El exfutbolista, que difundió un video en el que admitía atravesar una depresión, tuvo una carrera con momentos épicos pero también una abrupta decadencia y una vida personal llena de claroscuros
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Daniel Osvaldo nació en Lanús, el 12 de enero de 1987. Se formó como futbolista en las inferiores de dos clubes vecinos y rivales: Banfield y Lanús. Cuando tenía edad de octava división, a los 15 años, se probó en La Quemita, predio de entrenamiento del Club Atlético Huracán. Y quedó fichado. Su padre, Raúl Osvaldo, solía llevarlo a los entrenamientos en un Dodge 1500, tesoro de la familia. Pero cuando tenía trabajo, Dani tomaba el 179 hasta Pompeya, donde combinaba con el 46.
El esfuerzo de los padres de Osvaldo fueron claves en los orígenes de su carrera. “Papá me daba las monedas para el colectivo. Y si no las tenía, se las rebuscaba para conseguirlas. Y cuando tenía que ahorrar, ahorraba en otra cosa, pero esas monedas se las guardaba para dármelas a mí, porque esa era su prioridad. Era un laburante. Se rompía el lomo para que no nos faltara nada. Mi mamá también se rompía el lomo, al trabajar 12 horas por día”, dijo en una entrevista con El Gráfico.
No era un jugador promedio: sus primeros entrenadores ya percibían que era distinto por la técnica que mostraba. Lo consideraban “un atrevido”, un distinto. Y repiten la misma anécdota: “Una vez, en quinta división, Huracán enfrentó a Independiente, cuyo arquero era Oscar Ustari. Osvaldo lo encaró, lo gambeteó, hizo una ‘bicicleta’ a lo Ronaldo y la mandó a guardar. Nos volvimos locos”.
En enero de 2005, con 19 años, fue promovido a la primera división de Huracán. El técnico que lo puso a jugar con los más grandes fue Néstor Apuzzo, que lo definió como “el último atorrante del fútbol”. Y, tiempo después, repetiría orgulloso que hizo debutar en primera “a un pibe sin apellido”.
Osvaldo devolvió la confianza con goles y pronto llamó la atención de los cazadores de talentos europeos. En 2006 fue comprado por el Atalanta, que pagó 600 mil euros por su pase. Y se fue a vivir Bérgamo, a disfrutar de su nueva vida en el Viejo Mundo.
“Lloraba todos los días, pensé en volverme”
Sus primeros meses en Europa, la famosa etapa de adaptación, no le resultó sencilla: “No jugué mucho, sólo unos partidos al final del campeonato. Estaba muy nervioso, lloraba todos los días, pensé en volverme”, le contó a El Gráfico.
Comenzó una etapa nómada, de muchos clubes en poco tiempo: pasó a préstamo al Lecce, después a la Fiorentina (donde pidió la camiseta número 9 que supo usar Gabriel Batistuta) y más tarde recaló en el Bologna. Convirtió goles y mostró destellos de su talento. Fue a España, al Espanyol de Barcelona, y la rompió. El club decidió desembolsar 5 millones de dólares por su pase. Finalmente, se había convertido en una estrella del fútbol.
Le siguieron una serie de pases millonarios. Primero lo compró AS Roma por 20 millones de dólares, después el Southampton lo fichó por 15 millones de libras. Más tarde regresó a Italia para salir campeón con la Juventus. El muchacho que pateaba tierra en La Quemita ahora daba que hablar en el viejo continente. Fue en su último destino en Italia, en el Inter, donde tuvo un acto de inconducta que marcó su destino: en pleno partido discutió vehementemente con Mauro Icardi, le reprochó no haberle pasado la pelota, y el director técnico del equipo, Roberto Mancini, resolvió no tenerlo más en cuenta por el resto de la temporada. Debía buscarse equipo...
Su carrera como futbolista alcanzó el punto más alto en octubre de 2011. Viajaba en auto con Gabriel Heinze, su compañero en AS Roma, cuando recibió una llamada. “Dejame pensarlo”, respondió Osvaldo. Y el “gringo”, curioso, le preguntó: “¿Quién era?”....
-Me convocaron a la selección italiana.
-¿Le dijiste que sí, no? Pero vos sos tarado, llamá y decile que sí. En los viajes se visten de Dolce Gabbana.
Finalmente, Osvaldo dijo que sí: jugó 14 partidos con la azzurra, convirtió 4 goles y llegó usar las camisetas número 9 y 10 del prestigioso seleccionado europeo. Así fue como el chico que antes de llegar a primera usaba ropa prestada por sus primos para estar a la moda, ahora vestía con Dolce & Gabbana.
“Osvaldo è uno spettacolo”
En Europa, Osvaldo no solo destacó por su talento en el campo de juego... Su extrovertida manera de ser lo llevó a la televisión, al ‘Bailando con le stelle’. Y no defraudó... Tras su debut, en 2019, cuando ya estaba retirado, La Gazzetta dello Sport tituló: “Osvaldo è uno spettacolo”.
