso rallado, después me comía un cuarto de helado y para que no notara todo lo que había comido me iba al mercadito y reponía todo. En mi adolescencia hacía lo mismo. En los atracones perdía la conciencia de lo que estaba haciendo; después hacía como que no había pasado nada. Cuando tenés un trastorno de la conducta alimentaria sentís mucha culpa porque requiere mentirle a la gente que querés: a tu mamá, a tu pareja. Era un círculo vicioso horrible.
-¿Cómo pudiste superar el TCA?
- Al principio yo no me daba cuenta de que estaba teniendo atracones. Además me costaba mucho abrirme en terapia con respecto a la comida, hasta que llegó un día en que mi psicóloga me lo dijo muy claramente: “Lo que vos tenés es un trastorno alimentario, lo que vos tenés se llama atracones, si terminan con vómitos se llama bulimia. Es un trastorno y lo tenemos que tratar porque no podés seguir así.”. Fue muy fuerte escuchar eso. Era la primera persona que se daba cuenta de lo que me pasaba sin que yo lo dijera. Tenía veinticinco en esa época, llevaba quince años con ese trastorno de alimentación, lo venía haciendo desde los diez. Y el hecho de ponerle palabras a lo que yo hacía me hizo un clic. Porque yo me daba cuenta de que algo estaba mal pero no imaginaba que era un trastorno, algo que me podía estar pasando a mí. Yo creía: “¿cómo voy a tener un trastorno alimentario si soy obesa? No tiene sentido, ¡ojalá fuera anoréxica porque por lo menos sería flaca!”. ¡Mirá cómo tenía de trastornada la cabeza! Hoy ya no pienso así.
“Pude mover el foco de la culpa”
- ¿En qué consistió el tratamiento?
- Lo traté con una nutricionista que respetaba mi vegetarianismo, con una psicóloga y un psiquiatra. Como también tengo diagnosticada ansiedad sigo tratada con medicación. Aprendí a detectar las cosas que me sensibilizan y me ponen en riesgo de atracón para no llegar a tenerlo.
- ¿Cómo influye en mantener los logros que alcanzaste con el tratamiento el hecho de que con Veggies al poder seguís poniendo el foco en la comida y la alimentación?
- Es positivo. Porque después de dos años de tratamiento puede mover el foco de la culpa que me provocaba mi relación con la comida hacia el de un lugar de disfrute. Me di cuenta de que no estaba mal disfrutar comer, que no estaba mal que la gente me viera disfrutar comer. ¿Qué era eso de comer a escondidas? Y así empecé a comer más saludable porque yo quería, me vi experimentando sabores de otras comidas, de otras verduras y frutas que no conocía. Me amigué con eso y abrí la cuenta en Instagram Veggies al Poder para compartir cómo fui descubriendo el placer de comer saludable. Veggies al poder fue un reflejo del camino que estaba haciendo.
- ¿Cómo evolucionó veggies al poder desde que empezaste hasta ahora?
- Al principio iba experimentando con la comida y lo iba mostrando. Un día inventé una receta, el pan de sándwich de miga con zanahoria, que se convirtió en icónica de veggies al poder. Después, a medida que fui haciendo mi camino hacia el bienestar mental y físico, lo fui compartiendo y me di cuenta que no estaba sola. La gente que me sigue desde un comienzo se acordará que al principio solo aparecían mis manos en las fotos o los videos; luego empecé a mostrar mi cara tapada por el emoticón del perrito; luego empecé a contar mi vida y recién en los últimos años, antes de emigrar a España fue cuando me empecé a abrir y empecé a sumar contenido referente a la autoestima, la ansiedad y al hecho de que ahora soy emprendedora. Acabo de abrir una lavandería en Mallorca y voy mostrando todos los desafíos que me encuentro. La verdad es que la recepción fue hermosa y eso es lo que le gustaría que siga sucediendo para el futuro. Ir transformando la cuenta para contar más de mí.
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