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La pregunta apareció en Twitter y las respuestas y especulaciones no tardaron en llegar. Porque su mano era deforme y le daba vergüenza mostrar, porque así calmaba el dolor que le provocaba su cáncer de estómago (enfermedad que le provocó la muerte a los 51 años) o porque el pintor no sabía dibujar bien la mano y así se eliminaba el problema.
Ninguna de estas teorías es la respuesta. Lo cierto es que posar con una mano escondida era una moda que se consideraba un símbolo de buena estirpe en la época.
La mano en el chaleco (también conocido como mano en la chaqueta o mano escondida) es un gesto generalmente encontrado en retratos de los siglos XVIII y XIX. La pose es asociada con Napoleón I de Francia debido a su uso en numerosos retratos hechos por su artista, Jacques-Louis David. Entre ellas, la pintura Napoleón en su estudio del Palacio de las Tullerías 1812, donde se ve una imagen poco “napoleonesca” sin su sombrero y sin su aire imperial, de gran conquistador, como en retratos anteriores. Con su humanidad y su humildad, es considerada majestuosa y fue copiada por otros retratistas de Europa y América.
La pose se remonta a la antigua Grecia, cuando la postura metida a mano en la túnica era la recomendada para los oradores. Esquines, fundador de una escuela de retórica, sugirió que hablar con un brazo fuera de la túnica era de mala educación. Gesticular moviendo las manos y el cuerpo era considerado un comportamiento bestial, alejado de la hombría y más cercano a la animalidad. Esta postura se utilizó en el retrato británico del siglo XVIII como una señal de que la figura representada en la obra era de la clase alta. Por su parte, una guía de principios del siglo XVIII sobre “comportamiento elegante” señaló que la pose denotaba “audacia varonil templada con modestia”.
La historiadora del arte Arline Meyer señaló que, además de reflejar el comportamiento social real o tomar prestado de la estatuaria clásica, la pose se convirtió en una visualización del carácter nacional inglés en el período posterior a la Restauración. En el contexto de la creciente rivalidad anglo-francesa, promovió “una imagen natural, modesta y reticente que fue sancionada por el precedente clásico” en contraste con “la exuberancia gestual del estilo retórico francés con sus asociaciones católicas y absolutistas”.
Es que fuera de Francia, a Napoleón se lo tildaba de tirano y se lo consideraba un líder de mal carácter. Así, en una incipiente estrategia de marketing político, el posar adoptando el gesto de la mano en el chaleco se convirtió en una propaganda que buscaba revertir esta mala fama, mostrándolo como un hombre sabio y templado. Y se convirtió finalmente en forma común de representarlo durante su vida y mucho después de su muerte.
De Roma a la burguesía republicana
El historiador argentino Leonel Contreras, aporta más contexto: “En los retratos posaba así probablemente por una costumbre de buena educación y que se impuso en el siglo XVIII. Además, es una pose que se remonta a la época clásica, coincidiendo con el estilo neoclásico al que adhirió Napoleón, muchas veces retratado por el pintor David, el mayor exponente del estilo en Francia de la época. En aquellos años además, solía retratarse a las mujeres vistiendo ropas a la usanza de la Antigua Roma: por ejemplo, la pintora Elizabeth Vigée-Lebrun se autorretrató con la hija vestidas ambas como romanas”.
Señala Contreras que el estilo neoclásico en Europa se basó en copiar el estilo clásico de los antiguos griegos y romanos y es marcadamente historicista. En arquitectura, por ejemplo, el Arco del Triunfo es un modelo romano que los franceses retomaron. Los alemanes tuvieron más influencia que los griegos: la puerta de Brandemburgo en Berlín, simula ser un propileo a modo de ingreso de la ciudad y al estilo de los de la Acrópolis de Atenas.
No solo David realiza retratos neoclásicos de Napoleón. Cuando lo pinta Ingres en su Trono Imperial, también se aprecia el mismo estilo. Cabe destacar que David tiene una impronta muy fuerte y va a imponer una forma de pintar en Francia incluso durante buena parte del siglo XIX.
También es interesante notar, advierte Contreras, que “aunque resulte paradójico, en el contexto de la revolución francesa el neoclasicismo responde al gusto de la burguesía en oposición al gusto de la nobleza que era el rococó, la última fase del barroco, muy sobrecargado, con las famosas porcelanas, los tapices de Goya en España, el género fiestas galantes y la vida libertina de las cortes (todo lo contrario a los burgueses que son austeros, trabajan todo el día y pagan impuestos). El rococó será el gusto de la nobleza durante el reinado de Luis XV. No obstante, cuando estalla la revolución, los burgueses van a terminar imponiendo el neoclásico, más conservador y racional, quizás todo lo contrario a lo que uno puede imaginar de una revolución”.
El príncipe Harry, también
En los jardines del palacio de Kensington cuando posó para su primera foto oficial como pareja junto a su actual esposa Meghan Markle, el Príncipe Harry de Inglaterra, posa adoptando el gesto de la nobleza al que se resistió durante su etapa de joven rebelde.
Una moda que atravesó la historia
Independientemente de las ideologías, muchos líderes históricos adoptaron esta pose considerada modesta y majestuosa a la vez, para ser retratados tanto en Europa como en América.
Lo que sí tuvieron en común Stalin y Washington:
La mayoría de las pinturas y fotografías muestran la mano derecha guardada dentro chaqueta, pero algunos modelos aparecen con la mano izquierda insertada. Con la llegada de la fotografía de mediados del siglo XIX, continuó adoptándose. Lo hicieron desde Karl Marx y José Stalin a Simón Bolívar y George Washington, entre muchos otras figuras de la historia de Occidente.
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