“Que era guapo, ya se sabía. O al menos, no se le había escapado a las mujeres amantes del fútbol. Sin embargo, Osvaldo conquistó a todos incluso en su debut en televisión en ‘Bailando con las estrellas’, donde actuó en la pista con la bailarina sueca Veera Kinnunen. Fue un espectáculo arrollador, especialmente apreciado por la periodista en el jurado, Selvaggia Lucarelli, quien se preguntó dónde había estado el guapo Pablo Daniel todos estos años. Altas puntuaciones de todos, incluido el diseñador venezolano Guillermo Mariotto. Después de todo, Osvaldo ya se había confirmado como un extraordinario entretenedor fuera del campo: de hecho, desde hace tiempo, se viste como una estrella de rock con un éxito discreto”, amplió el medio italiano en la crónica del evento. Tras la participación en el certamen, Osvaldo empezaría un romance con Kinnunen.
Su paso por Boca: llegada como ídolo, salida con escándalo
Su historia en el fútbol no termina en Italia. En 2015, cuando lo mandaron a buscarse un club, decidió cumplir el sueño de pisar, como jugador, el césped de La Bombonera. La gente de Boca lo recibió con entusiasmo. Se sabía de su fanatismo por el club, gustaba su personalidad y tenía todo el terreno allanado para convertirse en ídolo. Entró bien en el esquema de Rodolfo Arruabarrena, el director técnico Xeneize en aquel año. Solo tenía que hacer goles, un pedido que no tardó en entregar... El 26 de febrero, por Copa Libertadores contra Montevideo Wanderers, gritó el primero.
En Boca disputó 16 partidos y anotó 7 goles, dos de ellos de penal. Y también hizo ruido fuera de la cancha, con una frase que dio que hablar. Tras la descalificación de Boca en la Copa Libertadores 2015, luego del episodio del gas pimienta, dijo: “La ilusión se la robaron cinco gordos de traje en un escritorio”, en alusión a los dirigentes de la Conmebol que participaron del fallo que dejó al club afuera de la competencia.
Su siguiente destino fue el Porto, uno de los clubes más populares de Portugal. Pero seis meses después rescindió su contrato... y volvió a Boca para formar una dupla de ataque “de Champions League” con el Apache, Carlitos Tévez. Pero Osvaldo nunca pudo desplegar su fútbol, las lesiones no se lo permitieron. Jugó apenas cinco partidos, no hizo ningún gol. Se fue del club con escándalo tras un fuerte cruce con el director técnico, Guillermo Barros Schelotto, quien le reprochó que fumase en el vestuario...
“La gente cree que estoy loco”
En agosto de 2016 se retiró del fútbol profesional. Se propuso darle un giro de 180 grados a su vida, decidió que se convertiría en una estrella de rock, y fundó la banda “Barrio Viejo”.
“La gente simplemente no lo entiende, ¿sabés? Me miran como ‘¿Estás loco? Tenías todo. Jugaste en algunos de los mejores equipos del mundo... ¿y decidiste renunciar para hacer esto? Estás loco’. Como te digo, la gente no entiende, pero es mi pasión”, aseguró.
Con su incursión rockera, el exfutbolista le daba también lugar a otra de sus pasiones, una que no se lleva muy bien con las exigencias del fútbol: la noche.
Su carrera como artista nunca alcanzó mayor relevancia. Pero llegó a compartir escenario con bandas de renombre, como La 25.
El viernes 3 de enero de 2020, cuando parecía que su carrera futbolística estaba terminada (enterrada en un estuche de guitarra), Banfield sorprendió al comunicar que había fichado a Daniel Osvaldo. En la conferencia de prensa, bromeó diciendo: “El objetivo es no lesionarme”, dado su regreso tras una larga inactividad. Su objetivo, en realidad, era cumplir el sueño de su padre, Raúl Osvaldo, fanático de El Taladro. Y lo cumplió en parte: sólo jugó 62 minutos, repartidos en dos encuentros. No pudo festejar ningún gol, ningún triunfo... ni siquiera un empate.
La pandemia del covid-19 apuró su segundo retiro, el definitivo. Tenía todo acordado de palabra para seguir en Banfield, solo faltaba estampar la firma, acto se fue postergando por la cuarentena obligatoria. Sin embargo, Osvaldo faltó a varios entrenamientos, que por entonces se hacían por zoom, y la comisión de fútbol decidió apartarlo del plantel. Así, en silencio, se terminó su carrera en el fútbol.
Escándalos, infidelidades y abandono
Una de las páginas más escandalosas del futbolista se relaciona con su vida amorosa. Osvaldo experimentó conflictos con las las mujeres más importantes de su vida. En especial, con las tres parejas con las que tuvo sus hijos.
La primera de ellas fue Nina Oertlinger. Ella y quien se hace llamar ‘Dani Stone’ se conocieron en la adolescencia, cuando el jugador aún no había debutado en su profesión. Así lo contó ella en una entrevista en Intrusos en el año, 2013 en la que destrozaba al delantero: “Empezamos a salir cuando yo tenía 17 y él no era conocido ni era futbolista. Vivía literalmente enfrente de una villa y hoy en día está cambiadísimo. Para mí cambió un montón y para mal cuando todo esto de la fama empezó a llegar. Con mi hijo no tiene trato hace 13 meses y medio”.
El hijo del futbolista y Oertlinger, Gianluca, nació en Bérgamo, en 2006, cuando él jugaba en el Atalanta. Además de denunciar en el programa de América que su ex no veía hace más de un año a su primogénito, y que estuvo diez meses sin pasarle la cuota alimentaria, Nina señaló que se separó de él al enterarse de una infidelidad.
Aún sin estar separado legalmente de la mamá de su primer hijo, Osvaldo comenzó una relación con la modelo italiana Elena Braccini. Con ella tuvo dos hijas: Victoria y María Elena. Pero, otra vez, la relación terminó mal. Braccini confesaría en diversas entrevistas que el futbolista la dejó cuando ella estaba embarazada de su segunda hija para comenzar un romance con la actriz argentina Jimena Barón. Además, en 2022, la italiana llevó a su exnovio a los tribunales bajo la acusación de que nunca pagó la manutención de sus hijas a las que, además, veía con muy poca frecuencia.
“Quise ser buen padre, aunque muchas veces no me salió. Pero hago este video para que entiendan que muchas veces mis actitudes vienen desde un lugar de mí que no puedo controlar y es muy triste porque al que más daño hace es a mí mismo”, dijo el propio Daniel Osvaldo en el video que publicó este jueves, en el que revelaba estar atravesando una depresión.
El triángulo Barón-Osvaldo-Maradona
La relación entre Daniel Osvaldo y Jimena Barón comenzó por un mensaje de texto. Se vieron, por primera vez, en 2012, durante una visita del futbolista a la Argentina. Después, durante un tiempo, mantuvieron su romance “a la distancia”, aunque ella pasó algunas semanas en el viejo continente. La fama del futbolista estaba en su punto más alto y, sin proponérselo, comenzó a ser un personaje central de las revistas del corazón.
El tabloide británico The Sun, impactado por su nuevo look, lo bautizó “el Johnny Depp del fútbol”
Barón, que estaba grabando una tira de Polka cuando comenzó su romance con el futbolista, habló con los productores para terminar con su personaje para poder irse a vivir a Europa con su novio. Y así lo hizo. En 2014, en Torino, cuando él jugaba en Juventus, nació Morrison, apodado como Momo, el único hijo de la pareja.
Jimena hizo vida de ama de casa en Italia, pero todo cambió cuando el futbolista decidió volver a la Argentina para jugar en Boca Juniors.
Regresaron juntos. Ella alentó a Osvaldo desde un palco de La Bombonera en su debut. Luego comenzó a trabajar (algo que él no quería) en la tira Esperanza mía y poco después la relación terminó abruptamente. Barón contó que llegó a la casa que compartía con futbolista y no había ni rastros de su novio. Poco después se enteró por los medios que él estaba saliendo con la actriz y cantante Milita Bora. El romance, recién comenzaba, pero parecía intenso: Daniel y Milita se hicieron el mismo tatuaje... Los programas de la tarde se hicieron un festín.
La cantante de “Tonta”, una canción que describía su estadía italiana, denunció también que el futbolista le dejaba agresivos mensajes telefónicos donde la trataba, entre otras cosas, de “gatito barato”.
Contra todos los pronósticos, Jimena Barón y Daniel Osvaldo volvieron a encontrarse. Llegaron a convivir durante la pandemia. Pero todo volvió a romperse, de forma brutal, cuando ingresó en escena una tercera en discordia: Gianinna Maradona, íntima amiga de Barón. El sentimiento de traición que experimentó la actriz quedó plasmado en el tema “La araña” que, aunque sin especificar, claramente fue dedicado a la hija del 10.
La relación entre Maradona y Osvaldo comenzó oficialmente en 2021 e incluyó viajes y salidas. También fue inestable y tuvo mucha repercusión en los portales de espectáculos. En un momento, se llegó a decir que pensaban casarse. Pero en diciembre de 2022, sin dar más precisiones, Gianinna anunció a través de su cuenta de Instagram que se había separado de Dani Stone.
El último romance del exfutbolista rockero que llamó la atención de los medios fue el que inició, en diciembre del año pasado, con la periodista y presentadora de C5N Daniela Ballester. Un romance que ellos mismos difundieron en sus redes sociales y que finalizó esta semana, según informó Osvaldo en su cuenta de Instagram. “Quiero aclarar que Daniela y yo ya no estamos juntos. Fin del comunicado”, escribió. Más tarde, en otro posteo, insinuó que había un tercero o una tercera en discordia.
Su siguiente aparición pública fue en la madrugada del jueves 14 de marzo, a través del video en el que desnudó su calvario. De pronto, a los 37 años, el chico que torció su destino y logró su consagración en el fútbol europeo contaba que había caído en el infierno de las drogas y no sabía como salir. El crack por el que los clubes más importantes de Italia pagaron millones de dólares decía que el dinero se le estaba terminando. El fenómeno cuyo nombre corearon en distintos estadios confesaba que se sentía solo y angustiado.
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